
¿El Athletic en el primer embrión de la Superliga?
La idea de la Superliga no es nueva, lleva siete década encima de la mesa y ha contado con diferentes intentonas. En una de ellas, algunas informaciones incluían al Athletic en el proyecto que tenía como objetivo dirimir al mejor del continente.
El 19 de abril de 2021, doce de los clubes más poderosos de Europa anunciaron la creación de la Superliga. Un nuevo torneo, similar a la Euroliga de baloncesto, que pretendía aumentar los ingresos y la proyección de la marca global de unas entidades convertidas en auténticas multinacionales del entretenimiento. El plan, que llevaba tiempo gestándose, estaba financiado por el banco JP Morgan e inspirado en las competiciones estadounidenses, pretendía otorgar licencias fijas a determinados conjuntos por encima de sus resultados deportivos. El pulso con la UEFA, que había aceptado modificar el sistema de competición de la Champions incluyendo más equipos, multiplicando el número de encuentros y, por ende, aumentar los ingresos, estaba servido. Las ligas locales, temerosas de perder tanto en nivel como invisibilidad, también mostraron su desacuerdo, siendo Javier Tebas uno de los más activos.
El gigante que parecía qud iba a alterar la fisonomía del fútbol europeo de forma inmediata se desvaneció en apenas 48 horas. Una conjunción de elementos desarticuló el proyecto, aunque idea sigue presente en las oficinas de muchos de esos clubes. El rechazo frontal de la UEFA y los torneos domésticos, el posicionamiento del gobierno británico en pro de seguir alimentado la Premier League como elemento de proyección internacional tras el Brexit, la no participación del Bayern, el Borussia Dortmund o el PSG y las protestas de los aficionados ingleses acabaron rompiendo sus pies de barro. Pese a ello, como señalaba el profesor de la Universidad de Vic y autor del libro «La Disneyització del fútbol» Xavier Ginestá en estas mismo medio de comunicación: «La idea de la Superliga ha llegado para quedarse».
De hecho, no es nueva, lleva siete décadas encima de la mesa y ha contado con diferentes intentonas a lo largo de la historia. El 15 de diciembre de 1954, los periodistas del diario «L’Equipe» Gabriel Hanot y Jacques de Ryswick propusieron la creación de una nueva liga europea que contaría con la participación de 14 equipos. La iniciativa se planteó en un momento de cambio y agitación en el fútbol continental, ya que la UEFA acababa de nacer apenas seis meses antes y barajaba poner en marcha un torneo de selecciones.
Del club «campeón del mundo» a la Copa de Europa
Dos días antes de la publicación de dicho artículo, con motivo de la celebración del 60 aniversario del estadio Moulinex de Wolverhampton, el cuadro local se impuso por 3 a 2 al Honved húngaro, conjunto que suponía la base de los «magiares mágicos», la selección húngara de Gustav Sebes que había patentado lo que se denominó como «el fútbol socialista». Subcampeones del mundo tras caer ante Alemania en lo que se calificó como «el milagro de Berna», el 25 de noviembre den 1953 habían vencido por tres a seis a Inglaterra en Wembley. Un encuentro que fue calificado como «el partido del siglo». El Honved, base de aquel combinado, contaba en sus filas con Puskas, Czibor o Kocsis. El Wolverhampton, que ya había ganado por cuatro a cero al Spartak de Moscú, logró imponerse en un partido emitido por la BBC y fue tildado por el «Daily Mail» como «el campeón del mundo» oficioso. El calificativo provocó la propuesta de «L’Equipe».
Otros medios como el catalán «Mundo Deportivo» también se hicieron eco de la iniciativa del diario galo. Así, el 29 de diciembre de 1954, en un texto firmado por el periodista Carlos Pardo festejaban la idea subrayando que «la idea llega en un gran momento». Una reflexión en la que ahondaba al destacar que «Honved, Wolverhampton, Partizan, Rapid de Viena, Milan, Madrid, Barcelona o Atlético Bilbao (nombre impuesto en aquel tiempo), para citar algunos ejemplos, futbolísticamente hablando, son máquinas más perfectas, más sincronizadas, más fáciles de llegar el juego grande que una selección nacional».
