Los pingüinos de Ciudad del Cabo, necesitados de tranquilidad y comida
En Ciudad del Cabo, los llamados pingüinos africanos se encuentran en peligro «crítico» de extinción. Pero hay quienes trasladan a los enfermos y heridos a una clínica especializada donde los curan antes de ser liberados de nuevo. La mayor amenaza, aseguran, está vinculada a su alimentación.

Mashudu Mashau únicamente necesita dos minutos para atrapar a un pingüino al que hará un seguimiento de las heridas o enfermedades de estas entrañables aves marinas que se encuentran ahora en peligro «crítico» de extinción en la península del Cabo.
«Me tomo mi tiempo. Me agacho, a veces incluso me arrastro, para no parecer una amenaza», explica este empleado de la ciudad portuaria y turística del extremo sur de África. Con la ayuda de un colega, cuando están cerca del pingüino, detalla, «apuntamos a la cabeza y la sujetamos para asegurarlo».
A veces, los pingüinos negros y blancos adultos, de plumas marrones despeinadas cuando aún son adolescentes, caminan meneándose hasta la carretera que se encuentra arriba de la playa y ahí las cosas se complican.
Clínica especializada
«Hoy hubo uno... pasaba de un coche aparcado a otro, un infierno. Finalmente, conseguimos inmovilizarlo», dice aliviado este hombre de 41 años que dedicó los últimos ocho a proteger esta especie.
Capturados y colocados con cuidado en una caja de cartón, los pingüinos son trasladados a una clínica especializada donde se les cura antes de ser liberados.
Pero los defensores de la naturaleza temen que sus esfuerzos sean insuficientes para detener la disminución de la población del pingüino del Cabo, también llamado pingüino africano, catalogado en octubre entre las especies en «peligro crítico» de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
«Podemos entregarnos en cuerpo y alma, pero, si no existe un entorno sano para ellos, es prácticamente en vano», subraya el veterinario David Roberts, del centro de cuidados gestionado por la Fundación de África Austral para la Conservación de las Aves Costeras (SANCCOB).
Quedan menos de 10.000 parejas reproductoras en África Austral, principalmente en Sudáfrica, frente a las 42.500 que había en 1991, y se prevé su extinción en estado salvaje de aquí a 2035.

«Hambrientos»
Las razones son numerosas: falta de comida, cambio climático, aumento de perturbaciones, enfermedades o mareas negras. Para Allison Kock, bióloga marina de parques nacionales, la mayor amenaza está vinculada a su alimentación. «Si están hambrientos», especialmente de sardinas o de anchoas, «tienden a dejar de intentar reproducirse».
Como consecuencia, las autoridades han prohibido la pesca comercial alrededor de seis colonias de pingüinos durante diez años a partir de enero. Pero SANCCOB, así como BirdLife, otra oenegé ecologista, presentaron una denuncia contra el Gobierno, alegando que las zonas prohibidas a la pesca no son lo suficientemente amplias.
«Pedimos que se limite la competencia directa para los peces que quedan [en el océano] entre la pesca industrial y los pingüinos», explica Katta Ludynia, responsable de investigación en SANCCOB.
Para la asociación de pesca pelágica sudafricana, «la pesca industrial tiene un impacto» limitado con respecto a otros factores, especialmente medioambientales, como «la abundancia fluctuante» de sardinas y anchoas de las que se alimentan.
Se prevé una audiencia en marzo, pero antes podría alcanzarse un acuerdo extrajudicial. Eso es lo que espera el nuevo ministro de Medioambiente.
Otras iniciativas contribuyen a los esfuerzos para salvar al pingüino del Cabo, como nidos artificiales para aumentar el índice de reproducción. Su nuevo estatus de amenaza «crítica» de extinción puede ayudar, pero también perjudicar. Aunque debería significar más financiación para protegerlos, también puede provocar más turistas, cuya presencia a menudo los perturba.
Influencia del turismo
«Los pingüinos son muy sensibles» y la gente se acerca peligrosamente, a veces «con sus palos para selfies», señala Arne Purves, que trabaja en la conservación costera de la ciudad.
El turismo es un sector vital para Sudáfrica y los pingüinos del Cabo han aportado decenas de millones de dólares al país, según un estudio reciente.
Para los defensores de la especie que están en primera línea, como Mashudu Mashau, esta atención es bienvenida. «En los últimos años, solo ha sido para los rinocerontes», amenazados por la caza furtiva», apunta. Y él espera «el mismo respeto y la misma asistencia».
Lo urgente no es únicamente salvar a estas aves torpes que nadan con tanta gracia, sino a todo un ecosistema del que los humanos forman parte. «Si a los pingüinos les va bien, a nosotros también».

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