
Los humanos son los únicos primates que evolucionaron para ser bípedos, lo que supuso cambios durante millones de años en su esqueleto. Un estudio ha individuado los genes que dan forma a nuestros huesos e identificado variantes y características que se asocian a algunas de sus enfermedades.
Un estudio encabezado por la Universidad de Texas en Austin (EEUU) y publicado en la revista ‘Science’ desvela nuestro pasado evolutivo y abre una senda para que en el futuro los médicos puedan predecir mejor el riesgo de que las personas desarrollen dolencias como dolor de espalda o artritis.
Para estudiar la base genética de los cambios en las proporciones del esqueleto, los investigadores usaron modelos de aprendizaje profundo para analizar 30.000 radiografías de cuerpo completo procedentes del Biobanco de Reino Unido.
Hace unos seis millones de años nuestros ancestros comenzaron a caminar sobre dos piernas, lo que hizo que los primates se adaptaran a diversos entornos y liberaran las manos para usar herramientas, acelerando el desarrollo cognitivo.
El esqueleto de los humanos modernos tienen propiedades anatómicas específicas como los brazos más cortos en relación con las piernas, el cuerpo y la pelvis estrechos y la orientación vertical de la columna vertebral.
El equipo buscó determinar qué cambios genéticos subyacen en las diferencias anatómicas que son claramente visibles en el registro fósil que condujo a los humanos modernos, desde los australopitecos hasta los neandertales.
Enfermedades óseas
Además, identificaron variantes genéticas y características de las proporciones esqueléticas que se asocian a enfermedades musculoesqueléticas.
Las personas con una mayor relación entre la anchura de la cadera y la altura tenían más probabilidades de padecer artrosis y dolor de cadera.
Aquellas con una mayor proporción entre la longitud del fémur y la altura tenían más probabilidades de desarrollar artritis en las rodillas, dolor y otros problemas de rodilla, y una mayor proporción entre la longitud del torso y la altura hace más posible desarrollar dolor de espalda.
Estos conocimientos podrían ayudar a los investigadores a idear nuevas formas de prevenir y tratar estas condiciones debilitantes, según ha explicado la Universidad de Columbia (EEUU).
«Las proporciones esqueléticas afectan a todo, desde nuestro modo de andar a cómo nos sentamos y tiene sentido que sean factores de riesgo en estos trastornos», ha indicado el autor principal de estudio Eucharist Kun de la Universidad de Austin.

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