Iñaki Zaratiegi
gara-2021-11-29-Reportaje
Cartel central de la exposición «El arte en el cómic», en Okendo Kultur Etxea de Donostia, dibujado para la ocasión por el donostiarra Ángel Alonso, que recrea «La torre de Babel» de Pieter Brueghel El Viejo. Precisamente, «Las aventuras del capitán Torre

Los tebeos conquistan los museos

De los jeroglíficos a las señales, rótulos e iconos, de los tebeos y superhéroes a las novelas gráficas adultas, el dibujo ha sido siempre una alta expresión creativa. El cómic está por fin en los grandes museos. Lo corrobora una amplia exposición en Donostia.

Dice la gente comiquera que manifestaciones artísticas egipcias, griegas o romanas como los jeroglíficos, la columna trajana, el friso del Partenón… fueron la semilla de los tebeos. O que genios como Goya y Picasso dibujaron puro cómic. Pero a la historieta como tal, que nació en el siglo XIX, le costó prácticamente cien años sacudirse la consideración de género artístico menor. Y se le llamó noveno arte, aunque su presencia histórica es anterior a los supuestos séptimo y octavo (cine y foto).

Tras la Segunda Guerra Mundial se desarrolló masivamente en EEUU y Japón y fue en la escena creativa y editorial franco-belga de la bande dessinée donde a finales del pasado siglo adquirió más entidad ‘cultural’ para asentarse como ‘novela gráfica’ y “cómic para adultos”.

Primero con booms como ‘Les Schtroumpfs’, ‘Asterix’, ‘Tintin’ o ‘Lucky Luke’ y abarcando después temáticas de fondo y forma que convirtieron a los tebeos en una original y hasta vanguardista literatura dibujada. Como dijo Art Spiegelman (premio Pulitzer en 1992 por ‘Maus’), «el cómic ha pasado de ser un icono del analfabetismo a uno de nuestros últimos bastiones del alfabetismo».

Arriba, caricatura de Picasso por parte de Juanjo Sáez en el álbum «El Arte. Conversaciones imaginarias con mi madre».

 

Reciprocidades creativas. Picasso dibujó desde niño y amaba los pioneros suplementos tebeísticos de la prensa norteamericana. ¿Hay mayor icono del dibujo ‘artístico’ que ‘Guernica’, reciclado en sus detalles hasta la saciedad? El museo parisino que lleva su nombre organizó el año pasado la exposición «Picasso et la bande dessinée».

Si altos valores del arte contemporáneo (Lichtenstein, Warhol, Hamilton…) se han inspirado en las historietas, el cómic ha bebido de los maestros pintores y los homenajea en viñetas e ilustraciones. El género ganó reconocimiento cultural en su unión con el cine (con ententes como la de Fellini-Milo Manara) y la celebración de exposiciones y salones. Como avisó el notable dibujante Chris Ware, «los cómics están apareciendo en las librerías como novelas y en los museos, como arte».

En la modesta villa gala de Angoulême nació en 1974 la Feria que iba a institucionalizar los tebeos y allí se abrió en 1990 el museo Cité Internationale de la Bande Dessinée et de l´Image, aunque había sido precedido un año antes por el Centre Belge de la Bande Dessinée en el corazón de Bruselas. En 1992 La Grande Halle de la Villette de París programó ‘Opéra Bulles’, primera exposición oficial con tebeos.

Futurópolis había sido en París, en 1972, la primera librería especializada en historietas. En 2005 colaboró con el Museo del Louvre para crear la colección ‘Le Louvre invite la bande dessinée’. Un encargo a diferentes autores con el museo y sus fondos de arte como elemento protagonista. De esa serie saldría una primera exposición colectiva en 2009 y en 2012 el gran renovador Enki Bilal expuso los originales de su álbum ‘Les fantômes du Louvre’.

La idea fue asumida en 2014 por el Museo de Orsay que creó su serie de cómics de encargo sobre obras de su pinacoteca, destacando como motivo protagonista central la propia estructura de la antigua estación de tren. Después, grandes centros culturales o museos han abierto sus puertas al arte secuenciado. El Pompidou o Beaubourg encargó murales callejeros y elaboró una historieta en la exposición sobre Dalí de 2012. El mismo año el también parisino Museo de Arte Moderno homenajeó al referente underground Robert Crumb.

