2016 URR. 23 MIRADA AL MUNDO «karoshi», una palabra con la que no desees cruzarte Marian Azkarate {{^data.noClicksRemaining}} Artikulu hau irakurtzeko erregistratu doan edo harpidetu Dagoeneko erregistratuta edo harpideduna? Saioa hasi ERREGISTRATU IRAKURTZEKO {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Klikik gabe gelditu zara Harpidetu {{/data.noClicksRemaining}} La costumbre o, más bien, cultura profesional existente en Japón de meter muchas horas en la oficina ha provocado un aumento en el número de demandas de indemnización por karoshi o muerte por exceso de trabajo, que es como se denomina a este fenómeno social en el país nipón. Las demandas legales relacionadas con la «enfermedad de los trabajadores de cuello blanco» han llegado al máximo histórico de 1.456 durante el último ejercicio, según cifras facilitadas por el Gobierno. Hiroshi Kawahito, secretario general del Consejo Nacional en Defensa de las Víctimas de Karoshi, ha advertido recientemente que la cifra real podría ser diez veces mayor, debido a la falta de reconocimiento del problema: «Se hacen muchos simposios y se pegan muchos carteles, pero es únicamente propaganda, porque el verdadero problema es que hay que reducir las horas de trabajo y el Gobierno no está haciendo lo suficiente». Se calcula que la verdadera cifra puede llegar a las 10.000 víctimas anuales, más o menos el número de personas que mueren cada año en accidentes de tránsito. ¿Pero realmente trabajan tantas horas? En diciembre pasado, la importante cadena de restaurantes Watami se vio obligada a pagar alrededor de 900.000 euros en daños y perjuicios a la familia de Mina Mori, una joven de 26 años que se suicidó en junio de 2008, dos meses después de empezar a trabajar en la empresa. La causa: las jornadas extenuantes. Mina Mori forma parte de ese nuevo grupo de trabajadores que están alimentando las cifras del karoshi: los que tienen trabajos eventuales. Se cree que factores como este estén propiciando un aumento de los casos, unidos a la aplicación laxa de las leyes de trabajo y una cultura muy jerárquica, en la que los jóvenes se sienten incómodos por salir del trabajo antes que sus mayores. Otro caso: Kenji Hamada era un empleado de una compañía de seguridad en Tokio, casado con una joven esposa y exhibía una ética de trabajo impresionante. Su rutina semanal incluía una jornada de quince horas diarias de trabajo y cuatro extenuantes horas de traslados entre su casa y la oficina. Un día, corría el año 2009, lo encontraron desplomado sobre su escritorio. Sus colegas asumieron que estaba dormido. Hay que explicar que en Japón también tienen nombre para eso: inemuri, la costumbre de quedarse dormido en cualquier sitio. Parece que duermen poco. La causa del fallecimiento de Kenji Hamada fue un fulminante ataque cardíaco a la edad de 42 años. Adictos al trabajo. «Después de la Segunda Guerra Mundial, los japoneses eran unos adictos al trabajo de marca mayor», comenta a BBC Mundo Cary Cooper, un experto en manejo del estrés de la Universidad de Lancaster, Reino Unido. Tras la burbuja económica de los 80, hubo una verdadera epidemia de karoshi, porque la vida comenzó a girar en torno al trabajo. El crecimiento económico se disparó, provocando lo que se conoce como una «burbuja económica», y en su punto más alto, cerca de siete millones de personas (alrededor de 5% de la población total del país) mantenía una agobiante carga de 60 horas semanales de trabajo. Cuando la burbuja estalló a principios de la década de los 90, aquello empeoró todavía más. En los años siguientes, conocidos como la «década perdida», el karoshi alcanzó proporciones de epidemia. El Ministerio de Trabajo reconoce como karoshi tanto la muerte por enfermedad cardiovascular relacionada con el exceso de trabajo como el suicidio inducido por el estrés causado por el trabajo. Los parámetros incluyen trabajar más de 100 horas de horas extra en el mes anterior a la muerte o 80 horas extras al menos dos meses consecutivos durante los seis meses anteriores. En el caso del suicidio, se puede reclamar una indemnización si se trabajan al menos 160 horas extras en un mes, o más de 100 horas extras durante tres meses consecutivos. El problema es que los japoneses ya no son los campeones de las horas extra. En 2015, el trabajador promedio japonés trabajó menos horas que el estadounidense. El ranking mundial lo encabeza México. Como podía esperarse, el karoshi ya no es un drama exclusivamente japonés. En China mueren al día unas 1.600 personas por guolaosi, que es como se conoce a la muerte por exceso de trabajo en ese país. «India, Corea del Sur, Taiwán y China –las nuevas generaciones de economías emergentes– están siguiendo los pasos que dio Japón en la posguerra hacia trabajar largas jornadas», advierte Richard Wokutch, profesor de gerencia en la Universidad Tecnológica de Virginia.