Raquel Baztán-Mikel Huarte
Presencia de aficionadas en el campo rojillo de San Juan.
Presencia de aficionadas en el campo rojillo de San Juan.
OSASUNA MEMORIA

Historia breve de algunas mujeres osasunistas, las grandes olvidadas

La presencia de las mujeres en un ámbito tan masculinizado como el fútbol ha sido durante décadas limitada a un papel testimonial. Excluidas de la práctica de este deporte desde sus inicios, la irrupción de la Guerra Civil en 1936 y la dictadura franquista forzaron un gran retroceso en sus derechos.

El fútbol era un espacio (re)productor del modelo hegemónico de masculinidad y, como tal, el fútbol practicado por mujeres antes de la guerra es tratado de manera frívola y cómica. Después de la guerra, ni eso, desaparece.

Admitida la valía profesional de las mujeres en ámbitos como la enfermería durante la guerra, los vencedores pronto las hicieron regresar a un espacio de invisibilidad social, el doméstico, mientras depuraban a aquellas docentes que habían mostrado una ideología incómoda en los tiempos previos a la contienda.

Las mujeres pasaron a ser consideradas durante la dictadura como un elemento clave en el sostenimiento de las familias, entendiendo que su función vital a partir de ese momento sería la procreación y el cuidado de la prole, vigilando su propia virtud moral, sin descuidar el aspecto estético deseable para el marido.

La mayor aspiración de ese modelo de mujer era ser considerada un ama de casa perfecta, lo que, por supuesto, excluía la formación cultural y académica, la actividad laboral extra doméstica y la práctica de deportes.

Vemos en los testimonios gráficos de la época los estragos que la guerra y la pobreza causaron sobre las mujeres, una realidad estética que coexistía con la de la publicidad de la prensa y la formativa de la Sección Femenina de la Falange, encargada de dictar el canon de belleza ideal de las mujeres desde su Servicio Social obligatorio: mujeres estilizadas, con cintura delgada y pecho prominente, pese a ser, según su ideal, hipotéticas madres de familias numerosas que no practicarían deporte, exceptuando los ejercicios gimnásticos  que hacían durante su formación, con el objetivo de mejorar su salud reproductiva.

Puede percibirse entre las mujeres que nutren el público del campo de Osasuna a finales de los años 20 y principios de los 30, una estética que resulta especialmente atractiva y elegante. Es inevitable pensar que tan solo unos pocos años después, la guerra y la posguerra las transformaría a muchos niveles, convirtiendo el germen de un ideal en cuanto a derechos y libertades en una especie de sueño.

A pesar de ello, en las mujeres protagonistas de imágenes de los años 40, algunas de ellas represaliadas, otras, empobrecidas y la mayoría, reducidas al código normativo de la beatería franquista, es posible encontrar otro tipo de belleza, la de la supervivencia en un entorno hostil. Una belleza que resulta triste por todo lo que refleja.

Difícil recopilación

Como resultado de la mentalidad reaccionaria existente respecto de lo femenino durante la posguerra, es muy complicado encontrar la presencia de mujeres, sus historias y su participación en diferentes actividades sociales, también en el fútbol, pero haberlas, las hubo.

A través de fotografías, de alguna reseña en prensa y de las entrevistas con familiares de represaliados tras el golpe, detectamos la presencia de ellas casi desde el inicio entre el público en los partidos de Osasuna, pero de una manera minoritaria y oculta, que resulta complicado analizar y seguir.

Sabemos que el club era consciente del interés de las mujeres por el fútbol. En 1925 encontramos el siguiente comentario. Según una nota de la Junta, el año anterior se incrementó considerablemente la presencia de mujeres en el campo, por eso, y como medida para incentivar aún más la presencia de mujeres, se realiza una oferta de precios populares en las tarjetas de socias.

Sin embargo, su presencia aparece relegada a recoger ramos de flores en determinados homenajes a futbolistas, o a realizar en alguna ocasión el saque de honor en algún partido especial, como el de la inauguración del campo de San Juan...

Descubrimos a través del diario republicano de izquierdas “Democracia”, cuya edición inició Ramón Bengaray en 1932 (tuvo solo siete meses de vida), bajo el título “Mujeres en el fútbol”, cómo se recoge con sorpresa el anuncio  de varios partidos de fútbol protagonizados por mujeres, en una gira que tiene lugar en Logroño.

Al redactor la idea le gusta y la califica de progreso, se muestra partidario de traer a San Juan esta iniciativa y de impulsar un equipo de mujeres en el club. Más allá del anuncio, acompañado con algún comentario de humor machista, no sabemos si el proyecto se discutió en el club rojillo o la idea fue discutida entre la opinión pública. Ni siquiera, si tuvo seguidoras entre las mujeres. Si el trabajo de investigación sobre la represión sufrida por miembros del club es tarea difícil por su invisibilidad, hallar mujeres implicadas, relacionadas con el club es tarea doblemente complicada.