La apelación a los equipos vasco y catalán, no es baladí, ya que entre 1948 y 1954, los leones habían vencido en partidos amistosos y torneos al Boldklubben 1893 danés, el Hull City inglés, el Wacker de Viena austriaco, el Rot-Weis alemán, la selección mexicana y a los argentinos Racing e Independiente de Avellaneda. También hay que reseñar derrotas ante el Stade Reims, Nuremberg y Saarbrucken. En el caso del Barça, se habían impuesto al Frankfurt, Young Boys de Berna, Sporting de Lisboa, Juventus, Niza, Roma, Manchester City o Vasco da Gama. En el momento de la publicación de aquel artículo, Barcelona y Athletic contaban con mejor palmarés histórico que el Real Madrid. Los culés habían ganado nueve Ligas y doce Copas, los leones contaban con cinco torneos de la regularidad y dieciocho torneos del K.O, mientras que los blancos sumaban tres Ligas y nueve Copas. La Copa de Europa cambiaría la historia.

Con una visión profética muy destacable, Pardo remarcaba que «Ryswick y Hanot están en lo justo, al pensar que un supercampeonato europeo anual, en base a los campeones de cada país, alcanzaría cimas futbolísticas y espectaculares tanto o más altas que las del campeonato del mundo». Un empeño al que auguraba «éxito popular» y en el que era capaz de anticiparse a otro factor determinante: «La prensa, la radio, la televisión –esta en gran escala en los países en los que existe– e incluso el cine han sido, en conjunto, las teclas que de un gran órgano mundial que ha extendido la popularidad de los ases». En su artículo, además de los anteriormente citados, Pardo también proponía los nombres de otros posibles participantes refiriéndose a Kaiserslautern, Dynamo de Moscú, Grasshopper, Anderlecht, Malmoe, Hibernians o Sporting de Lisboa.
La Mitropa y el Campeonato Sudamericano de Campeones, los precursores
La idea de crear una nueva competición continental bebía de diferentes fuentes. En lo que al fútbol europeo se refiere, existían diferentes torneos que podían servir de inspiración. La Copa Mitropa, fundada en 1927, fue el primer gran trofeo internacional de clubes reconocido por la FIFA. Un campeonato en el que participaron conjuntos de Austria, Checoslovaquia, Hungría, Italia, Rumanía, Suiza o Yugoslvia y que fue interrumpido en 1940 a consecuencia de la II. Guerra Mundial. Se retomó en 1954, pero la creación del nuevo torneo alentado por «L’Equipe» provocó su ocaso. Antes de la Copa Mitropa, en el Imperio Austrahúngaro, clubes de los distintos países que lo formaron, disputaron la conocida como Challenge Cup entre 1897 y 1911.
Las federaciones española, francesa, italiana y portuguesa crearon la Copa Latina en 1948, un desafío que se prolongó durante ocho ediciones. En la final de 1956, el Milan venció por tres a uno al Athletic en una final disputada en el Arena Civica de la capital lombarda, un coqueto estadio reflejo de la arquitectura neoclásica. Los tantos de Bagnoli, Del Monte y Schiafino dieron el título a los rossoneri ante un Athletic que apenas pudo anotar un gol por medio de José Luis Artetxe. Como curiosidad señalar que en el once milanista estaban Lorenzo Buffon y Cesare Maldini, tíoabuelo y padre de Gighi y Paolo. Por parte del Athletic, el eslovaco Fernando Daucik, uno de los mejores técnicos de aquel entonces, alineó a Carmelo Cedrún, Orue, Canito, Garai, Mauri, Maguregi, Artetxe, Markaida, Eneko Arieta, Uribe y Piru Gainza. Los otros jugadores desplazados fueron Lezama, Azkarate, Etura y Fede Bilbao.
Fuera de Europa, en Sudamérica, en los años treinta del siglo pasado, los campeones de Argentina y Uruguay disputaban la Copa Aldao, mientras que en Venezuela se organizaba lo que se conocía como «la pequeña copa del mundo» con participación de clubes de ambos continentes. En 1948, por su parte, se celebró un torneo inspiracional para Hanot y Ryswick, el Campeonato Sudamericano de Campeones. Una competición en la que tomaron parte el River Plate de Argentina, el Vasco de Gama de Brasil, el Litoral de Bolivia, el Colo Colo de Chile, el Emelec de Ecuador, el Deportivo Municipal de Perú y el Nacional de Montevideo uruguayo. Jugaron todos contra todos en Santiago de Chile, alzándose los cariocas con el cetro. El proyecto sirvió también de aliento para que en 1960 se pusiese en marcha la Copa Libertadores. En cuanto a selecciones se refiere, más allá del Mundial –retomado en 1950 tras la II Guerra Mundial–, cabría señalar a los British Home Internationals disputados anualmente por Escocia, Gales, Inglaterra e Irlanda desde 1884 o la Copa del Doctor Geró. Un certamen ideado por el director técnico austriaco Hugo Meisl y que entre 1927 y 1960 enfrentó a los combinados de Austria, Checoslovaquia, Hungría, Italia y Suiza. En su última edición, que coincidió con la puesta en marcha de la Eurocopa, también participó Yugoslavia.
