2025 AZA. 16 Una película fenomenal La saga «Crepúsculo» ha vuelto a los cines en el vigésimo aniversario de la serie. En la imagen, Kristen Stewart y Robert Pattinson. Mariona Borrull {{^data.noClicksRemaining}} Artikulu hau irakurtzeko erregistratu doan edo harpidetu Dagoeneko erregistratuta edo harpideduna? Saioa hasi ERREGISTRATU IRAKURTZEKO {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Klikik gabe gelditu zara Harpidetu {{/data.noClicksRemaining}} Habitualmente, esta sección escribe a toro futuro, sobre películas que se beneficiarán o se completarán con nuestro comentario. No es el caso de la saga “Crepúsculo”, que el viernes 7 volvía a un centenar de salas de cine alrededor del Estado español para celebrar las dos décadas desde la publicación de la novela original de Stephenie Meyer. A este estreno llegamos algo tarde, y podéis culpar de ello a los 68 estrenos que colman las carteleras en noviembre, las 49 series de actualidad o los muchos festivales de cine que se solapan estos días (en Catalunya, una docena en cuatro semanas). Por fortuna, la saga “Crepúsculo” no necesita de nuestro altavoz periodístico. Su adaptación al cine cumple quince años y, por lo tanto, ha completado el primero de sus ciclos de nostalgia; revive. Pero los temas que despertaba la historia de amor posible entre la Bella y su elegante Bestia vuelven a ocupar las (sobre)mesas de debate, no solo porque el tiempo los ha decantado lo suficiente para superar nuestro descreimiento. Las películas de “Crepúsculo” pertenecen al presente. De entrada, porque responden desde el pasado a un fenómeno bien asentado en nuestras dietas seriéfilas: el triángulo romántico desvergonzado -pero con mucho menos carácter- de la ultra exitosa “El verano en que me enamoré”. Otra razón que aviva el sentido de pertenencia del revival tiene que ver con la aspiracionalidad contemporánea de rituales conservadores, como el matrimonio monógamo o la familia: dos pilares clave en la vida y en los libros para la ascensión social por amor. Porque sí, “Crepúsculo” también es un poco “Cenicienta”. Sin embargo, que la crítica cultural (la que se ocupa del linaje político de las obras) no nos distraiga de una cuestión básica que solo parece estar encarándose desde la respuesta pasional y sin argumentos: ¿Son las adaptaciones que veremos re-estrenadas mínimamente buenas? De las últimas entregas, poco recuerdo aparte de los increíbles recopilatorios que tienen por banda sonora, con Thom Yorke, Paramore o The Black Ghosts. Pero la entrega original, de Catherine Hardwicke (“Thirtheen”), sí es muy potente. El film juega a la devoción: carga las tintas de la ambientación gótica (entre la elegancia del castillo de Cullen y la negrura del musgo al atardecer), luego dobla la apuesta conmemorando al vampiro padre (Nosferatu) al tintar todo -y digo todo- el metraje de azules y ocres, los colores originales de la sinfonía de Murnau. La noche clara del conde Orlok, en diálogo con los rasgos estilísticos del cine de los 2000: de los ralentís a lo Wong Kar-wai hasta los subrayados híper expresivos de la Coppola o la Bigelow. A la cinefilia seria, esta película debería entusiasmarle. Pero si la crítica la mira solo desde lo cultural, “Crepúsculo” no dejará de ser nunca un fenómeno.