2025 ABEN. 28 El valor de un personaje de reparto Escena de la película «28 años después: El templo de los huesos», en la que Ralph Fiennes es el Dr. Kelson. Mariona Borrull {{^data.noClicksRemaining}} Artikulu hau irakurtzeko erregistratu doan edo harpidetu Dagoeneko erregistratuta edo harpideduna? Saioa hasi ERREGISTRATU IRAKURTZEKO {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Klikik gabe gelditu zara Harpidetu {{/data.noClicksRemaining}} Cuántas veces nos habremos sentido tocadas por la luz del protagonismo? Digo, aquel aplauso generoso que nos asegura de que lo hemos hecho bien y que el mundo lo ha visto. Ya os digo: resulta excepcional y nos orienta hacia una idea limitante del éxito. Y responde, ¿cuántos protagonistas por ratio de personajes de reparto, o secundarios, hay en el cine? Habitualmente, uno por mil. Los “secundarios”, el coro, tienen por tanto muchísima más libertad que el portador del trenecito de la acción principal; al que se le agarrota el brazo de la antorcha y el que debe quedarse hasta el final de la fiesta. A partir de este 16 de enero, dos estrenos pondrán en balanza las ventajas del ser de reparto. Por un lado, “La misteriosa mirada del flamenco”, del debutante Diego Céspedes, el trans-spaghetti western que Pedro Almodóvar hubiera podido dirigir en “Extraña forma de vida” y merecida Mejor Película en Un Certain Regard de Cannes (¿con trasteo inmejorable respecto del nombre de la sección?) y Premio de la Juventud en Zinemaldia. En ella, Céspedes apunta al thriller de venganza para tirar a otra parte. Después de un acto de violencia imperdonable inicial, entre dunas polvorientas y bajo el acecho de una turba de hombres crueles, una niña vaquera criada en un matriarcado trans debe decidir: ¿continúa con el reguero de sangre, como lo haría una protagonista activa y canónicamente interesante? ¿O, por el contrario, se deja disparar al horizonte, fuera de los carriles de quien actúa más allá de lo que se espera de ella? El tesón con el que Diego Céspedes resiste a las inercias del género acaba por constituir a nuestra protagonista con la libertad de un secundario y, con ella, la película vuela. “28 años después: El templo de los huesos”, por otra parte y en cambio, toma directamente a un fantástico personaje de reparto para erigirlo por voz principal. La continuación de la saga de Danny Boyle, ahora en manos de Alex Garland y de Nia DaCosta, entendió bien el poder del carismático Dr. Kelson (Ralph Fiennes), y lo convirtió en potencia para un protagonista de esta secuela. Resulta natural, casi esperable: el Dr. Kelson suscita más preguntas que da respuestas, que dirían los malos analistas. En todo caso, existe entre todos los paréntesis posibles de quienes no deben acarrear el peso de una psicología completa y susceptible a la mejora moral tras un arco dramático cerrado (la ficción, con sus limitaciones imperantes). Es decir, es libre de ser el otro. En esta segunda entrega -así lo anuncian sinopsis y tráilers-, el Dr. Kelson vuelve como la voz principal de un coro formado por humanos sanguinarios, zombis posviolentos y paternidades redimidas. Pongo una vela al dios del drama y la dramaturgia para que no constriña a nuestro “gurú de la osamenta” en un simple protagonista.