7K - zazpika astekaria
IRUDITAN

Muerte ante las cámaras


Tres balas: cara, corazón, pulmón. Y un ramo de flores.

A primera hora de la tarde del 24 de enero, Shaimaa al Sabbagh, de 32 años, militante por los derechos laborales, poeta y madre de Bilal, de 5, caía bajo los disparos de las fuerzas especiales de la Policía egipcia en el centro de El Cairo, cerca de la blindada plaza de Tahrir. Iban unos veinte del Partido Socialista y gritaban «Pan, libertad y justicia social». Organizaron la concentración de homenaje a los caídos en la revolución de hace cuatro años en víspera del aniversario, para no ser confundidos con seguidores de Mursi. Shaimaa al Sabbagh llevaba rosas. Fue alcanzada por una andanada mortal de perdigones disparada a muy corta distancia. Imposible confundir las rosas con un AK-47.

La imagen que traemos a este Iruditan es el testimonio de los últimos momentos con vida de Shaimaa al Sabbagh: un compañero la recoge en sus brazos de la calzada para llevarla a un hospital. Un baile desgarrador. Otra mártir. Desgraciadamente, otra foto icónica.

Pero, al contrario de lo que ocurrió con las fotos virales de Khaled Said o del tunecino, vendedor ambulante de verdura, Mohamed Bouazizi, esta no será chispa de otra primavera. Egipto parece preso entre un Estado roto presidido por Abdelfatah Al-Sisi y el Estado Islámico. Roto, aunque aún lejos del caos devastador de Siria, Irak.. Al-Sisi dice honrar los esfuerzos de los egipcios que piden un cambio desde hace cuatro años, pero exige paciencia. Su Gobierno asegura haber suscrito un compromiso con la democracia, pero los activistas de derechos humanos, incluido el Partido Socialista de Sabbagh, le acusan de deriva autoritaria.