GAIAK
Elkarrizketa
Diego A. Manrique
Periodista musical

«Somos unos esclavos de nuestra pasión discográfica»

Diego A. Manrique acumula casi medio siglo como especialista en noticias musicales en radio, televisión y todo tipo de publicaciones. Entusiasta, atrevido y autodidacta desde joven, recopila todo tipo de encuentros y vivencias en su nuevo libro ‘El mejor oficio del mundo’.

El periodista musical Diego A. Manrique. (Domingo J. CASAS)

Cuando Diego Alfredo Manrique Martínez (Pedrosa de Valdeporres, Burgos, 1950) iba para abogado escuchó a los Beatles en la radio y todo cambió. Convertido en musiquero empedernido, se mudó a Madrid para lanzarse a la entonces pionera carrera de periodista musical.

Abrió caminos en TVE con ‘Popgrama’, ‘Caja de ritmos’ o ‘Pop qué’… Colaboró en toda publicación que hubiera en el quiosco: ‘Disco Express’, ‘Vibraciones’, ‘Star’, ‘Rock Espezial’, ‘Ruta 66’, ‘El País’ (donde coordinó una enciclopedia del rock), ‘Rolling Stone’… Ya en este siglo, fue miembro fundador de ‘Efe Eme’.

Ha pasado por varias emisoras, especialmente RNE-Radio 3 desde su fundación, con ‘Solo para ellas’, ‘Diario Pop’ o ‘El Ambigú’. Ejerció como director adjunto de esa radio pública desde 2008 y fue cesado en 2012, antes de ser expulsado en un conflicto laboral que ganó por improcedente.

Es también autor de libros como la recopilación de artículos ‘Jinetes en la tormenta’ (2013) e insiste ahora con ‘El mejor oficio del mundo’, cuarenta y cinco trabajos aparecidos en la revista ‘Cuadernos Efe Eme’ o extraídos de monográficos.

Una autobiografía indirecta y retrato de la profesión de periodista musical estrella, al modo antiguo y en clave mainstream. Entre sus correrías destacan frustrados trabajos con Bob Dylan, Leonard Cohen o Prince o desastrosos encuentros con Britney Spears, Lou Reed o Van Halen. Tras casi medio siglo de oficio, se le reconoce como gran especialista del mundo musical pop.

¿La culpa de todo la tuvieron la radio y los Beatles?

Así fue. No tenía interés musical y en Villarcayo, donde crecí, sintonicé de noche emisoras extranjeras. En 1964 escuché a los Beatles y me conmovieron. Además, lo que salía aquí de ellos era para ridiculizarlos como aberración británica.

En 1972 escribió a la revista ‘Triunfo’ contra quienes escribían de música. Ahora es presentado como ‘periodista musical en activo más respetado’, ¿aquella arrogancia tenía base?

‘Triunfo’ era muy respetada y su director era consciente de que el rock era ya importante. Pero ofrecía los artículos a Luis Racionero o Manuel Vázquez Montalbán y eran penosos. Me propusieron colaborar y me estrené con un artículo sobre Jesucristo ‘Superstar’ y el movimiento Jesus Rock.

Intentó montar una revista musical desde Burgos y saltó a Madrid. ¿Un empuje vocacional, entusiasta?

Me guiaba sobre todo un impulso justiciero con la música que me gustaba y que ni se la respetaba. Me suscribí a revistas extranjeras y conseguí discos viajando a Baiona o Andorra y por correo internacional.

En sus escritos no divaga tanto sobre criterios artísticos, sino que relata experiencias. ¿Tiene más alma de cronista que de crítico especializado?

Para entender estas músicas tienes que conocer el contexto del que salen y la personalidad de los autores. Entonces, igual soy más de contar vivencias que de realizar exámenes musicales porque carezco además de los conocimientos necesarios.

Se dice que escribe con sorna, que es mordaz. ¿Hay un distanciamiento irónico, casi escéptico?

Cuando aún coleaba la contracultura teníamos la tremenda ingenuidad de pensar que el rock contribuía a cambiar el mundo. Era una visión inocente y te podías dar cuenta de que dabas demasiada importancia a algo que no la tenía tanto, que era una simple expresión cultural y un gran negocio.

«Cuando aún coleaba la contracultura teníamos la tremenda ingenuidad de pensar que el rock contribuía a cambiar el mundo»

Fue autodidacta, ¿pertenece al intrusismo profesional que no necesitó carnet de prensa?

Desde luego, pero no había mucha competencia. Sentaba cátedra Jordi Sierra i Fabra, que escribió una historia del rock sin mencionar a Chuck Berry o Little Richard, imagino que por negros.

Ha tocado muchos palos: prensa escrita, radio, tele. ¿Cuál le suena mejor?

