Beñat Zarrabeitia
Álbumes de los Mundiales de la editorial bilbaina Fher.
Álbumes de los Mundiales de la editorial bilbaina Fher.
NAIZ

Cuando Errekalde era la capital mundial del cromo

La editorial vizcaina Fher de los hermanos Germán y José Fuentes Lizaur fundada en 1937 fue pionera a la hora de elaborar todo tipo de álbumes y cromos. Llegaron a producir los álbumes de campeonatos de fútbol de varios países.

Hubo un tiempo en el que la vanguardia de los cromos estaba en Bilbo, más concretamente en los talleres con los que contaba la Editorial Fher en los barrios de Deustu y Errekalde. Fundada en 1937 por los hermanos Germán y José Fuentes Lizaur, que bautizaron la empresa con el acrónimo de «Fuentes Hermanos», fue pionera a la hora de elaborar todo tipo de álbumes, cromos, folletos, pegatinas, recortables, libros y tebeos infantiles. Su época dorada comenzó a finales de los cincuenta y se prolongó hasta bien entrada la década de los setenta. Un éxito en el que influyeron los avances tecnológicos, especialmente los ligados a la mejora de la maquinaria, así como la llegada del televisor a la gran mayoría de hogares. Junto a ello, los factores sociales y demográficos también impulsaron una producción fundamentalmente dirigida hacia niños y jóvenes, la eclosión del Baby Boom y el éxodo desde zonas rurales a espacios urbanos e industriales como la capital vizcaina multiplicaron la demanda.

Fher superó cualquier tipo de barrera, ya que además de crear colecciones deportivas, centró su atención en las grandes figuras artísticas, las series de televisión y las películas triunfantes en cada momento. Así, fueron los encargados de difundir las estampas de Pepa Flores en los tiempos en los que encarnaba a Marisol, al igual que las de «Marcelino, pan y vino», pero dieron el gran salto con producciones de Disney como Blancanieves, Dumbo o Marypoppins. En 1958, llegaron a un acuerdo con la firma DC Comics para poder comercializar los álbumes de Superman, en lo que supuso otro hito. Del cartón al adhesivo, años después llegarían algunos de sus grandes éxitos con las colecciones de los mundiales de fútbol, la serie Mazinger Z o el primer filme de la saga Star Wars. Sin embargo, a principios de los ochenta, en un momento decadente para la industria de las artes gráficas en Bizkaia, la empresa colapsó, los trabajadores de una empresa que contaba con 350 empleados fueron a la huelga y, finalmente, acabó cerrando.

En NAIZ hemos querido recordar aquella época con José Antonio García, el que fuera jefe de la sección de cromos en la última etapa de Fher: «Yo entré en artes gráficas, como muchos de mi generación yo me puse a trabajar con 14 años en 1969, cuando la empresa ya tenía bastantes años y estuve hasta que quebró en 1983 más o menos. En aquella yo estudiaba también, estaba en la academia y entré a trabajar». Cuatro décadas después señala que «los recuerdos son buenos, éramos muy jóvenes, aunque cuando hay una quiebra, una crisis grande y huelgas, en un momento determinado fue un poco desagradable, pero la mayoría de cosas fueron positivas gracias al compañerismo de la gente».

Explica que «primero entré en administración, con 17 años pasé a producción y ahí ya empecé a saber lo que es una fabricación de libros de cromos. Veía cómo pasaba por todas las secciones, ya que nosotros teníamos toda la producción de la casa en un edificio de seis plantas y hacíamos todo allí: La encuadernación, la impresión, el corte y el barnizado en Errekalde». Con orgullo, García recuerda que «antes de la quiebra, sobre 1980 o 1981, teníamos un taller que en cada turno podía producir aproximadamente un millón y pico de sobres, si poníamos dos turnos porque había suficiente trabajo como para completarlo hacíamos más de dos millones y si alguna vez teníamos la necesidad de hacer un turno de noche podíamos acercarnos a los tres millones de sobres diarios, No había ni serie, ni personaje, ni campeonato de aquella época que no tuviera nuestra colección».

Producían los álbumes de campeonatos de varios países

La calidad del trabajo y capacidad productiva hizo que la editorial con sede en la calle Camilo Villabaso de Errekalde sacase entre 10 y 15 colecciones al año, manteniendo las más exitosas durante más de dos meses en el mercado y fuese reclamada para elaborar los cromos de los campeonatos de fútbol del Estado francés, Inglaterra, Marruecos, Países Bajos o la antigua República Federal de Alemania. Según explica García, «era una época pujante, de gran producción, nuestra empresa nuestra llegó a tener 350 trabajadores, vendíamos en Sudamérica, exportábamos a Europa, teníamos dos editoriales que se dedicaban a fabricar libros y cuentos infantiles o juveniles y una editorial de cromos».

En los primeros años, el funcionamiento era casi artesanal e implicaba a prácticamente todos los trabajadores, ya que «los cromos empezaron a hacerlos a mano, los sobrecitos se fabricaban y se mandaban a las casas de la gente en bolsas y allí metían los cromos en los sobres. Se recogían una vez introducidos, se enviaban camiones que cogían toda la producción para distribuirlos por todas las ciudades» . Todo evolucionó de forma notable «al comprar unas máquinas ensobradoras italianas para el taller, las mondinis, de las que llegamos a tener entre ocho y diez. Eran unos aparatos que estaban en Deusto y contaban con tres operarias, una cargando los cromos y otras dos recogiéndolos. Hay que tener en cuenta que había un total de diez aparatos en línea. Luego había una cadena donde dejábamos las cajas y, posteriormente, se recogían».

