2025 MAR. 30 PSICOLOGÍA Todo por hacer (Getty) Igor Fernández En el fondo, el sentido último de la salud es la libertad. Es decir, cuidar de nuestra salud es cuidar del potencial para hacer cosas, adaptarnos o crecer a voluntad y en consonancia con el medio. Esa conjunción «y» es importante, ya que la voluntad por sí sola no nos sirve para sacarle el máximo partido a la vida; es imprescindible un diálogo con lo real, con nuestras circunstancias y entorno, que nos limita en nuestras acciones -otra discusión sería hasta qué punto podemos cambiar el entorno a base de voluntad-. Cuidarnos tiene en su horizonte la posibilidad de experimentar en nuestra vida el crecimiento, la expansión, la exploración, la autonomía, la intimidad y la espontaneidad. Si mi cuerpo no me sigue, si siento dolor constantemente, si mi peso es elevado o mis articulaciones están resentidas; si mi mente no me sigue, si siento la obsesión o el miedo constantemente, si me pesan mis decisiones o duelos, si mi capacidad de relativizar está anquilosada, aun así tendré un margen de maniobra para mejorar mi condición física y psicológica en función de mis condiciones actuales de vida, de mi genética, edad, de mis relaciones o de las historias que me cuento sobre mí mismo, sobre mí misma, los demás o la vida. Y sí, somos seres limitados. Sin embargo, en cualquiera de los dos ámbitos (físico y psicológico), fusionados en nuestra experiencia de ser quienes somos, la aspiración es la libertad de crearnos hacia adelante. La libertad para soñar y, por tanto, también la libertad de ejercer nuestra responsabilidad de crear futuro, de dar a otros lo que tenemos para dar, de impulsar al grupo al que pertenecemos y nutrirlo, pero también de hacerlo cambiar. La salud nunca es la ideal, nunca somos ni tan fuertes, ni tan jóvenes, ni tan sabios, ni tan flexibles como para hacer en la vida lo que nos proponemos en un momento dado, pero sí puede ser suficiente como para intentarlo, recorrerlo o explorarlo. Quizá no podamos ejecutar la vida como pensábamos -con seguridad no conseguimos las cosas como las imaginamos, principalmente porque en el resultado participa el otro, la otra, con sus propias cosas-, pero esa certeza no nos hace menos merecedores de intentarlo. Es nuestra responsabilidad cuidarnos física y mentalmente para ejercer nuestra libertad lo mejor que podamos, pero también es nuestro derecho jugar el partido, sin resultado preconcebido; o recorrer el camino, experimentar con los recursos que tenemos, llegar adonde lleguemos, sin miedo a fallar porque nada de lo que vayamos a hacer en el futuro está creado, así que no puede haber una creación fallida. Si no se ha hecho antes, si nadie puede juzgar lo que no ha pasado, ¿cómo se puede fallar? Solo tendremos entonces un intento hecho, una partida jugada, un libro leído o una relación vivida, en el tiempo que tenemos.