7K - zazpika astekaria
gastroteka

#Compartir, como antes


Alguna vez hemos hablado sobre el picoteo y el compartir. Son la base de nuestras relaciones sociales y humanas. La excusa de juntarnos para picar algo, tomar algo y así vernos. Para luego recordar ese día como el día en el que empezamos picando unas aceitunas y nos metimos un besugo y una chuleta entre pecho y espalda… somos así y ¡nos gusta! O, mejor dicho, éramos… diría que seguimos siéndolo, pero que esto ya ocurre menos y de manera más personal. Solo con gente de nuestro círculo más cercano. Ocurre con los pocos que nos importan de verdad.

A nivel popular se está perdiendo esa magia de sacar el plato al centro de la mesa. Una acción tan simple que recuerda a los antiguos caseríos, aquellos en los que la jerarquía marcaba el orden de las comidas. La cuchara la gobernaba el matriarcado y la mesa no llevaba mantel; las pequeñas hendiduras de las mesas de madera nos recordaban lo comido días atrás… a veces, incluso, días en los que hubo pan. Todo esto, que es de lo que nace el plato al centro y los momentos de compartir la mesa, parece que ya no son lo que eran. Han perdido peso las mesas, literal. Ahora se piensa más en la experiencia del usuario... ¡no del grupo! Me imagino un mundo en el que los restaurantes sirvan a sus clientes individuales en mesas del estilo de los pupitres escolares. Esos pupitres a los que les sale una extensión del lado derecho y se despliega una mini-mesa en la que apoyar lo necesario, y me da miedo. Imaginaros un restaurante así. Es triste pero pensad en que la tendencia individualista va a ser cada vez mayor y para los restaurantes, tener mesas grandes, a su vez, será menos rentable. Cambian las formas y los formatos. Cambia el sentido del compartir. Parece que cada vez tenemos menos motivos para juntarnos y olvidarnos de lo que pasa en nuestro mundo, en el real y en el 2.0. Pensad que nos pasamos gran parte del día alimentando un avatar que físicamente no puede compartir un momento. Hablo de la obsesión de estar en la red y no sentado en la mesa, estando a la mesa. Ya vale de tanto móvil en la mesa.

Luego se nos llena la boca con #family, #tradición, #compartiresvida, #familytime… En lugar de perder el tiempo con tanto hashtag(#), si estuviéramos centrados en la mesa, compartir tendría sentido. No vale de nada comunicar lo que “se está haciendo” si realmente no se está haciendo eso que se dice que se está haciendo. Valga la redundancia. Creo que todos sabemos de lo que hablo. Yo hace tiempo que dejé de sacar fotos a los platos cuando estoy en la mesa compartiendo un momento con una, dos o diez personas. Si estoy, comparto el tiempo con los que estoy. Quiero que sentarme en la mesa siga teniendo sentido.

Mantener la costumbre. Y es que es inevitable mencionar la globalización y su efecto sobre esta tendencia. Hoy, y cada vez más, viajar a cuantos más países se ha convertido en un reto social global… y, cómo no, probar los platos típicos del lugar, ¡que no tiene sentido si no lo compartimos! Tal es la fuerza que tiene esta tendencia, que parece que el plato combinado con los colegas de la tasca de toda la vida, la de nuestro barrio o calle, es igual de “compartible” y “publicable” que un viaje a África en toda regla. #taska, #coffe, #breaktime, #friendship… y ningún hashtag #ennuestroidioma. Y ¡ojo! Que no es desmerecer a las tabernas de barrio, todo lo contrario, son, han sido y serán importantes porque mantienen esa autenticidad y esa complicidad hostelero-cliente de la que cada vez hay menos. Pedimos el café sin dejar de mirar el móvil en lugar de dar los buenos días mirando al camarero a los ojos. Hemos perdido el sentido y el criterio. Somos como monos disparando con metralleta al aire. Como si todo lo que hacemos le importara a los que nos “siguen” #followers, cuando realmente los que nos siguen, siguen ahí, esperando a que nos sentemos en la mesa. #waiting #horzain #exerikoalgea

Compartir ya no es lo que era y, como para muchos, para los más jóvenes ni siquiera ha existido, nos toca a los que lo hemos vivido mantener esta “casi-costumbre” viva y sobre la mesa. La gastronomía y la cocina han sido el nexo. El momento en el que la comida se ponía sobre la mesa era el momento en el que se cruzaban miradas, se servían unos a otros, nos saludábamos, nos interesábamos por el de enfrente. Ahora, compartir es otra cosa: para las nuevas generaciones, compartir tiene más de redes que de una buena mesa. Ya me perdonaréis, pero es que me preocupa el tema. Si no compartimos mesa, no existen los momentos, y sin momentos no hay historia. No seríamos lo que somos. Por eso hago un llamamiento a compartir, pero como antes. #elkarbanatutaezpartekatu

 

Receta de migas de pastor

Es una receta en la que el compartir es parte de la experiencia, el respeto y la jerarquía familiar, una tradición… y la receta de cada cual, un secreto que ha mantenido la magia de las migas viva. La primera vez que comí migas me impactó muchísimo. No sabía qué tenía que hacer. Estábamos todos alrededor de una gran sartén de migas que tenía varios platillos dándole toda la vuelta a la sartén con sardinas, torreznos, chorizo, uvas… Es una receta castellana que refleja perfectamente que el compartir ha tenido peso en cualquier casa en la que ha habido pan. Todos mirábamos las migas con ansia, pero hasta que mi abuelo y mi abuela no metieron el tenedor, el resto solo miramos. Yo, siendo el más joven, fui el último de todos en probarlas. Pensé que qué retrogrado era todo aquello, pero ahora veo que tiene sentido. Aquello era un mero ejercicio de recordar de dónde vienen las cosas, por qué somos familia y lo bonito de estar todos juntos. Fue mágico.

Ingredientes:

• Pan viejo • Agua • Ajos • Aceite de oliva VE • Sal • Panceta • Chorizo • Sardinas• Uvas.

Elaboración:

• Si podéis hacerlas con la sartén a la leña o en brasa, mejor. Pero el proceso empieza antes, unos dos días antes.

• Primero se deja secar el pan hasta que esté seco del todo, 24 horas aproximadamente al aire libre.

• Se “raja”(corta) la barra de pan en migas finas. Aquí está el secreto de cada familia. Algunos las prefieren finas, otros más gruesas… hay de todo y todo vale.

• Se extienden en una fuente y se dejan secar otro poco.

• Seguido, se humedecen salpicando unas gotas de agua con sal sobre ellas.

• En la sartén, se fríen en abundante aceite, muchos ajos con piel y todo, un pelín chafados. Con darles un golpe es suficiente.

• Cuando hayan dorado, se retiran y se añaden las migas sobre el mismo aceite. La idea es que se impregnen del sabor del ajo. Se remueven hasta que absorban el aceite. Se sirven en la misma sartén.

• Se acompañan con los chorizos, la panceta y las sardinas fritas y las uvas cortaditas a modo de refresco.

 No os doy cantidades porque la receta de mi familia la compartiría, pero solo en la mesa. #on egin!