Si quieres explicarte y explorar tus sentimientos, la prensa escrita. La ventaja de la radio es que das dos pinceladas y pones la canción, algo mágico. La televisión es lo contrario, un mecanismo complicado, equipos grandes, realizadores que no suelen tener mucho interés por la música...

Le despidieron improcedentemente de Radio 3 y lo apuntaron en una supuesta lista negra. Vaya con el ente público.

Muy chocante, pero no ha sido solo mi caso. A Jesús Ordovás le llamó el otro día TVE para opinar sobre la muerte de Manuel De la Calva, del Dúo Dinámico, pero sus libros no son recogidos en la emisora musical que fundamos. Alguien me quiso entrevistar y el director le dijo que ‘por encima de su cadáver’.

No hay casi referencias vascas en su libro. ¿Da la razón a quienes acusan a la prensa hecha desde la capital de centralismo?

He tratado y entrevistado a muchos, Muguruza me aconsejó masticar ginseng para la voz, Erentxun… Pero igual en esos encuentros no ocurrió nada especial, reseñable. Quizás por respeto, por una sensación de dificultad para penetrar en determinadas realidades que no controlo. Como no hablo de flamenco o tampoco hay semblanzas de artistas gallegos.  

¿Las redes y los cambios en la industria están hundiendo al ‘mejor oficio del mundo’?

Tuvo su época dorada en los setenta-ochenta cuando era requerido en prensa, conferencias… Después ha cambiado mucho, la democratización de la información está bien, tienen acceso a todos los datos, pero no distinguen bien los campos, no conocen los matices o no hablan de las letras de las canciones, algo asombroso en la prensa musical española. Tampoco entienden el lado comercial e industrial de esas músicas.

Habla de críticos hinchas, diplomáticos o demasiado cercanos a los artistas.

Imagínate que un especialista en cine no distinguiera a Antonioni de Fellini. Aquí pasa desapercibido porque somos exóticos hablando de cosas raras. También es culpa nuestra porque no cubrimos bien el mainstream de artistas más comerciales.

¿Qué condiciones exige al periodismo musical?

Cultura musical para saber encajar la expresión musical en su momento. Conocer el sector para distinguir entre quien aporta y quien reformula el pasado, al margen de que quién lo hace mejor. Escuchar la obra repetidamente, tomando notas. Y capacidad de plasmar esa opinión con buena prosa que atrape al lector.

Las revistas que siguen en los quioscos, ¿tienen futuro?

Lo tienen difícil porque no cumplen su papel de antes, proporcionando información que no circulaba de otro modo y que hoy encuentras en la red. Hay también revistas mensuales anglo, como ‘Mojo’ o ‘Uncut’, potentes y bonitas, que son gran competencia.

Lo que sí parece resistir la amenaza digital son los libros musicales físicos.

Se han puesto de moda, aunque venden poco. Cubren el espacio que antes podían cubrir algunos periódicos. En muchos casos hay detrás verdaderos aficionados. El problema es lo bajo de los presupuestos como para estudios profundos. Me gustaría, por ejemplo, un estudio sobre la clase social de los músicos españoles. Si la ‘movida’ fue de señoritos, como dice el tópico. De dónde salieron, cuánto han aguantado, cómo han desembocado profesionalmente…  

Es compulsivo comprador de discos y publicaciones. Su hijo trabaja en Spotify, bestia parda del vinilo, y para su nieto, ¿la colección es un tesoro o una carga?

Van a tener seguramente un final miserable y algunos pronostican que acabarán en el basurero. Es aberrante porque es imposible entender la música escuchándola solo en red. No es lo mismo tener el objeto físico, leer bien textos y créditos, apreciar la portada. Tenemos la excusa profesional, pero confieso que mi colección de discos-publicaciones ha sido un lastre que me ha impedido movilidad. Somos unos esclavos de nuestra pasión discográfica.

«Mi colección de discos va a tener seguramente un final miserable y algunos pronostican que acabará en el basurero»

¿Y la jubilación?

De momento sigo activo y superando los achaques de la edad. Como dijo Van Morrison, «demasiado tarde para detenerse». Ahora estoy escribiendo en ‘El Diario de Burgos’.
 
Tiene el Premio Ondas o el Premio Nacional de Periodismo Cultural. ¿Darán su nombre a un centro cultural de Burgos como han hecho con Joaquín Luqui en Caparroso?

Quizás allí no tienen muchas otras opciones, yo no espero nada así porque lo nuestro es bastante underground. Pero no me quejo, en ‘El Diario de Burgos’ me tratan muy bien. Somos tíos raros, como los escritores, pero ellos tienen la imagen de sabios de la tribu y nosotros de ser unos toca huevos que decimos que de ‘Operación Triunfo’ no han salido artistas.