2016 ABEN. 04 2016, ¿EL AÑO MÁS CALUROSO? Hay que bajarle la fiebre al planeta Todo apunta a que 2016 será el año más caluroso jamás registrado en el planeta. Los datos recabados hasta el momento superan de largo a los del 2015. De hecho, la temperatura media de los primeros diez meses del año ha sido la más cálida desde que los científicos comenzasen a hacer chequeos al clima en 1880. Marian Azkarate {{^data.noClicksRemaining}} Artikulu hau irakurtzeko erregistratu doan edo harpidetu Dagoeneko erregistratuta edo harpideduna? Saioa hasi ERREGISTRATU IRAKURTZEKO {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Klikik gabe gelditu zara Harpidetu {{/data.noClicksRemaining}} Lo advierte Jessica Blunden, climatóloga de la agencia estadounidense NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica): «Es muy probable que terminemos el año con un calentamiento récord. E incluso si termina no siendo así, los años 2016, 2015 y 2014 serán los tres más calurosos desde 1880». Blunden lo afirmó durante la teleconferencia de prensa en la que presentó, a mediados del pasado mes de noviembre, el último informe sobre las temperaturas registradas en el mundo. El mes de octubre, por ejemplo, fue el tercer octubre más cálido de la historia del planeta. Según la agencia NOAA, en octubre la temperatura en la superficie de la Tierra y en los océanos fue 0,72 grados centígrados por encima de la media del siglo XX (13,9° C), lo que supone que octubre de este año se ha ganado el título del «tercer octubre más caluroso en 137 años» y ha quedado muy cerca del récord establecido por ese mes en 2003… una marca en la que solo se registraron 0,26° C menos que en 2016. Respecto a lo que llevamos de año, la temperatura de la superficie de los océanos y de la tierra también ha subido: está 0,97° C por encima de la media del siglo XX (14,11° C), superando el anterior registro establecido durante el mismo período en 2015 (0,1° C). ¿Pero a qué se ha debido esta subida del mercurio? En gran parte a la intensificación de El Niño, la corriente marina ecuatorial del Pacífico, que comenzó a disiparse a finales de primavera para que le tomase el relevo la Niña, una corriente fría. Más datos: la extensión media del hielo del océano Ártico en octubre ha sido de 2,5 millones de kilómetros cuadrados, lo que supone un descenso del 28,5% en comparación con el promedio comprendido entre 1981 a 2010, según el Centro Nacional de Nieve y Hielo. Es la superficie más baja de hielo ártico registrada desde 1979, el año en el que se empezó a hacer el seguimiento a través de satélite. Lo que se ha perdido en hielo supone, haciendo una comparativa, como si durante los treinta últimos años se hubiera derretido la superficie de todo Alaska y Texas juntos. En octubre también se ha registrado la histórica de la menor superficie de hielo de la Antártida –un 4% menor que el promedio de 1981 a 2010–, con 7,51 millones de kilómetros cuadrados. Los datos coinciden con las previsiones de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), para quien 2016 será seguramente el año más cálido del que se tenga constancia, y las temperaturas mundiales serán aún más elevadas que las sin precedentes registradas en 2015. Según la evaluación realizada por la OMM, el aumento de la temperatura mundial sería aún mayor de la prevista por la NOAA: 1,2° C por encima de los niveles preindustriales. No parece mucho, pero la comunidad científica cree que superar 1,5° C puede ser peligroso para la civilización y superar los 2° C sería muy peligroso, habida cuenta la temperatura media del planeta en los últimos 400.000 años. Anomalías climáticas y migratorias. Esperemos que los datos le lleguen a Donald Trump, un escéptico para quien es un «engaño» alegar que es responsabilidad humana el calentamiento global. Trump se comprometió durante su campaña a retirar a los Estados Unidos del Acuerdo de París y a desmantelar la Agencia de Estados Unidos para la Protección Ambiental (EPA). Sin embargo, hace poco declaró al “New York Times” que «lo miraré (lo del calentamiento) con detenimiento. Estoy abierto a hablar de este asunto». Estudios como el de la Universidad de Durham, publicado por “Scientific Reports”, tal vez le hagan cambiar de opinión: en un futuro próximo, el calentamiento provocado por los gases de efecto invernadero provocará que los ciclones tropicales golpeen más a menudo la costa noreste de los Estados Unidos, debido a que los huracanes del Atlántico se están moviendo hacia el norte, del Caribe occidental hacia el noreste estadounidense. Es decir, hacia la zona de Nueva York. Este cambio en el rumbo de los ciclones es una anomalía climática. Tanto como las que viven ya en Bolivia, un país en situación de «estado de urgencia nacional» a mediados del pasado mes de noviembre a causa de la mayor sequía registrada en esta zona durante los últimos 25 años. Los cortes de agua en las diez principales ciudades provocaron manifestaciones por las calles de La Paz y conflictos en Potosí entre los agricultores y los mineros. La causa: la pelea por el agua. Por contra, en el otro extremo del mundo, en la república de Kazajistán y en plena Asia Central, en esas mismas fechas se registró una ola de frío de 30 grados por debajo de las temperaturas normales en esta época. En Astana, la capital de esta ex-república soviética y la segunda capital del mundo más fría después de Oulan-Bator (Mongolia), las temperaturas llegaron a -34° C, nada que ver con los -5°C habituales en esta época. Lo extraño es que esta inusual ola de frío ha venido precedida por la inhabitual ola de calor que recorrió Asia Central a principios de noviembre, cuando las temperaturas en Uzbekistán, la vecina ex república soviética de Kazajistán, llegaron a los 30°. Los fenómenos agravados por el cambio climático, como los episodios meteorológicos extremos o la degradación de los ecosistemas costeros, fuerzan ya a varias decenas de millones de personas a migrar de sus lugares de residencia cada año. Así lo destacaron recientemente los expertos de diferentes disciplinas en el primer Simposio sobre Migraciones Climáticas que celebró en Madrid la Fundación Ecología y Desarrollo (ECODES). En tanto que las migraciones climáticas son un fenómeno relativamente nuevo y no están debidas siempre a la misma causa, ni siquiera a un único motivo, los investigadores coinciden en que aún falta más investigación para cuantificarlas, si bien calculan que ya son decenas de millones de personas desplazadas cada año por esta causa. Entre los datos que se conocen, se sabe que entre 2008 y 2014 los eventos meteorológicos extremos desplazaron de sus hogares a 184 millones de personas, lo que da una media de 26,4 millones de seres humanos al año. La predicción es que esos eventos extremos desplacen a 200 millones de personas anualmente desde 2050.