2015 AZA. 22 MIRADA AL MUNDO El inminente final de los zoroastrianos en Pakistán Issam Ahmed {{^data.noClicksRemaining}} Artikulu hau irakurtzeko erregistratu doan edo harpidetu Dagoeneko erregistratuta edo harpideduna? Saioa hasi ERREGISTRATU IRAKURTZEKO {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Klikik gabe gelditu zara Harpidetu {{/data.noClicksRemaining}} Hace más de un milenio que llegaron a Pakistán, pero su futuro está en peligro a causa del envejecimiento de la población de esta comunidad, agravado por sus estrictas normas matrimoniales, y por su exilio forzoso a Occidente, provocado por la violencia de la que son objeto. Son los zoroastrianos, seguidores de una de las religiones monoteístas más antiguas del mundo, ya que fue fundada 500 años antes de Cristo en Persia por Zoroastro, también conocido como Zaratustra. Este culto se basa en las enseñanzas del citado Zoroastro, que llevó a cabo la recopilación de unas antiguas escrituras llamadas en su conjunto Avesta. Tiene un dios principal, Ahura Mazda, representado por un símbolo alado. De acuerdo con sus principios, el cielo y el infierno están en este mundo y los buenos pensamientos, obras y palabras forman la base de su doctrina. Además, cuentan con un fuego sagrado que mantienen vivo desde hace siglos y por el que también son conocidos como los adoradores del fuego. Uno de los pilares del zoroastrismo es el mantenimiento de la santidad de la creación y la pureza de todos los elementos naturales. Por ese motivo, el contacto con la materia muerta provoca la contaminación y la impureza de los elementos e incluso del cuerpo y el alma. Esta circunstancia hace que, para esta comunidad, sea muy importante el tratamiento que se le da al cuerpo de una persona muerta. Los cadáveres son depositados en las llamadas torres del silencio, edificios funerarios en cuya parte superior se colocan los cuerpos para que los buitres se encarguen de ellos. Posteriormente, los huesos son depositados en un falso pozo para no contaminar la tierra. Estas creencias viajaron en el siglo VII de Persia a Pakistán e India a raíz de la expansión del Islam, que las perseguía, y por ese origen, a los zoroastrianos se les conoce en estos últimos lugares como parsis. Desde su llegada, conforman una comunidad de posición acomodada que se caracteriza por su neutralidad y el respeto a preceptos como la igualdad de todos, el mantenimiento de todas las formas de vida, el rechazo al sacrificio de animales, la caridad social, la ética del trabajo y la lealtad y fidelidad hacia la familia, el grupo y el país. Sus fuertes lazos hacen de esta comunidad un grupo poderoso e influyente, aunque procuran no hacerse notar demasiado públicamente. Esa influencia se aprecia en Karachi, la capital económica de Pakistán, a pesar de que tan solo 1.500 parsis integran «una comunidad de perfil bajo, que es lo que nos ha permitido no ser atacados y permanecer ilesos durante siglos», señala Veera Rutomji, un zoroastriano de 23 años. Llevados por su caridad, han levantado varios hospitales, una clínica de oftalmología e incluso una universidad. Hasta facilitan préstamos sin intereses a los jóvenes paquistaníes que quieren estudiar en el extranjero. Una serie de acciones que les han hecho acreedores del respeto de sus conciudadanos. Sin embargo, en la última década se han registrado varios ataques contra los parsis, lo que está generando un éxodo de miembros de esta comunidad a Occidente. «A causa del contexto general del país, ya no podemos contemplar nuestro futuro en este lugar», señala Kaivan Solan, de 27 años y que se ocupa de uno de los pocos templos zoroastrianos existentes en Karachi. Muchos de los que se van de Pakistán terminan recalando en Canadá, donde su comunidad está en plena expansión precisamente por la llegada de correligionarios huidos de otros países. «La principal razón de esta migración es la seguridad. La gente tiene miedo y no sabe si las cosas realmente pueden mejorar en Pakistán, así que trata de salir. La mayoría intenta probar suerte en Canadá o Estados Unidos, donde pueden obtener visas», señala Izdeyar Setna, fotógrafo de 30 años. Con guardias de seguridad. Una muestra de la tensión que se vive en Pakistán es el hecho de que varias familias parsis han contratado guardias de seguridad para protegerse de los ataques a sus posesiones. Unas agresiones que se han convertido en una forma indirecta de empujarlos al exilio, según denuncian miembros de esta comunidad. Esta persecución «es un golpe para un Pakistán tolerante, al que los parsis han contribuido a nivel cultural y económico realizando una aportación destacada al progreso del país», señala Rabia Mehmood, experto en minorías religiosas en el centro de investigación Jinnah Institute. A la amenaza externa se ha sumado otro problema de carácter endémico existente entre los parsis y que tiene que ver con las reglas de sus matrimonios. Así, aunque los hombres pueden casarse con mujeres que no pertenecen a su comunidad, las parsis no tienen ese derecho. Por lo tanto, sus opciones de matrimonio se reducen notablemente y a medida que desciende la población zoroastriana, las mujeres jóvenes cada vez tienen más problemas a la hora de encontrar un cónyuge. Una parsi denuncia esta circunstancia y la califica de «hipócrita, porque el zoroastrismo declara claramente la igualdad de género». Si no se produce un cambio al respecto y se mantienen los ataques a la comunidad, la población parsi se irá reduciendo paulatinamente en Pakistán, hasta que pueda llegar el momento en el que desaparezcan del país, donde solo quedaría el recuerdo de sus abandonadas torres del silencio.