“Democracia” contaba entre sus socios accionistas a fundadores y directivos de Osasuna: los tres Cayuela, Natalio, Santiago y Enrique, los hermanos López Sellés, Mariano y Francisco, Hilario Etayo, Inocente San José, Ramón Bengaray, Enrique Astiz y, en nómina, a redactores, director y colaboradores como Francisco Goya, Alberto Lorenzo  o  José “Pepito” Huici. Sin embargo, no encontramos a ninguna mujer, ni como directiva ni como periodista.

Tendrían que pasar treinta y cinco años para que en 1967 "Diario de Navarra" se hiciera la siguiente pregunta: ¿Deben jugar al fútbol las mujeres?, a propósito de un debate en círculos directivos deportivos internacionales.

Matilde Huici (Pamplona 1890, Santiago de Chile 1965), abogada, pedagoga y socialista, se convertirá en la primera mujer en asistir en un juicio como abogada en Iruñea en 1927.  La causa era contra su hermano José Huici, acusado por la Federación guipuzcoana por injurias en su crítica en un artículo por la anulación de un gol a Osasuna.

Matilde se convertiría en la primera abogada en la historia y una de las primeras del país. Su hermano era uno de los fundadores del club, después se convertiría en periodista en “La Voz de Navarra” y  “Democracia”. Matilde también destacó por su producción periodística.

Feminista, participó en la creación de la Constitución republicana. Tras el golpe, tuvo que exiliarse y desarrolló su labor como pedagoga en Chile. No sabemos qué opinión le merecía el fútbol, pero como pedagoga renovadora suponemos que el juego le resultaría fuente de felicidad y desarrollo social para los infantes. Demostró defendiendo a su hermano un sentido por la justicia y por la defensa de Osasuna primigenio.

Martina Martínez, una de las primeras hinchas de Osasuna, contaba en 1988 en una entrevista a "Navarra Hoy", «en los años 20 había un ambiente muy nacionalista, pero muy poco politizado, por eso a nadie extrañó un nombre euskaldun».

Su marido, Inocente San José, le replicaba. «Eran más forofas que nosotros, incluso decían tacos». Martina negaba con la cabeza. «Yo iba al fútbol con mis hermanos, nos desplazábamos a San Sebastián...». Inocente recuerda aquellos inicios de Osasuna y los vincula al ambiente vasquista de aquellos años, participaban en las dantzas del Buru Batzar, órgano del partido nacionalista y en sus mítines.

El que fuera uno de los fundadores aparece años después, en 1932, como tesorero del Partido Republicano Autónomo y accionista del diario “Democracia”. La hija de ambos, Nekane San José, también fue una hincha desde joven y recuerda “la leonera”, la zona de tribuna del viejo San Juan, donde se juntaba la hinchada más forofa.

Rosaura López Marquinez era maestra, impulsora de la renovación pedagógica en Navarra, republicana, sufrió la represión tras una campaña de los sectores conservadores de la provincia en el ámbito educativo, encarcelada y condenada bajo la acusación de formar a futuros funcionarios en las ideas izquierdistas, lo que le llevó a varios años de prisión. 

Desde muy joven, vivió rodeada y en contacto con el fútbol de la ciudad. Su marido, Marcos Aizpún, era presidente del Racing Club en 1912 y uno de los impulsores de Osasuna a través del diario “El Pueblo Navarro” como periodista. Su hermano Eduardo fue el primer presidente del club. Jokintxo Ilundáin menciona a Rosaura sin citarla cuando escribe sobre la creación del Racing y de sus jugadores, pues menciona que Marcos solía aparecer acompañado de su novia a los partidos, la única mujer por aquellos tiempos.

Jerónima Goñi (1898-1973), trabajadora incansable del Club Atlético Osasuna, vivió desde 1927 a 1967 en una casita al lado del Campo de San Juan, donde, junto a su marido Vicente Cuartero, formaron una familia y se ocupaban de las labores de cuidado del campo y de la custodia del mismo (guardaban sus llaves).

Además, Jerónima se encargaba del lavado de la ropa de los futbolistas, todo ello entre gallinas, pollos y un perro guardián que se llamaba Chupi y se convertiría en la primera mascota del club. En los descansos, amenizaba al público con pequeños toques de balón con el hocico.

Chupi terminó atropellado por un camión y enterrado por Juan José, uno de los hijos de Jerónima, en el mismo campo de San Juan, junto a la tapia. Durante los partidos, solía hacer pucheros de café para los Vergara, Bienzobas, Catachú y los Quincoces, Lángara, Di Stefano, Kubala y Regueiro.

María Pita (Haro 1893-Pamplona 1960), trabajadora hostelera. Junto a su marido, Ildefonso Zalabardo, regentaron varios locales hosteleros en diferentes períodos, como el Bar Txoko, el España, Gautxori, restaurante Estación Autobuses y Bar Osasuna.

Eran aficionados, socios osasunistas y promotores de varias iniciativas de apoyo al club y del deporte local, como suscripciones, donaciones, organización de campeonatos deportivos, tertulias, etc.  En  “el Osasuna” tuvieron la sede social la Unión Ciclista Navarra y la primera Federación Navarra de Fútbol, y estaba situado en la Calle Bergamín 7,  al lado del campo de fútbol del Aurora, desaparecido para entonces por las obras del Ensanche.

