2025 URR. 26 PANORAMIKA Origen Uno de los cuadros de la exposición «Plástica mozambiqueña», que se puede visitar en el bilbaino Espacio Marzana hasta el 7 de noviembre. (Cortesía Espacio Marzana) Iker Fidalgo {{^data.noClicksRemaining}} Artikulu hau irakurtzeko erregistratu doan edo harpidetu Dagoeneko erregistratuta edo harpideduna? Saioa hasi ERREGISTRATU IRAKURTZEKO {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Klikik gabe gelditu zara Harpidetu {{/data.noClicksRemaining}} Desde hace algunos años, es un lugar común hablar de nuestro mundo como un lugar globalizado. Asumimos que la velocidad de las comunicaciones, el acceso completo al mercado de consumo y a las redes de intercambio de información han conseguido borrar las diferencias entre culturas para conseguir imponer unos patrones comunes y compartidos. Si bien el origen de este proceso era, a priori, planteado desde una dimensión meramente económica, sus tentáculos han penetrado en nuestras vidas, desvirtuando cualquier posibilidad de mantenernos al margen. Los movimientos antiglobalización o altermundistas de finales del siglo XX advirtieron de los peligros de los modelos de desarrollo económico basados en la injusticia social, la precarización y la falta de cuidado al medio ambiente. Sus preocupaciones parecen, más de veinte años después, haberse confirmado. La crisis climática actual es evidente, los derechos laborales se ven constantemente mermados y las diferencias entre los territorios más ricos y los menos desarrollados son cada vez más acuciantes. Dentro de todo este desarraigo a veces pareciera que la vuelta a nuestros orígenes, al lugar al que pertenecemos, pudiera ser un nuevo camino por donde empezar. Pero cuando todo se ha desvirtuado, cuando ninguna identidad ha conseguido conservar su manera específica de ver el mundo, ¿tiene algún sentido mirar de nuevo a aquellos puntos de partida? El protagonismo de la reseña de hoy recae sobre Maputo, la capital de Mozambique. El lugar de nacimiento de dos artistas que pertenecen a dos generaciones diversas y cuyos desarrollos vitales han sido completamente diferentes. A pesar de ello, el Espacio Marzana propone encontrarnos con el trabajo de Butcheca (Maputo,1978) y Joao Donato (Maputo, 1953), y empaparnos de las resonancias que entre ambas maneras de producción plástica pudieran proponer. Desde la pintura y la escultura, respectivamente, plantean una muestra conjunta que desde el principio funciona como un diálogo afinado. Dos voces que a veces parecen cantar la misma nota sin abandonar su posición propia. Sería demasiado cliché pensar que su trabajo está unido únicamente por su procedencia compartida cuando existen tantas carreras como artistas pero, en este caso, “Plástica mozambiqueña” nos invita a adentrarnos en una interesante propuesta que conversa desde una misma frecuencia. Una figuración difusa, que parece disolverse oníricamente, puebla las paredes de la sala. Los lienzos rodean las peanas en las que las figuras cerámicas, plagadas de formas encriptadas, nos muestran lo tangible de sus cuerpos. Cromáticamente se complementan, dando lugar a composiciones que equilibran las fuerzas visuales de la visita y ofrecen un todo con sentido propio. Inaugurada a mediados de septiembre, aún podremos visitarla hasta el próximo día siete de noviembre.