Ibai Azparren
Aktualitateko erredaktorea / redactor de actualidad
Elkarrizketa
Aimar Oroz
Futbolista de Osasuna
Aimar Oroz, Osasunako jokalaria Arazurin.
Iñigo URIZ/FOKU
Iñigo URIZ (FOKU)

«Me ha tocado jugar en el equipo de mi corazón y eso me parece un plus»

Aimar Oroz cumple hoy 21 años y el joven de Osasuna celebró ayer su cumpleaños con sus amigos y amigas de Arazuri. En esta localidad navarra concedió a GARA esta entrevista en profundidad, en la que indaga en sus orígenes y repasa la actualidad del club rojillo.

Pese a su desatada irrupción en Primera, Aimar Oroz no tarda en echar la vista atrás para ubicarse en el presente: «Cinco colegas y un balón: no hacía falta más en Arazuri». Es en esta pequeña localidad navarra, próxima a Iruñea, donde se desarrolla esta entrevista, en concreto en el único bar del pueblo, un escenario apacible al que Oroz acude con un par de amigos de Arazuri, a su vez hogar del periodista que redacta estas líneas y que, por tanto, advierte de que este producto periodístico puede considerarse más una charla distendida entre amigos.

Taza de café en mano, todos comienzan a rescatar los primeros toques de Oroz en un frontón que todavía conserva sus porterías, dibujadas con cinta aislante en sus paredes, y opinan que Oroz reúne, desde siempre, las condiciones del popular –que no numeroso– futbolista talentoso: el esférico pegado al pie.

«Salíamos a jugar a la alemana, al bote-bote, y contábamos los toques que era capaz de hacer, pero éramos pequeños y yo no sabía contar hasta tanto», detalla Oier, uno de sus amigos. Ahora le acompañan a cada partido en el Sadar, incluso los y las que se declaran ateos del fútbol. Y aguardan, cuando juega fuera, en la sociedad del pueblo para echar una partida al “pintxazo” o charlar de cualquier cosa banal pero imprescindible para desconectar de las luces y los focos.

Iñigo URIZ/FOKU

De Sanduzelai a Tajonar

Quizá todo comenzó en Sanduzelai, la escuela pública de modelo D ubicada en Iruñea y en cuyo equipo echó a andar Oroz en esto del fútbol. «Guardo muy buenos recuerdos de mis compañeros de clase, de los primeros partidos cuando era un enano, de mis primeros entrenadores», señala. De este barrio obrero dio el salto al aledaño, en concreto a Donibane y a su club, la Agrupación Deportiva San Juan. «Todo pasó a ser un poco más serio, a entrenar un poco más, pero seguía siendo un niño», apunta. Tras dos temporadas y media y un torneo Interescolar en el que deslumbró, Oroz pasó a lucir la zamarra rojilla. Tenía once años. «Siempre he ido día a día, he intentado disfrutar lo máximo posible, y jamás me paraba a pensar si llegaría a debutar», asegura.

Ese día llegó en junio de 2019, cuando, con el ascenso a Primera encarrilado, Jagoba Arrasate le hizo saltar al campo en los minutos finales de un partido ante el Córdoba, días antes de realizar la selectividad. «Ya había sido convocado para algún partido anterior y es verdad que fue un debut un poco irreal, porque luego seguí en el Promesas», matiza.

Todavía le aguardaban unos cuantos años en el filial, en los que tuvo que tener paciencia, algo inusual en un mundo que exige resultados inmediatos. «Parece que hay que llegar ya, que hay que correr, pero es necesario darle tiempo. He pasado cuatro años allí y parece que son muchos, pero me han servido para madurar, tanto físicamente como mentalmente», señala. Con nueve temporadas a sus espaldas en Osasuna, la última en el Promesas fue, a todas luces, prometedora. Fue titular en los 32 partidos que disputó el filial osasunista y anotó 11 goles, cruciales para lograr el billete para la Primera RFEF. Por expreso deseo de Arrasate, Oroz comenzaría la temporada en el primer equipo.

Consciente de la trituradora de jóvenes que es, a veces, el fútbol, advierte de que «hay que pasar momentos duros» para llegar a Primera, pero indica que no lograrlo es completamente normal. «Igual mentalmente ves que no te da, o tienes que pasar por un momento en el que te echan del club, o simplemente te lesionas… hay que tener un poco de suerte y estar en el momento justo, pero puede que no te toque», reitera.

