2015 URR. 11 MIRADA AL MUNDO El porno en la madurez causa furor entre los japoneses Alastair Himmer/Natsuko Fukue {{^data.noClicksRemaining}} Artikulu hau irakurtzeko erregistratu doan edo harpidetu Dagoeneko erregistratuta edo harpideduna? Saioa hasi ERREGISTRATU IRAKURTZEKO {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Klikik gabe gelditu zara Harpidetu {{/data.noClicksRemaining}} Ataviada con un kimono y recostada en silencio sobre un tatami, la sexagenaria japonesa Yasue Tomita parece que se está preparando para una ceremonia del té, pero, en realidad, está experimentando su debut como actriz porno. En una sociedad tan rígida como la nipona, son muchas las personas para las que la edad no es una barrera a la hora de perseguir sus sueños y Tomita es una de ellas, ya que ha decidido sumarse a un mercado que florece en Japón: el del denominado gerontopornografía o de la pornografía en la madurez. A sus 61 años, esta antigua empleada de una empresa de piezas para automóviles confiesa que se siente «un poco oxidada», pero está dispuesta a dar rienda suelta a sus fantasías y ansias de vivir, a pasar del punto cruz y el ganchillo a las películas X. «Me gustan los pasatiempos artesanales, pero quería probar otra cosa ahora que mi cuerpo todavía funciona. Me gusta el sexo y esta es mi última oportunidad antes de hacerme demasiado vieja», declara antes de confesar que está «muy nerviosa. Me pregunto si debo hacerlo, sobre todo delante de tanta gente», plantea mientras aletea sus pestañas antes de ponerse ante las cámaras. Pero, acto seguido, disipa sus dudas afirmando que «todo el mundo debería seguir sus fantasías. Solo espero poder hacerlo». Junto a su hija, Tomita está inscrita en una agencia especializada en el amplio mercado de los vídeos para adultos. «Nos apuntamos juntas a través de internet y yo fui la primera en recibir una propuesta, algo que, la verdad, no me esperaba», revela. Un segmento poblacional muy numeroso. Su caso no es algo extraño en Japón, un país donde la oferta de productos destinados a personas que viven su madurez cada vez cobra más importancia en vista de que una cuarta parte de la población, unos 32 millones de personas, tiene más de 65 años. Una proporción que se elevaría al 40% en 2060, debido a la baja tasa de natalidad y al aumento de la esperanza de vida. Las películas para adultos representan un negocio de unos 2.000 millones de dólares al año. En el 20%-30% de esas películas, los protagonistas son mayores, aunque sus potenciales clientes no son todas personas de su misma edad, según señalan los profesionales del sector. Este género despegó hace unos diez años gracias al hoy octogenario Shigeo Tokuda, el rey del porno con canas, que ha protagonizado cientos de películas con jovencitas que podían ser sus nietas, aunque también tuvo como efímera compañera de reparto a Fujiko Ito, dos años más joven que él. La estrella porno Natsuko Kayama, de 44 años y 25 de oficio, está dispuesta a continuar durante décadas, ya que «me gustaría batir el récord de longevidad». «El cine porno con actores mayores se ha vuelto muy popular en la última década. Las parejas de cierta edad lo ven juntas, porque pueden sentir una proximidad y una familiaridad con gente de su misma generación. Y los jóvenes lo aprecian porque están hartos de ver siempre lo mismo. Cada uno tiene unas ganas y unos gustos sexuales diferentes», explica el director Fumiaki Kimura. La pornografía es un fenómeno habitual en Japón. En el siglo XVII, en el período Edo, eran comunes las estampas eróticas y al comienzo del siglo XX, el porno alcanzó un gran desarrollo. En esta circunstancia influye el hecho de que las actitudes hacia el sexo son, en algunos aspectos, más abiertas que en Occidente y son habituales los festivales dedicados a la fertilidad en los que se portan enormes falos de madera por las calles de las ciudades. En busca de compañía. Si la pornografía atrae a un segmento de la población, otro más numeroso busca compañía en el último tramo su vida, a veces después de haber perdido o dejado a su pareja. Esta necesidad es cubierta por las empresas de encuentros, como Ai Senior, especializada en la madurez y que tiene 6.000 miembros inscritos, algunos de ellos de más de 90 años. Yosuke Komori, de 66 años, y su esposa Mutsuko, de 57, se conocieron gracias a una de esas empresas. Ambos habían estado casados con otras parejas antes de darse el sí quiero hace cuatro años. «Creo que una vida sexual sana es una parte importante del matrimonio, pero la comprensión mutua en una relación es todavía más importante», señala Mutsuko, que se casó con un atrevido vestido corto en contra del parecer de sus hijas. Yosuke también va más allá de lo físico al señalar que «estoy más contento cuando la siento feliz. No quiero parecer cursi, pero solo quiero hacerle sonreír. De hecho, lo importante es el amor», subraya.