Nando Cruz: «Los macrofestivales son a la música lo que los cruceros al turismo»
El periodista Nando Cruz analiza el impacto del crecimiento exponencial de estos eventos en el libro ‘Macrofestivales. El agujero negro de la música’ en esta entrevista con la agencia Efe.

Cuando falta poco para que el Primavera Sound abra la temporada de festivales en España, el periodista musical Nando Cruz analiza el impacto del crecimiento exponencial de estos eventos en el libro ‘Macrofestivales. El agujero negro de la música’ y llega a la conclusión de que estos eventos son a la música «lo que los cruceros al turismo».
«Los macrofestivales son espacios abarrotados, donde las aglomeraciones obligan a ver los grupos de música a través de pantallas, se bebe y se come mal y caro, se explota a los trabajadores, hay problemas de seguridad y son nefastos para el medio ambiente», ha asegurado Cruz en una entrevista a la agencia Efe.
En su libro, el periodista disecciona «un fenómeno sin precedentes, que ha crecido hasta erigirse en el formato principal de consumo de música en vivo».
Casi mil festivales en 24 años
En agosto de 1995, el Festival Internacional de Benicàssim (FIB) puso la primera piedra en el circuito de macrofestivales españoles de la era moderna con un presupuesto de 482.000 euros.
Veinticuatro años después, en 2019, el ministerio español de Cultura ya contabilizaba 917 y hoy en día los más grandes ya manejan presupuestos de más de 50 millones de euros.
«El verano pasado pasaron muchas cosas que me dieron a entender que los macrofestivales habían llegado a un límite, a un punto de inflexión, y que era el momento adecuado para reflexionar sobre ello en un libro», ha explicado el autor.
El primero de estos hechos fue lo ocurrido en el Primavera Sound la noche del 2 al 3 de junio de 2022, en la primera jornada de su edición pospandémica, la más multitudinaria de su historia, con «aglomeraciones que pusieron en peligro la seguridad del público».
Este suceso, que fue duramente criticado en las redes, llevó a los espectadores «a compararlo con otros desastres recientes del sector festivalero, como el Astroworld y el Fyre Festival».
El primero, con el trágico balance de diez fallecidos solo siete meses antes y el segundo, cancelado antes de empezar, «como tantos otros eventos que no se pudieron celebrar porque las empresas que montan escenarios estaban saturadas o porque faltaban materiales», según Cruz.
Aglomeraciones y problemas de seguridad
«Cuando se producen aglomeraciones, que pueden estar localizadas en puntos concretos del recinto sin que ello signifique que el festival entero está desbordado, aparece la sospecha de overbooking», afirma Nando Cruz.
En su opinión, «del mismo modo que no es sencillo garantizar una experiencia musical cómoda en un lugar con miles de personas, tampoco es fácil garantizar la seguridad».
Nando Cruz cree que los problemas de seguridad son solo uno de los elementos visibles de un modelo insostenible, consecuencia del hecho de que «muchos de los festivales juegan en ligas mundiales y eso les obliga a crecer sin freno para sobrevivir».
«Después de una pandemia, en la que dentro del sector musical se escuchó mucho la cantinela de que teníamos que decrecer, lo que hizo esa misma industria en cuanto se acabaron las mascarillas fue traspasar todos los límites y buscar la rentabilidad económica a cualquier precio», lamenta.
Cruz se muestra muy crítico con «un modelo de consumo masificado y dañino para el medio ambiente» e invita «a encontrar un encaje más razonable, una dimensión más humana y fértil».
Desigualdades y Cachés millonarios
Los macrofestivales son espacios donde «las desigualdades son extremas, con cabezas de cartel que cobran más de un millón de euros y artistas locales a los que les descuentan los gastos y les acaban quedando limpios 50 euros a repartir entre todos los miembros de la banda».
«Nos permitimos criticar a las grandes superficies comerciales que perjudican a los comercios de barrio, pero parece que en el entorno de la música no se puede decir nada porque es un lugar para pasárselo bien y mientras nos divertimos no queremos activar nuestra mirada crítica», argumenta.
Por ello, deplora que los macrofestivales que permiten ciertos excesos dispongan de subvenciones públicas, sin que estas ayudas vayan acompañadas de medidas de control, como inspecciones de trabajo o controles de seguridad.
Cruz reconoce que no todos los festivales son iguales y algunos ya han decidido mantener sus actuales dimensiones y dejar de crecer, pero aun así augura que serán muchos los que seguirán sobrepasando los límites porque estamos entrando «en la tercera guerra entre festivales».
«La primera fue entre el FIB y el Doctor Music, luego a tres bandas, entre FIB, Summercase y Primavera Sound, y ahora estamos en la tercera, en la que entran empresas internacionales porque los fondos de inversión ya tienen importantes participaciones en los festivales españoles».

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