7K - zazpika astekaria
IRITZIA

Paloma de guerra


Más de medio siglo después del inicio de la intervención militar estadounidense en el sureste asiático, el presidente Barack Obama visitó Vietnam en un acto de fuerte simbolismo tanto para ese país como para su pueblo, el cual aún padece las secuelas de esa guerra. Ahí siguen las imágenes imborrables del uso de armas tan brutales como el napalm para quemar a la población civil. Es ese mismo país donde ahora el presidente y otros políticos estadounidenses creen tener la autoridad moral para atreverse a criticar las violaciones de derechos humanos. Pero la noticia con la que culminó el viaje histórico, cuyo objetivo era festejar el inicio de una nueva relación y superar el pasado, fue que Obama anunció que Estados Unidos suspenderá el embargo a la venta de armas a Vietnam. Ese era el regalo que llevaba el premio Nobel de la Paz.

Al parecer, la mejor forma de festejar el fin de la historia bélica entre Washington y un país al cual intentó «destruir para salvarlo» es con una feria de armas.

Vale recordar que Estados Unidos, durante el Gobierno de Barack Obama, ha batido el récord de cualquier presidente desde finales de la Segunda Guerra Mundial en el volumen de ventas al mundo de armas y equipo militar. En el año fiscal 2015, el total del programa de ventas de armas al extranjero fue de 46,6 mil millones de dólares, según cifras del departamento de Defensa.

En Japón, segunda escala de la gira asiática del premio Nobel de la Paz, Obama se convirtió en el primer presidente estadounidense que acude a Hiroshima, primer ejemplo en la historia del uso de un arma de destrucción masiva. Ahí, el 6 de agosto de 1945, Estados Unidos arrojó una bomba atómica que mató a aproximadamente 140.000 personas. Tres días después arrojó otra sobre Nagasaki. Tanto Hiroshima como Nagasaki eran ciudades habitadas por civiles, no objetivos militares.

Esta semana Obama colocó una corona de flores en el monumento a esa tragedia y recordó que «hace 71 años… la muerte cayó del cielo y el mundo fue cambiado… Un muro de fuego destruyó una ciudad y demostró que la humanidad poseía los medios para destruirse». No mencionó que la narrativa oficial –esa que indica que se usó la bomba para evitar la prolongación de una guerra que provocaría más muertes; o sea, que era el menor de dos males– ha sido no solo refutada por los historiadores, sino que la mayoría ha concluido que, en gran medida, es falsa, como recordó el historiador Alex Wallerstein en “The New Yorker”.

Obama no ofreció ninguna disculpa, recordó que Japón tuvo la culpa de la guerra y, en un mensaje emotivo, declaró que se requiere «un despertar moral» alrededor del mundo para deshacerse de armas nucleares, y pidió «tener la valentía de escapar de la lógica del temor» y promover un mundo sin armas nucleares.

Lo que no dijo es que, de hecho, su Gobierno ha impulsado un ambicioso programa de un billón de dólares para modernizar el arsenal nuclear estadounidense en los próximos treinta años, que incluye el desarrollo de una nueva generación de bombas nucleares tácticas o minibombas nucleares, para su uso en campos de batalla.

Más aún, un informe del propio Pentágono emitido la semana pasada y analizado por la Federación de Científicos Americanos demuestra que el Gobierno de Obama ha reducido el tamaño del arsenal nuclear estadounidense menos que cualquier otro presidente de la post Guerra Fría; o sea, menos que George W. Bush, Bill Clinton y George Bush padre. En 2015, Estados Unidos tenía 4.571 bombas nucleares, una reducción, sí, de 702 bombas desde 2008, pero más que suficiente para destruir el mundo varias veces.

«Aunque el presidente Barack Obama asumió su puesto con un fuerte compromiso de Estados Unidos para reducir el número y el papel de las armas nucleares y dar pasos concretos hacia un mundo sin armas atómicas, su Gobierno podría ser recordado, eventualmente, más por su compromiso de modernizar el arsenal nuclear estadounidense», advirtió el Boletín de Científicos Atómicos hace más de un año. Vale recordar, en este contexto, que este premio Nobel de la Paz ha continuado las guerras que heredó en Irak y Afganistán, y que ahora son las más largas en la historia de este país. A la vez, el comandante en jefe que fue elegido para la Casa Blanca en parte por su promesa de poner fin a estas dos guerras, ha abierto nuevos frentes en Siria y Libia, y ha incrementado la tensión bélica frente a China y Rusia. A la vez, ha ampliado y coordinado una de las campañas más amplias de operaciones especiales y de asesinato e intervención internacional, vía control remoto, empleando drones en varios puntos del planeta. En resumen, esta semana en los cielos volaba algo que no se alcanzaba a identificar: ¿Era una paloma de guerra o un águila de la paz?