2025 AZA. 23 IRITZIA No mirar arriba David Fernàndez {{^data.noClicksRemaining}} Artikulu hau irakurtzeko erregistratu doan edo harpidetu Dagoeneko erregistratuta edo harpideduna? Saioa hasi ERREGISTRATU IRAKURTZEKO {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Klikik gabe gelditu zara Harpidetu {{/data.noClicksRemaining}} Alguien escribió sucintamente que el capitalismo creía haber aprendido de la mafia todo lo que la mafia aprendió del capitalismo. Y de los tiempos oscuros que corren, como extrema síntesis de pedagogía del horror, creo que el detalle más far-west que retengo es una rueda de prensa de 2016 donde el broker financiero Martin Shkreli, con letal y criminal parsimonia, se sacudió las críticas periodísticas que recibía con un lacónico: «se llama capitalismo y es legal». Con sádica chistera, el corsario neoliberal, que acababa de adquirir Thuring Pharmaceuticals, acababa de subir el precio de Daraprim un 5.000%. Y el precio del medicamento, de la noche al día, se multiplicó de 13,50 a 750 dólares. Un sobrecoste mortal en un país donde no hay sistema público de salud. Donde las muertes por desesperación están disparadas. Lo más salvaje de la frase de Shkreli -que acabó en la cárcel por fraude, aunque como Sarkozy, por poco tiempo- no era su ruin crudeza, sino que tenía millones de seguidores y de ‘likes’ en las redes sociales. Hay otras muchas frases antológicas, claro está, de la distopía del mercado libre. Incluso una sierra eléctrica en Argentina. Citas que van de Henry Ford -«si la gente entendiera cómo funciona el sistema bancario, creo que habría una revolución antes de mañana por la mañana»- a Rodrigo Rato -«es el mercado, amigos»-, e incluso llegando hasta Agustín de Hipona, cuando siglos atrás se requirió: «si de los gobiernos sacamos la acción de la justicia, ¿en qué se convierten sino en una cuadrilla de ladrones a gran escala?». Pues eso. Con todo, me da que la moda en boga de ser ser malo-malísimo, ese ‘hit’ nihilista de no creer ya en nada ni en nadie salvo en el dinero, conecta directamente con los principios programáticos de la ola reaccionaria mundial. Un mantra ultra global, cruda apología de la selvática ley de la selva, que va arraigando localmente en xirimiri, que se cuela en actitudes cotidianas de indiferencia y que llega hasta el comentario más banal que, invariablemente, es tan valiente para criticar al migrante más precario como, en proporción inversa, tan cobarde para dispensar una sola palabra de queja y quejío contra los de arriba. Ese desplazamiento marca esta época de aceleración autoritaria con turbo neoliberal y con todas las dianas puestas sobre los desposeídos. Mientras tanto, crecen los jorobados voluntarios -y que me disculpen las jorobas de vida y cansancio- que solo miran abajo al ritmo del poder y nunca miran arriba, allí donde se decide piramidalmente que incluso su vida vaya a peor para que el mercado arramble con todos. Parafraseando la canción de Silvio, sí, habrá que mirar abajo -para saber cuánta violencia estructural y desigualdad galopante genera un capitalismo ya caníbal-, mirar sobre todo al lado -para construir comunidades políticas democráticas en resistencia- y enfocar siempre arriba, donde cuecen las habas que cada día nos quitan. Con todo, me da que la moda en boga de ser malo-malísimo, ese «hit» nihilista de no creer ya en nada ni en nadie salvo en el dinero, conecta directamente con los principios programáticos de la ola reaccionaria mundial