No fue el único avance tecnológico que impulso las colecciones, la llegada del televisor a la mayoría de hogares también popularizó a muchísimos personajes, series y figuras del arte o el deporte. Todo, en una época de gran crecimiento demográfico y avances técnicos que permitían «convivir con adhesivo. Hacíamos a la vez colecciones en cartoncillo para que se pegase, que antes eran en papel y en adhesivo. Hubo unos años que hacíamos las dos cosas porque el cartoncillo era más barato y el adhesivo en cromos daba mucha guerra debido a la cola que dejaban las máquinas. Eso se fue solucionando con el tiempo hasta que un adhesivo que no sudase tanto y que no se pegasen tanto los bloques a la hora de cortarlo».

900 millones de sobres de Mazinger Z y posterior cierre

Una de las líneas de producción principal eran los álbumes de fútbol, «cuando llegué a cromos, el taller ya estaba funcionando, estamos hablando de 1978 y fui el encargado hasta que quebró en 1983. Hacíamos colecciones de La Liga, otros campeonatos europeos y mundiales». Sin embargo, no fueran las únicas apuestas importantes en aquellos tiempos, «pagábamos royalties por películas por series como Mazinger Z o por películas como La Guerra de las Galaxias, por las que había que invertir mucha pasta en derechos». Dos títulos que impulsaron su volumen productivo, «de Mazinger Z llegamos a hacer casi 90 millones de sobres, como te he dicho antes, si el taller tenía una capacidad que iba de dos a tres millones por día, era la época del Baby Boom, había muchos chavales y chavalas, los sobres costaban poco, pues fíjate que al hacer 3 millones de sobres durante 22 días laborales, se podrían llegar a producir 70 millones de sobres. Hablo de hacer, no de vender, que eso ya es otra cosa».

Eran tiempos de bonanza y crecimiento, pero la irrupción de nuevos actores cambio el panorama por completo, de los clásicos Burguera o Ruiz Romero, se pasó a las colecciones deportivas de Ediciones Este, con sus famosos «colocas» o «sustituciones» y, sobre todo, debido al asentamiento de la firma italiana Panini en el Estado español. «Entraron en 1979 a través de Cromocrón y luego de Ediciones Este; Cuando nosotros hacíamos los cromos de La Liga, si no me equivoco, no había derechos exclusivos, había permisos de la AFE, es decir, tú comprabas los derecho, pero otros también los podían adquirir» relata García. En ese sentido, subraya que parte del éxito de la firma transalpina radica en «tener plantas de ensobrado y muy buen marketing masivo».

Se generó un contexto distintos, a pesar de que «teníamos dos editoriales de libros. Gracias a que los talleres daban, teníamos producción como pedidos ad hoc, es decir, sobre pedido hacíamos, fabricábamos libros de cualquier tipo de edición para Europa, para editoriales francesas, inglesas, alemanas y holandesas. Hacíamos series de libros, de cualquier libro. En los años aquellos, la producción estábamos en la vanguardia de todo, sobre todo en Cormoran-Fher. Y, pues, vendíamos muchos. Claro, que luego hay que distribuirlos y ver si las ventas te salen a cuenta en comparación con los royalties que has pagado. Yo creo que si salía rentable». Los problemas económicos comenzaron a aparecer, el sector de las artes gráficas tuvo que ir a la huelga a principios de los años ochenta en Bizkaia y el futuro de Fher, que parecía esplendoroso, acabó cayendo de forma inexorable: «Éramos 350 trabajadores y, al final, pues pasó lo que pasó. Si no hay rendimiento y esto, pues al final la empresa se fue a pique. Ya habían comprado un edificio en Zamudio para trasladarlos allí. Es el edificio Denak, que se construyó para la editorial Fher y ahí iban a estar todas las secciones. El de Errekalde iba a venderse y nos íbamos a mudar allí, ahora en ese edificio hay un montón de empresas, pero inicialmente era únicamente para Fher».

Reliquias con Iribar en portada y cromos de Cruyff a 8.000 euros

Algunos de los empleados decidieron seguir hacia adelante , manteniendo el nombre y publicaron diversas colecciones durante toda la década. Una de ellas, de nombre «Ases del ciclismo», junto a la revista Ciclismo a Fondo, que entonces tenía su sede en la calle Nicolas Alkorta de Bilbo, justo detrás de la Plaza Zabalburu. Pasados los años, José Antonio García sigue conservando muchas de aquellas colecciones, auténticos tesoros y pequeñas obras de arte gráficas. Con orgullo, destaca que «esto es patrimonio. Para mí y para mis hijos, para que sepan dónde trabajó su padre en su día. Sí, sí, y que mantengan esto, que al mirarlos digan: Es El Txopo».

El valor de algunos de los álbumes y de los cromos editados por Fher en su momento salta a la vista al visitar algunas páginas webs enfocadas en los coleccionistas o en artículos antiguos. Así, por ejemplo, en Todocolección, por la figurita de Johan Cruyff en la campaña 1973-1974, su primer curso en el Barcelona, se llegan a pedir 8.000 euros. El cromo de Pelé en el Mundial de 1962, alcanza los 2500, mientras que los álbumes de las temporadas 1968-1969, 1975-1976 y 1976-1977, todos ellos con Iribar en portada, superan los 1000 euros cada uno. En Ebay, por su parte, la estampa del portugués Eusebio en la copa del mundo de 1966 es una de las más valiosas, mientras que el cromo de Maradona en 1982 se puede obtener por unos 200 euros. Sin embargo, para los que busquen cifras más económicas, también pueden encontrar colecciones históricas por menos de 100 euros, así como cromos sueltos a precios asequibles. Tesoros de la infancia para algunos, inyecciones de nostalgia para otros y emblema de otros tiempos para la mayoría. De la época en la que abrir un sobre podría suponer adentrarse en un nuevo universo que se había fraguado en la capital vizcaina.