Debut como titular El canterano debutó como titular en el primer partido de Liga. La historia es sobradamente conocida entre los aficionados y aficionadas rojillas. Pese a ser faena habitual en jugadores experimentados, Oroz se aventuró a colocar la pelota sobre los once metros y chutar para lograr el definitivo 2-1 contra el Sevilla, descorchando así el campeonato. «Estaba disfrutando mucho en el campo, se dio la ocasión y se lo pedí al Chimy», afirma.

Después llegó el Cádiz, el Betis, jugar en el Bernabéu contra el Real Madrid y recientemente en el Sadar contra el Barcelona. ¿Cómo asimila todo esto un chaval de 21 años? «Es un cambio grande, he pasado a jugar contra los mejores del mundo, pero todo pasa muy rápido, y no me he parado a pensar en cómo ha cambiado toda mi vida en un solo mes», remarca. En el día a día, su rutina no se ha visto, por ahora, pulverizada por la vorágine salvaje del fútbol. «Lo único que ha cambiado es que he pasado de jugar en Tajonar a jugar en el Sadar. Me levanto, entreno, comemos todos juntos y a la tarde voy al gimnasio o suelo estar con los amigos», expresa. También guarda algo de tiempo para estudiar ADE, a través de la UNED.

Iñigo URIZ/FOKU

Como en casa

Ante todo, es un joven que siempre ha sido de Osasuna, algo que, en un partido, tiene su componente emocional. «Yo creo que en el campo sí que me afecta. Solo me ha tocado defender y jugar para el equipo de mi corazón y eso me parece un plus, igual jugando en otro equipo no sientes lo mismo. Al fin y al cabo, estoy a diez minutos de Tajonar y todo mi entorno es de Osasuna», indica. 

Oroz se siente afortunado en un vestuario que ha acogido con los brazos abiertos a un chaval de la casa, pero también a los que aterrizan en Tajonar procedentes de otros equipos. «Los de fuera se suelen enganchar al sentimiento de Osasuna; la afición, al final, tira mucho, y qué te voy a decir de la atmósfera del Sadar».

Junto a Unai García, Aitor Fernández y Jon Moncayola, es uno de los jugadores de la plantilla que habla euskara. «Jagoba y Bittor Alkiza me suele dar indicaciones en euskara. Es importante darle valor y practicarlo. Creo que deberíamos utilizarlo más en ruedas de prensa, en entrevistas».

Arranque liguero

El equipo comenzó muy bien, luego pasó por un pequeño bache y se recuperó antes del parón del Mundial. Oroz analiza esos cambios de rendimiento, y argumenta que «el fútbol va a rachas. Hay dinámicas en las que te sale todo de cara, partidos que igual no te ves ganador y con una racha buena lo ganas, como contra el Celta», afirma. Sin embargo, la etiqueta azarosa que acompaña la temporada es algo imprecisa, ya que, afirma, el trabajo realizado va dando sus frutos. No es de marcarse objetivos, pero advierte: «Hasta donde nos dé, pero tenemos plantilla para hacer algo bonito este año».

Sus movimientos en el campo retrotraen al aficionado a un fútbol remoto, al del media punta clásico, oficio que ha evolucionado en un deporte cada vez más milimetrado. «El fútbol cada vez es más físico. El media punta de antes era más trotón, ahora, si no defiendes, no vas a jugar ni a competir», sostiene.

No obstante, unos pocos toques en el frontón dan fe de su calidad innata y de su idilio con el fútbol, pese a que «a mis padres no les gustaba mucho. Mi padre hizo atletismo y baloncesto, y se le daba bien; a mí no sé qué me enganchó, desde pequeño siempre he estado con el balón». Admirador de Messi o Ronaldinho, asegura que «si hablamos de forma de jugar, el Barça de Guardiola» es el equipo que le encandiló de pequeño.

No se acostumbra a que lo paren por la calle, pese a que todo son palabras de ánimo. En Arazuri, «todo es más tranquilo», apunta. El último futbolista profesional que salió de allí fue Jose Mari Lekunberri, y la ilusión es de nuevo manifiesta en un municipio de apenas 400 habitantes. «Mis padres lo llevan con naturalidad, les dan la enhorabuena y están emocionados, al igual que los abuelos», dice. «Pero para mí es un puntazo llegar al pueblo y sentirte uno más. Tras debutar contra el Sevilla, los más pequeños, con los que hablo habitualmente, no se atrevían a hablarme. Estaba en el bar y se asomaban desde la esquina. ¡Pero si sigo siendo el mismo!».