El museo neoyorquino MoMa tiene una amplia colección de obra propia (Drawn to MoMa) y un hito internacional de los tebeos fue cuando en 2019 el manga tuvo su mayor exposición en el londinense British Museum.

Página del cómic «Las Meninas», de Santiago García y Javier Olivares.

 

Comicotecas. La onda expansiva cruzó el Pirineo y en 1990 el Institut Valencià d’Art Modern publicó ‘TBO IVAM’, de Daniel Torres y Carlos Pérez, primer cómic editado por un museo en el Estado español. En el 30 aniversario del centro, en 2019, se publicó “Diario del dibujante de El Dibuixat”, cómic de Paco Roca acerca de la exposición que había realizado sobre las propias paredes del centro.

El Museo Thyssen encargó en 2014 el álbum ‘Mitos del Pop’ a Miguel Ángel Martín, como complemento de la exhibición homónima dedicada al Pop Art, y ha editado cómics de sus exposiciones sobre Balthus o El Bosco. Dos años después se inició la colección de tebeos del Museo del Prado con ‘El tríptico de los encantados’, de Max, complemento a otra exposición sobre El Bosco. Continuó con álbumes sobre muestras José de Ribera y Fortuny o un cómic de Sento Llobell sobre el bicentenario de la propia institución.

Los referenciales Salón del Cómic y Salón del Manga de Barcelona se han desarrollado en El Museu Nacional d’Art de Catalunya, que ha celebrado exposiciones como la realizada a cerca de las nuevas aventuras del popular Corto Maltés o sobre la revista alternativa ‘El Víbora’, desaparecida en 2005.

Portadas de los álbumes, «La traversée du Louvre» (David Prudhomme), «La danza de la soledad» (Salva Rubio-Ricard Fernández), «El síndrome de Stendhal» (Sagar Forniés) y «Las Meninas».

 

La asturiana localidad de Avilés inauguró por su parte la que es primera sala permanente de exposiciones dedicada al cómic en el Estado español. Lo hizo con una muestra de planchas originales y bocetos de la obra ‘Leonard2Vinci’, del francés Stéphane Levallois, que englobaba biografía, drama, historia y space opera.

Fuera de iniciativas museísticas e institucionales, el mercado tebeístico ha ofrecido notables obras recientes en el campo de la relación tebeo-pintura. Por ejemplo, y desde Italia, la biografía del maestro Caravaggio de la mano del popular dibujante Milo Manara.

Javier Olivares y Santiago García revisaron en 2014 ‘Las Meninas’, trasladando a viñetas la vida y entorno histórico de Velázquez. El barcelonés Juanjo Sáez dibujó ‘El Arte. Conversaciones imaginarias con mi madre’, desenfadada reflexión sobre creadores, museos y mundillo artístico. O la pareja Salva Rubio-Ricard Fernández biografiaron primero a Monet en “Nómada de luz” y editan ahora “La danza de la soledad” sobre Degas.

Artes bastardas. La exposición ‘El arte en el cómic-Artea komigintzan’, que lleva ya un tiempo en exhibición y que se puede visitar hasta el 29 de enero en la donostiarra Okendo Kultur Etxea, refleja ampliamente esa interconexión arte-tebeo. Alberga más de 200 obras de unos 70 artistas entre dibujantes y guionistas. La dirige el irundarra Asier Mensuro Puente, especialista y entusiasta del género, quien la concibió junto al ya fallecido coleccionista donostiarra Luis Gasca. Ambos firmaron en 2014 el pionero estudio ‘La pintura en el cómic’.

Dividida en tres apartados mayores, más otras secciones, un primer núcleo agrupa una larga lista de autores que han interactuado con el mundo de la pintura en Europa y América. Destaca la presencia de Picasso (y en particular su ‘Guernica’) como referente más elegido. También ‘La torre de Babel’ de Brueghel, ‘El beso’ de Gustav Klimt, Goya, la Gioconda, las ‘Meninas’ y un largo etcétera. Mensuro señala con cariño una reconstrucción menor en blanco y negro de ‘La balsa de la Medusa’, de Géricault, poblada por personajes de la revista ‘El Víbora’, enviados en su día uno a uno por correo postal y pegados como collage colectivo.