Los riesgos y las bases del nuevo torneo
La propuesta de Hanot y Ryswick obtuvo una importante aceptación mediática y organizativa, aunque también contaba con algunos importantes impedimentos logísticos. El desarrollo del ferrocarril había avanzado de forma notable, pero los viajes en barco seguían siendo muy prologados y el transporte aéreo todavía no era del todo fiable. Prueba de ello, son casos como la tragedia de Superliga. Y es que el 4 de mayo de 1949 el avión del Torino se estrelló en una basílica en las inmediaciones de Turín mientras regresaba de un viaje a Portugal. Fallecieron 31 personas, entre ellas los 18 componentes del equipo. El 4 de diciembre de 1953, se produjo el primer gran accidente de un vuelo comercial en el Estado español, al colisionar en Somosierra un avión que realizaba Bilbo y Madrid. Murieron 22 personas y hubo 10 supervivientes. En 1954, se registraron sendos graves siniestros en trayectos que sobrevolaban el Mediterráneo, mientras que el 6 de febrero de 1968 sucedió el conocido como «Desastre aéreo de Múnich». 23 personas, entre ellos 10 integrantes del Manchester United, perdieron la vida en un accidente a escasos kilómetros de la capital bávara. Asimismo, otras razones de orden diplomático ponían en solfa la celebración de la nueva liga europea, ya que la división política existente podría hacer que determinados encuentros de fútbol derivasen en problemas políticos y las ligas locales también temían perder su protagonismo.
Los impulsores del proyecto se reunieron en París en abril de 1955 para dar vía libre al campeonato. Los apoyos del madridista Santiago Bernabéu y del húngaro Gustav Sebes, en una peculiar alianza política y deportiva, fueron determinantes. La recién creada UEFA también dio su visto bueno, impulsando el torneo de forma notable tras el congreso que celebró un año después en Lisboa.
La Copa de Europa se puso en marcha el 4 de septiembre de 1955. En su primera edición participaron equipos de Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Escocia, los Estados español y francés, Hungría, Italia, Países bajos, Polonia, Portugal, Protectorado del Sarre –territorio germano controlado por París–, Suecia, Suiza o Yugoslavia. Las ausencias más notables, en el marco de la desconfianza de algunas federaciones y de la propia FIFA, fueron las de los conjuntos de Checoslovaquia, Inglaterra y la URSS. Finalmente, el torneo se disputaría con un formato de eliminatorias a doble partido, que arrancarían en los octavos de final y cuyos encuentros se disputarían entre semana para no entorpecer a los torneos domésticos. El Real Madrid se proclamó el primer campeón de la Copa de Europa tras ganar por cuatro a tres al Stade Reims francés en Paris. Al tiempo, el Athletic ganó la Liga y consiguió el billete para participar en la nueva competición continental.
Los leones en la «Liga de Europa»
En la mente de los impulsores, convertir el torneo en un campeonato con formato liguero seguía siendo una meta. Adelantos como la luz artificial en los estadios permitían retrasar los horarios de los partidos, ampliando aforos e incorporando a las clases populares a los estadios. El fútbol se había convertido así en el principal deporte de masas del siglo pasado. Para la edición de la temporada 1956-1957 se llegaron a crear soportes publicitarios de la «Liga de Europa». Un mapa continental se podían ver los nombres de los campeones de aquel curso, entre ellos, el Athletic, el Manchester United, la Fiorentina, el Anderlecht, el Borussia Dortmund, el Honved, el Oporto, el Estrella Roja de Belgrado o el Real Madrid. El cuadro vasco, uno de los más potentes de aquella época, formaba parte de los primeros integrantes de aquel selecto club.
Debido a los problemas citados anteriormente, la Copa de Europa mantuvo su formato de eliminatorias directas. Un torneo en el que el Athletic eliminó al Oporto luso en una eliminatoria recordado por el hat-trick de José Luis Artetxe, dejó en la cuneta al grandísimo Honved de Puskas y cayó eliminado ante el Manchester United de los «Busby Babes». En San Mamés, bajo una intensa nevada, los leones ganaron por cinco a tres en un partido legendario, pero los vizcainos no pudieron pasar de ronda, ya que cayeron por tres a cero en Inglaterra. En la final, el Real Madrid volvió a ganar el trofeo.

