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CINE

«Ben-Hur»


Hollywood hace bien en dejar grandes espacios de tiempo entre las distintas versiones cinematográficas de la novela original de Lew Wallace, escrita en 1880. De este modo, las películas resultantes corresponden a épocas y mentalidades totalmente distintas, tanto en la manera de hacer cine como en la lectura que se pueda sacar de este texto cristiano, tan dado a las adaptaciones colosalistas. Sucede en el momento actual que el cine bíblico vuelve a estar de moda, y una película monumental como “Ben-Hur” va a venir a reforzar dicha tendencia en la industria del entretenimiento. La versión de 2016 tendrá su hueco en la cartelera veraniega, pero está todavía por ver cómo responde el público de hoy en día. El indiscutible clásico de William Wyler se sigue pasando en televisión, por lo que la gente lo tiene muy fresco en la memoria y le será difícil aceptar imitaciones.

“Ben-Hur” reabre el debate entre tecnología y narrativa, que es el debate entre el Hollywood del presente y el de la época dorada. En mi opinión, quienes van al cine siguen prefiriendo el contenido narrativo sobre los efectos visuales, porque para eso se quedarían en casa jugando a las maquinitas. Y esto juega en contra de la versión de Timur Bekmambetov. El cineasta kazajo siente que ya ha hecho un rodaje profesional suficiente en los EEUU, y se enfrenta al desafío asegurando que en la recreación de la famosa escena de la carrera de cuadrigas habrá acción real, pero por lo que se puede ver en el trailer la sensación es la que habitualmente dejan las imágenes generadas por ordenador, con todo lo que conlleva de artificio. Si antaño el problema de verosimilitud estaba en los decorados de cartón-piedra, ahora se encuentra en los efectos digitales CGI.

Bekmambetov ha tenido desde sus comienzos entre ceja y ceja producir y realizar películas comerciales a nivel internacional, por eso en su etapa rusa comenzó con acción bélica en torno a la guerra soviético-afgana, con títulos como “Peshavar Waltz” (1994) o “Escape from Afghanistan” (2002). En medio tuvo su primer y premonitorio contacto con el “peplum”, gracias al título de serie B “Gladiatrix” (2001). El éxito mundial le llegó con el díptico fantástico “Guardianes de la noche” (2004) y “Guardianes del día” (2006), junto con la segunda entrega del fenómeno local “La ironía del destino 2” (2007). Ya en Hollywood ha hecho “Wanted” (2008) y “Abraham Lincoln: Cazador de vampiros” (2012), regresando a Rusia para completar el díptico navideño “Yolki” (2010) y “Yolki 1914” (2014). Con su aspecto de oso siberiano, el cineasta kazajo ha seguido una trayectoria similar a la del alemán Roland Emmerich, que en su proceso de americanización ha resultado ser más papista que el papa.

Timur Bekmambetov cuenta para “Ben-Hur” con el respaldo de los grandes estudios Paramount y MGM, y, aunque no se ha hecho público el presupuesto, sí se sabe que deja en pañales a los 4 millones de dólares de la versión muda de 1925 y a los 15 de la clásica de 1959. Aún así sale claramente perdiendo en lo que al reparto estelar se refiere, que suele ser lo que más brilla en el cartel de este tipo de películas. En el primer póster aparece destacado Jack Huston en el papel central, que antes hicieran el mexicano Ramon Novarro y Charlton Heston. La gran novedad la supone la caracterización de Jesús, que corre a cargo del actor brasileño Rodrigo Santoro, gracias a que resulta mucho más visible y sale del anonimato. También llama mucho la atención el “look” con rastas de Morgan Freeman haciendo del jeque Ilderim, que en nada se parece al precedente histórico de Hugh Griffith. Son acusadas diferencias estéticas, más que cuestiones de fondo, por más que los productores digan haber sido más fieles a la novela de Lew Wallace. Todo se vuelve a basar en el antagonismo entre el protagonista y Messala (Toby Kebbell).

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