En el año 1935, con el club en Primera, se anunciaban como café tertulia de reunión osasunista para poder seguir los partidos de fuera por la radio y leer prensa local y extranjera de fútbol, además de excelentes almuerzos, combinados y licores.

Tras el asesinato en Valcaldera de su marido, Ildefonso Zalabardo, junto a Natalio Cayuela y cincuenta compañeros más, María, viuda y sin nada, «tuvo que andar fregando», según recogió en su trabajo de campo Jimeno Jurío. Solicitó la apertura de su bar para poder sobrevivir, lo cual se convertiría en una maniobra más para continuar la represión contra sectores desafectos.

Y así fue, sufrió la visita de un policía secreta haciéndose pasar por un militar nacional disidente y, ganándose su confianza, lo puso en contacto con personas de izquierdas, lo cual derivó en una redada contra una red de mugalaris que facilitaban el paso de la frontera a perseguidos. Como consecuencia, varios detenidos fueron encarcelados. María pasó dos años en la cárcel, cerraron el bar de Osasuna y allí mismo instalaron una comisaría. 

Elvira Gómez Urrutia (Obanos 15/4/1915- Barañáin 30/11/2015) acudía a ver a los rojos junto a su amiga Paquita Herrandonea, de Huarte, y se sentaban en primera fila. Aparecen en una fotografía fechada en 1933, en plena República, con 18 mujeres en primer plano, sentadas, y detrás la misma cantidad de hombres y la presencia de un guardia civil con tricornio, bigote y capa.

Elvira es la cuarta por la derecha, apenas tenía 18 años en la foto. Su padre, Deogracias Gómez Izarra, que enviudó cinco años antes, era maestro republicano en Obanos, después en Huarte y finalmente en las Escuelas de San Francisco, donde sisaría unas pesetas para acudir al fútbol, nos cuenta su hija Maite Asensio.

Vivían toda la familia en las Escuelas, eran siete hermanos. Allí se celebraban las Asambleas de Osasuna y, entre las actividades culturales y políticas que se celebraban en sus salones, se sucedieron varios mítines, del Frente Popular y del Socorro Rojo Internacional.

Aurora, hermana de Elvira, era la novia del líder comunista Jesús Monzón, promotor de la Federación Navarra de fútbol y presidente del Indarra. Al estallar la guerra, la represión se cebó con la familia. Deogracias fue encarcelado, «entró con el pelo negro y salió con el pelo blanco», contaba Elvira, porque fueron más de tres y de cinco las veces que lo iban a fusilar. Al final, se libraba.

Cuando pudo recuperar la libertad, escapó a Francia junto uno de sus hijos y se pasó al bando republicano. Elvira, con sus hermanos, se quedaron en Pamplona y, después de la guerra, trabajó algunos años como secretaria para un hermano de Romero Gorria, ministro de Trabajo con Franco, se casó y tuvo dos hijas.

Recibían la visita de la policía buscando a su hermana Aurora y su cuñado Sito, o pruebas para incriminarlos. «Hasta debajo de la cuna de Maite» registraban, solía contar Elvira. Nunca dejó de ir a ver a Osasuna en Tribuna de gol, con su marido, pero separados para no discutir. Lo dejaron cuando construyeron el Sadar.

«Está tan lejos... nos borramos», acordaron la pareja, «pero luego tú no te apuntes, ¡eh!», le dijo Elvira a su marido. La represión tan dura que sufrió su familia, enviando a la cárcel a su padre, a su cuñado largos años y a su hermana al exilio, nunca los separó.

Muchos años depués, en 2003, se crea el equipo de fútbol femenino, suprimido por el anti-estético Pachi Izco, que es así como definió el fútbol practicado por mujeres en 2014, como argumento para eliminar la sección. Más tarde llegaría Eva Blanco a la vicepresidencia del club, con el objetivo de impulsar de nuevo el equipo femenino, que tuvo como hito reseñable los 11.000 espectadores/as que se reunieron en El Sadar en 2019 para ver un partido oficial. Con la inclusión de la futbolista Mai Garde en el organigrama técnico del club, el papel de las mujeres comienza a visibilizarse muy lentamente.

Mujeres como Mirentxu Esparza, Joaquina Sánchez Cayuela, Ramona Zapatero, Aurea Jaso, Mirentxu Aguirre, Concepción Cayuela, Amparo Sandoval y María Luisa Arzac vivieron rodeadas de fútbol y amaron este deporte, como otras cientos y miles, algunas de ellas nuestras tatarabuelas, bisabuelas y abuelas.

Hemos podido comprobar que tenían un sitio en la historia del club y un espacio a reivindicar que nunca se ha escrito. Sirvan estas líneas y estos pequeños perfiles que hemos destacado como pequeño homenaje y espacio de visibilidad en un mundo muy masculinizado.

(Anexo titulado "Mujeres osasunistas", del libro "Y el tiempo se detuvo. Natalio Cayuela, Osasuna y justicia")