2016 UZT. 17 PANORAMIKA Objetos IKER FIDALGO ALDAY {{^data.noClicksRemaining}} Artikulu hau irakurtzeko erregistratu doan edo harpidetu Dagoeneko erregistratuta edo harpideduna? Saioa hasi ERREGISTRATU IRAKURTZEKO {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Klikik gabe gelditu zara Harpidetu {{/data.noClicksRemaining}} Somos seres sensoriales. Nuestra relación con el mundo se basa en la recepción de estímulos que nuestro cerebro codifica y convierte en sensaciones, pensamientos y reacciones. Los objetos que nos rodean componen una atmósfera que estructura nuestro entorno y nos hace capaces de vivir recuerdos que se disparan alrededor de una visión o al tacto de una textura. Pero la interpretación nunca es pura ni únicamente personal. Está influida por condicionantes culturales que dirigen sensaciones y reacciones, y la sociedad de consumo, conocedora de nuestras debilidades, trabaja para su fin, influyendo nuestros espacios más vulnerables. Jean Baudrillard describía el consumo como un fenómeno ilimitado imposible de saciar, puesto que se basa en una relación directa con la posesión sistemática e indefinida de los objetos ("El sistema de los objetos" 1969). En “La memoria de los objetos”, Isidro López Aparicio (1976, Jaén), nos interpela directamente sobre esta política de la acumulación. Hoy día 17 es la última ocasión de acercarnos al trabajo que el artista ha desarrollado en las paredes del museo ARTIUM de Gasteiz. Dentro del programa Praxis, que plantea la posibilidad de ver de cerca el proceso creativo en un espacio de diálogo con cada invitado, López Aparicio ha dispuesto una serie de elementos que parecen extraídos de áreas de reciclaje, basureros o tiendas de antigüedades. Por un lado, nos encontramos de bruces con un laboratorio de trabajo en el que se suceden elementos de diferentes tamaños, entrañas de impresoras, llaves Allen que esperan a ser ordenadas y cajones de archivos que ayudan a imaginar pertenencias y orígenes. En una zona más expositiva, se suceden diferentes piezas e instalaciones que derivan entre una extraña sensación de equilibrio inestable y una reinterpretación de los usos de varios objetos. Algunos de estos atraviesan las paredes que dividen las salas del museo, con una violenta sutileza penden de cuerdas rojas que parecen aludir a una memoria desubicada, pero presente o crean interesantes espacios con los que relacionarse. Árboles que se sostienen sobre bases de cemento, mientras su reflejo crea un espacio visual atípico y casi onírico, o un refugio-iglú formado por señales de tráfico que recuerda a las famosas construcciones de Mario Merz son algunos de los alicientes de esta interesante muestra. En otra relación distinta entre obra, espacio y público, el escultor Henry Moore (Reino Unido, 1898) es el protagonista de una exposición al aire libre en el paseo de La Zurriola de Donostia. Con motivo de las múltiples colaboraciones y acuerdos en torno a la capitalidad europea, hasta el 4 de setiembre podremos disfrutar de algunas de las piezas de gran formato concebidas por el artista británico. Será responsabilidad del público recapacitar sobre lo adecuado de la disposición y el emplazamiento, en lo que se antoja como una de las tantas estrategias de visibilización institucional donde, a pesar de suponer una oportunidad de acercarnos al trabajo de Moore, el arte parece situarse como mero componente decorativo.