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CINE

«Fences»


Denzel Washington fue el flamante premio Donostia hace dos años, pero en esa ocasión solamente se reconocía su carrera como actor. Habrá que empezar a tener en cuenta también su faceta detrás de la cámara, ya que va por su tercer largometraje en una progresión que se toma con calma, y con la única preocupación de hacer películas que contribuyan a la superación de las diferencias raciales y al reconocimiento histórico de los derechos y valores de la comunidad afroamericana. En “Antwone Fisher” (2002) se dirigió a sí mismo en el papel de un psiquiatra de la Marina de los EEUU, que se ocupaba del caso de un marinero encarnado por Derek Luke, cuyo incontrolado comportamiento violento era causado por el trauma familiar del abandono. El trasfondo social también estaba presente en “The Great Debaters” (2007), donde se volvía a dirigir como un profesor de historia afroamericana que en los años 30 organizaba los primeros debates estudiantiles con alumnos de su raza. Un par de antecedentes que parecen suficientes para ser digno y capaz de adaptar la laureada obra teatral de August Wilson “Fences”, ganadora del Pulitzer y los Tony.

Como única condición para la adaptación cinematográfica de su creación escénica, August Wilson puso en vida que fuera llevada a cabo por un cineasta afroamericano. No por una cuestión racial, sino por una razón de identidad cultural. Hay que haberse criado en una familia negra y en un barrio negro de una gran ciudad para entender a los personajes de la obra y sus motivaciones. Es obvio que Denzel Washington cumple con los requisitos imprescindibles, pero es que además ha luchado mucho por este proyecto, desde que interpretara “Fences” en los escenarios de Broadway, junto a su compañera de reparto Viola Davis. Conocen tan bien este drama familiar que nadie podría interpretar mejor al matrimonio Maxson en la gran pantalla.

“Fences” es el título más premiado y conocido del decálogo que August Wilson dedicó a una saga familiar a lo largo de las diez décadas del siglo XX, y es concretamente la pieza que transcurre en los años 50. La acción se sitúa en la ciudad de Pittsburgh (Pennsylvania), dentro del barrio negro llamado Hill District, que es donde está la casa de los Maxson. Para pagarla, el cabeza de familia Troy (Denzel Washington) ha tenido que hacer uso de la indemnización cobrada por su hermano pequeño Gabriel (Mykelti Williamson), que quedó incapacitado por una herida en la cabeza cuando servía en el Ejército. El hijo que ha tenido con su actual esposa Rose (Viola Davis), llamado Cory (Jovan Adepo), podría sacarles de apuros, porque es reclamado como jugador profesional de fútbol americano; pero Troy se opone, porque no quiere que sufra las humillaciones que él tuvo que aguantar como jugador de béisbol en las ligas negras. Bastante tiene el hombre con reivindicar el derecho a ser chófer como los blancos que trabajan en el servicio de recogida de basuras, en el que le obligan a ir a pie para ocuparse de los desperdicios.

Las cercas o vallas del título hacen referencia alegóricamente a la idea obsesiva que tiene el protagonista de cercar la casa, con el fin de evitar que la muerte les visite. Pero Troy fallece y su deseo es completado por su mejor amigo (Stephen Henderson). Le sobrevive la pequeña Raynell (Saniyya Sindney), que en el último acto tiene siete años y ha sido acogida en la familia a pesar de ser fruto de una relación extramatrimonial del difunto, quien ya tenía un hijo músico (Russell Hornsby) de un matrimonio anterior. Todo ello es un reflejo de las dificultades en las relaciones para una comunidad objeto de segregación, bajo la necesidad imperiosa de mantenerse unidos frente a la adversidad. Para desteatralizar la puesta en escena, Washington ha confiado la fotografía a la danesa Charlotte Bruus Christensen, colaboradora habitual de Thomas Vinterberg.

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