Un segundo apartado refleja la colaboración con las entidades Louvre-Orsay que prestan reinterpretaciones de sus cuadros clásicos encargadas a conocidos dibujantes. Entre las docenas de propuestas, Catherine Meurise (afortunada sobreviviente de la masacre en la revista ‘Charlie Hebdo’) investigó el Louvre en ‘Los grandes espacios’ o realizó un cómic sobre Delacroix. Enki Bilal hizo la serie ‘Les fântomes du Louvre’. David Prudhomme realizó ‘La traversée du Louvre’. El Centro Pompidou aporta imágenes de la biografía que el incombustible comunista Edmond Baudoin (que exige que su obra viaje por transporte público) hizo sobre Dalí. Y se exhiben otras variadas iniciativas que emparejan el tebeo con la pintura mayor

El tercer gran capítulo revisa también viñetas creadas por encargo para recrear obras pictóricas. En este caso las de la colección privada de Telefónica, entidad patrocinadora de la exposición. Javier Olivares y Santiago García, Moreu, Berrio, Galvañ, Alba o Valero reactivan a Picasso, Magritte, Tàpies, Ibáñez, Blanchard, Gris o Delvaux.

El donostiarra Ángel Alonso ha dibujado un cartel específico para la exposición reciclando el comentado Babel de Brueghel y la muestra incluye también un dibujo del errenteriarra Iñaki Holgado del álbum ‘Amets lokatuak’ (revista ‘Xabiroi’), con referencias a cuadros de Van Gogh o Goya.

Caricaturas de Velázquez, Picasso y Andy Warhol por Javier Olivares.

 

Saqueadores natos. Según su responsable Mensuro, la muestra expuesta en Okendo prueba «que todas las artes son permeables y que el mestizaje derriba barreras y prejuicios y amplía el campo del arte». Miguel Gallardo, que suspendió en Bellas Artes, presenta ‘Estados alterados’, ejercicio de pastiche que repasa 32 estilos artísticos en un par de láminas. El popular dibujante catalán remarca que «no hay diferencia entre pintura y cómic, sólo entre buenas obras y malas. Hay dibujantes de cómic que están a la altura de cualquiera del mundo del arte y artistas contemporáneos antiguos que están por debajo de cualquier dibujante de cómic. Y está además el gusto de la gente. En la época de Van Gogh a nadie le gustaban sus cuadros y seguro que había dos pompiers que triunfaban, cuando ahora nadie se acuerda de ellos».

El creador de ‘Makoki’ o ‘María y yo’ ha recordado que Picasso fue el primero en reconocer que los artistas del pincel «somos saqueadores natos y no hay nada de malo en ello. Todo se nutre de todo. La pintura se ha nutrido del cómic y el cómic de la pintura. Hay que reivindicar el cómic y promover iniciativas como esta que hagan de las salas y museos algo más participativo y actual».

Cartel de la macro exposición sobre manga del British Museum en 2019. Portadas de «Historietas del Museo del Prado» (Sento Llobell) y «TBO IVAM» (Daniel Torres y Carlos Pérez).

 

La oscense y bilbotarra de adopción Mamen Moreu homenajea a Picasso, Magritte y Tàpies y ha explicado sobre su revisión de la obra picassiana que «si hubiera salido de mí, jamás lo hubiera hecho. No sabía por dónde tirar. Al final, lo que en el cuadro eran maderas lo convertí en reglas y lo que eran tejidos, en una página de cómic. Luego añadí texturas de cartón y tonalidades. Lo ves desde lejos y parece una fotografía del cuadro original».

El levantino Paco Roca (‘Arrugas’, ‘La casa’), que dedica una historieta al ‘Guernica’, ha opinado que la exposición «es interesante porque casi todos los dibujantes de cómic provenimos de Bellas Artes. Al final lo que todo creador (cine, literatura, arte…) quiere es transmitir algo al público y nos enfrentamos con las mismas dudas. Me parece genial que el cómic esté en los museos, es una forma de normalizarlo. Pero es más importante llegar a las librerías, prensa, televisión… Que se hable de un cómic como de un libro o un disco».

La exposición de la Kultur Etxea de Gros, que permanecerá abierta hasta el 29 de enero, es una detallada introducción a ese fascinante mundo creativo que une tebeo con grandes de la pintura. Una original iniciativa que ilustra coloristamente las mil maneras de las que se sirve el formato en tebeo para reinterpretar historias de Arte y creatividad con mayúsculas.