El sistema de competición se mantuvo durante décadas con el dominio merengue inicial, las irrupciones del Benfica de Eusebio, el Inter de Helenio Herrera, los «Lisbon lions» del Celtic, el Manchester United de Bobby Charlton –superviviente al accidente aéreo de 1958–, las triples coronas del Ajax o el Bayern, la supremacía inglesa con el Liverpool, el Nottingham Forest de Clough, la tragedia de Heysel, el milagro del Steaua en Sevilla, el taconazo de Madjer o la revolución que conllevó el Milan de Sacchi. En 1988, volvió a hablarse de la posibilidad de crear una Superliga, pero los principales cambios llegaron en la temporada 1991-1992.
Fue el primer curso en el que se disputó una liguilla sustituyendo a las eliminatorias de cuartos y semifinales. Los ocho mejores, tras superar dos rondas previas, se medirían en dos grupos de cuatro. Un año después, la competición cambió de nombre y pasó a llamarse «Liga de Campeones», estandarizando el formato que combinaba cruces directos y fases de grupos. Los cambios políticos en Europa del Este también tuvieron repercusión deportiva con la creación de numerosos nuevos Estados que pasaban a contar con sus respectivos torneos y campeones.
«Gandalf», el «G-14» y la nueva Champions
A partir de 1997, los dos primeros clasificados de las principales ligas lograban el pase al principal torneo continental, que también había ampliado el número de participantes hasta los 24 contendientes. La entonces reciente creación de la Premier League, auspiciada por el dinero del magnate televisivo Rupert Murdoch, la pujanza de algunos conjuntos ingleses en el mercado asiático, la implantación de la Ley Bosman y el fenómeno global que supuso internet, llevó a algunos de los conjuntos más poderosos de Europa a volver a poner sobre la mesa el proyecto de la creación de una Superliga. Así, quince clubes se reunieron en secreto en el 19 de julio de 1998 en Londres. Fue una operación que se bautizó como «Gandalf» –sí, en honor al personaje de "El señor de los anillos"–, apoyados por el grupo inversor Media Partners y el banco JP Morgan. La UEFA, junto con las federaciones estatales, reaccionó cambiando de nuevo el sistema de competición. La Champions pasaría a tener 32 equipos, incluyendo la participación de los cuatro mejores de las grandes ligas, mantendría la fase de grupos y las eliminatorias, se disputarían más partidos y los conjuntos que tomarían parte en la misma elevarían sus ingresos de forma notable. Esto evitó una fractura similar a la que se produjo en el baloncesto entre la FIFA y la ULEB, desembocando en la organización paralela de dos competiciones, unificadas finalmente en 2004.
Conseguido el primer objetivo, en setiembre de 2000, Real Madrid, Barcelona, Juventus, Milan, Inter, Liverpool, Manchester United, Bayern, Borussia, Olympique de Marsella, PSG, Ajax, PSV y Oporto crearon lo que se denominó como «G-14». Un selecto grupo al que dos años después se unieron Arsenal, Bayer Leverkusen, Olympique de Lyon y Valencia. Durante varios años mantuvieron una importante disputa con la UEFA y la FIFA en torno al calendario de las selecciones, la cesión de los futbolistas a las mismas y las compensaciones derivadas de lesiones mientras los jugadores de los clubes actuaban con los combinados internacionales. A partir de 2017, a las reuniones acudieron como invitados otras entidades como Benfica, Celtic, Chelsea, Goteborg, Fenerbahçe, Roma, Sevilla o Werder Bremen. De las cenizas de aquel proyecto, en enero de 2008, nació la Asociación Europea de Clubes (ECA), en este caso con 16 fundadores. Catorce años después, está integrada por 220 clubes de toda Europa. Entre ellos, el Athletic y la Real Sociedad.
Siete décadas después del proyecto inicial, la idea de crear una Superliga europea sigue presente, aunque ahora de forma soterrada. Entonces, el aspecto de la contienda deportiva, dirimir al mejor del continente, era el impulso principal. Actualmente, por encima del rendimiento deportivo, el palmarés, la historia o la identidad de los clubes, las cuentas de resultados económicos priman en los balances. Con la nueva reforma de la Champions, elevando el número de participantes a 36 y pasando de 96 a 180 encuentros en la fase de grupos, los clubes más potentes aumentarán sus beneficios de manera exponencial.
Algunas de esas entidades han permanecido inalterables entre los mejores durante 70 años, otros son nuevos ricos e incluso Clubes-Estado, otros aparecen puntualmente. Década a década, el mapa de la competición europea ha ido variando desde aquellos años cincuenta en el que el Athletic estaba entre los mejores del continente. Pese a ello, la política deportiva del conjunto vizcaino, su principal fortaleza, le ha llevado también a disputar las finales de la UEFA de 1977 y 2012 o a disputar la máxima competición continental en 1983, 1984, 1998 y 2014. No todos lo pueden decir, aunque quieran empezar la historia de cero, pero con las arcas llenas.