2015 AZA. 22 LOLA GARRIDO Adicción a la fotografía Lleva casi treinta años adquiriendo y coleccionando fotografías, a pesar de que considera que «el arte no hay por qué comprarlo». Se trata de la donostiarra Lola Garrido, una experta y «adicta» a la fotografía que expone en el Cristobal Balenciaga Museoa una parte de las 800 imágenes que componen sus ricos fondos. Esas 86 fotografías integran la muestra “About Fashion”, que recorre la historia de la fotografía de moda del siglo XX. Pello Guerra {{^data.noClicksRemaining}} Artikulu hau irakurtzeko erregistratu doan edo harpidetu Dagoeneko erregistratuta edo harpideduna? Saioa hasi ERREGISTRATU IRAKURTZEKO {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Klikik gabe gelditu zara Harpidetu {{/data.noClicksRemaining}} Garrido está ya jubilada después de haber sido comisaria de exposiciones, asesora, crítica, experta en arte, jefa de prensa del Zinemaldia y un largo etcétera vinculado al mundo de la imagen. Pero hay una actividad a la que no renuncia, el coleccionismo de fotografías, ya que es «un vicio y una adicción», según reconoce ella misma. Su inmersión en ese mundo del coleccionismo de imágenes fue una consecuencia de que es «una persona que se ha criado mirando, porque el cine para mí ha sido lo más importante de mi vida y el cine es fotograma». De hecho, fue jefa de prensa del Zinemadia de Donostia, para posteriormente trasladarse a Madrid para ocuparse de tareas como «dirigir la Sala de Exposiciones del Canal de Isabel II, a donde traje todo lo grande de la fotografía del mundo. Ahí ya me enganché y con el tercer sueldo, me compré una fotografía». Desde entonces, han pasado casi tres décadas y a esa primera imagen se han sumado otras fotografías de gran valor, hasta sumar 800. De ese total, unas 300 forman lo que podría considerarse la “joya de la corona”, que está integrada por tres colecciones para exponer. Una de ellas es “After Fashion”, que se puede visitar en el Cristobal Balenciaga Museoa hasta el 31 de enero. La conforman 86 fotografías de cincuenta icónicos fotógrafos, como Horst, Helmut Newton, Irving Penn o Diane Arbus, y en las que se recoge la moda de una forma particular, ya que «no se trata simplemente de retratar vestidos, porque creo que también son moda los retratos de personas que en un momento dado son iconos contemporáneos. Una fotografía de Madonna es moda y lo mismo ocurre con Marilyn Monroe, que es una de las personas más fotografiadas», desgrana Garrido. La comisaria de la muestra añade que no se queda solo «con lo estipulado como imagen de moda y hago un repaso de lo que es el mundo alrededor de unos iconos y unas modas de vivir. El que vaya verá lo que está de moda y lo que estuvo». Otra de sus grandes colecciones es la formada por el trabajo de «uno de los maestros de la fotografía mundial, Garry Winogrand. Se titula ‘Las mujeres son hermosas’, consta de 85 fotografías y la compré porque tiene una historia sobre la liberación de la mujer en los años 60, cuando empezaba a ir tranquila por la calle y hacía lo que quería sin que un hombre estuviera con ella para que la defendiera. Esta colección ha estado en Seúl, Viena, Bélgica...». Y la tercera se titula “Una historia portátil de la fotografía” y cuenta con «imágenes de todos los grandes, como Man Ray, Elliott Erwitt, Irving Penn... y ha estado en el Museo Pushkin de Moscú». Como es de imaginar, Garrido está orgullosa de su colección, aunque «poseer termina pasando factura, porque cuantas más cosas tienes, también tienes más problemas. En una casa no hay sitio para guardar bien las fotografías, así que están en un almacén protegidas para que se conserven en buenas condiciones». La mejor pensión para la vejez. Aunque tal vez no las disfruta tanto como le gustaría y le generan esos quebraderos de cabeza, sus queridas imágenes le compensan totalmente y de diferentes maneras. En primer lugar, a través de la llamada «economía del goce, por la que le dieron el Nobel a la persona que la enunció. Básicamente consiste en que si te gusta algo, el hecho de tenerlo ya genera una revalorización. Además, siempre he considerado que el dinero está más seguro en una fotografía que en un banco, algo en lo que he acertado en vista de lo que ha ocurrido». Curiosamente, al mismo tiempo sostiene que «el arte no hay por qué comprarlo, ya que se puede vivir sin comprar arte; lo que no se puede es vivir sin arte. Pero coleccionar fotografía es la mejor pensión para la vejez. Soy una persona que no ha tenido dinero como para ser coleccionista, pero que ha trabajado mucho y ha invertido en lo que le gusta. Hablar de coleccionar en estos tiempos de crisis me parece un poco obsceno, pero si se puede y se cuenta con un remanente, dedicarlo a cosas creativas es lo mejor, porque además de gastar bien ese dinero, puede que se revalorice y enseña mucho», asegura convencida. Las imágenes que integran su colección las ha adquirido «generalmente en subastas y en galerías, aunque a veces he tenido que negociar con las viudas de los fotógrafos, que es una cosa terrible». En ese afán por conseguir determinadas fotografías, «he llegado a cometer algunas locuras, teniendo en cuenta mi presupuesto. El mercado del arte es peligroso y coleccionar es un vicio y una adicción, pero cuando compras algo caro, no baja de precio, lo que baja es lo que está barato». Por lo tanto, lo bueno siempre está bien cotizado, incluso en un tiempo dominado por la imagen como nunca, hasta el punto de que «vivimos invadidos por imágenes que no tienen ninguna necesidad de salir a la luz. La actriz francesa Jeanne Moreau decía que ‘todo el mundo tiene miles de imágenes, lo que pasa es que se empeñan en que las veamos’. ¿Quién no tiene hoy en día miles de imágenes? Y cuantas más fotografías hay, más posibilidades existen de que haya buenas, porque es algo exponencial. Pero antes las imágenes había que revelarlas pagando y no se tiraban porque sí, mientras que ahora son gratis y se borran. Vivimos bombardeados por las imágenes y casi todo es innecesario», señala. Además está la cuestión de las herramientas que permiten modificar las imágenes al gusto del autor o de los retratados, algo que molesta especialmente a Lola Garrido. «Una cosa es usar las tecnologías para crear imágenes y otra bien distinta es utilizarlas para adelgazar, quitar arrugas... Eso no me interesa lo más mínimo y por eso no poseo ninguna fotografía que haya sido retocada. No compraré nunca una imagen así, porque además es falso en el sentido de que la arruga es una condición de vivir», asegura. Inmersos como estamos en una era eminentemente visual, «la fotografía hoy en día vale para todo; es como el cerdo, del que se aprovecha todo. Se puso de moda y cualquiera puede hacer fotos, pero todo el mundo no tiene criterio para saber si están bien o no, aunque nos las enseñan queramos o no». Esa eclosión de la imagen ha hecho que «los gustos hayan cambiado, porque la fotografía forma parte de la sociedad y esta ya no es lo que era hace unos años. El mundo cambia y todo cambia, pero antes había unos maestros de la fotografía, aunque ahora también hay algunos fotógrafos muy buenos que siguen sus pasos y serán los maestros del mañana». Para conocer la obra de esas personas que con sus fotografías fueron capaces de hacer arte, nada más recomendable que acercarse hasta el Cristobal Balenciaga Museoa, donde aguardan al visitante más de ochenta de esas “joyitas” por las que Lola Garrido siente debilidad. Viéndolas, se comparte su adicción.