2015 UZT. 05 MIRADA AL MUNDO Ramadán donde no se pone el sol Ivan Dokuchaev {{^data.noClicksRemaining}} Artikulu hau irakurtzeko erregistratu doan edo harpidetu Dagoeneko erregistratuta edo harpideduna? Saioa hasi ERREGISTRATU IRAKURTZEKO {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Klikik gabe gelditu zara Harpidetu {{/data.noClicksRemaining}} No comer, beber, ni fumar durante 22 horas al día. Ese es el reto al que se enfrentan los musulmanes que viven en lugares del norte de Rusia como San Petersburgo y que estos días están celebrando el Ramadán. En esa zona del planeta, se viven desde finales de mayo hasta mediados de julio las denominadas «noches blancas», en las que unas pocas horas de ocaso es lo más cercano que existe a una noche de verdad. Esta circunstancia dificulta notablemente cumplir con el mes sagrado del Islam, que arrancó el pasado 18 de junio y que entraña abstenerse de comer, beber, fumar y mantener relaciones sexuales desde el amanecer, tan pronto como se pueda distinguir un hilo blanco de uno negro, hasta la puesta del sol. En la antigua capital de los zares residen unos 50.000 musulmanes, que se están enfrentando al hecho de que «las noches blancas» hacen que «el ayuno termine muy tarde. No comemos ni bebemos desde las dos de la mañana hasta que el anochecer llega hacia las 22.00 o las 22.30 horas», según señala el director de una escuela musulmana local. Aunque, en principio, los musulmanes están obligados a seguir ese régimen de vida durante el mes de Ramadán, en el Corán se establece una serie de excepciones para saltarse el ayuno, como en el caso de personas que sufren alguna enfermedad, viajeros y mujeres que estén menstruando o embarazadas. Sin embargo, no existen instrucciones concretas para los creyentes que viven tan al norte, aunque el erudito ruso Musa Bigiev considera que sí que podría realizarse una excepción en este caso, ya que «de acuerdo con lo que fija el Corán, participar del ayuno cerca de los polos no es una obligación, puesto que se estableció para lugares donde el día y la noche son más o menos comparables en longitud». En esa misma línea, otros expertos señalan que los musulmanes que viven en el norte más lejano podrían observar el ayuno del Ramadán siguiendo el calendario de salida y puesta de sol en La Meca. Incluso algunos líderes religiosos locales plantearon a sus fieles que, en vista de las circunstancias tan especiales que supone vivir en esas latitudes, no estaban obligados a mantener el ayuno siempre. De hecho, algunos musulmanes que trabajan en fábricas no cumplen con el Ramadán. Uno de ellos es Shakir, un empleado del metal originario de Tayikistán, quien asegura que tiene «un trabajo difícil y no puedo hacerlo. Aquí los días son muy largos sin comer ni beber y por esa razón, ninguno de los que trabajamos en este lugar hacemos el ayuno. No hay noches así en la mayoría de los sitios donde viven los musulmanes». En cambio, otros se mantienen fieles, ya que lo ven «como una prueba», según señala el responsable de un centro religioso musulmán. «No nos resulta difícil cumplir con el Ramadán, porque el Islam es una forma de vida y para nosotros, el ayuno es tan natural como levantarse por la mañana y cepillarse los dientes. No podemos cambiar los principios del Islam solo para satisfacer nuestras necesidades». Si en San Petersburgo y el norte de Rusia en general el Ramadán exige un plus de resistencia por la escasez de horas nocturnas, en otros lugares el problema suele ser la climatología. Al tratarse de una fiesta lunar, este mes de ayuno va cambiando de fechas con el paso del tiempo y en ocasiones llega a coincidir con pleno verano. Entonces, el problema se plantea a los trabajadores que deben realizar su labor a altas temperaturas sin poder beber agua. Por ejemplo, los musulmanes que trabajan como temporeros en la península Ibérica pueden verse obligados a cumplir con sus tareas a temperaturas superiores a 40 grados. Como señala el senegalés Djibril Fall, que se ha visto en esa circunstancia hace unos pocos años, «es muy duro trabajar y cumplir el ayuno con esas temperaturas, pero como somos musulmanes, tenemos que aguantarlo». Es más, asegura que «si no pudiera trabajar sin beber, dejaría el trabajo, porque tengo que respetar el Ramadán. Al final te acostumbras y ya no piensas en que tienes hambre o sed. Sigo el Ramadán como me enseñó mi padre y soy feliz haciéndolo».