Natxo Matxin
Elkarrizketa
Oier Sanjurjo
Excapitán de Osasuna
Oier Sanjurjo.
Oier Sanjurjo.
Jagoba Manterola (Foku)

«La decisión de dejarlo ha sido de una forma muy consciente»

El 29 de mayo Oier Sanjurjo anunciaba su retirada del fútbol. Atrás dejaba quince años como profesional y 400 partidos oficiales, casi todos en Osasuna. El lizartarra ha sido un estandarte de la escuadra navarra sobre el césped, y una persona comprometida con el euskara y con causas sociales.

Como a otros muchos jugadores de casa que acabaron triunfando en Osasuna, a Oier también le tocó hacer las maletas y marcharse fuera para crecer futbolísticamente y hacerse un hueco en el equipo de su tierra. De esa experiencia acabó forjándose un deportista con madera de líder, al que le correspondió la difícil tarea de reemplazar sobre el campo y en el vestuario a todo un icono rojillo, Patxi Puñal, coincidiendo con el complicado trago del descenso del equipo a Segunda en 2014 y todo lo que sobrevino después, sacudiendo los propios cimientos del club e incluso rozando su desaparición por escasos segundos en aquel ya histórico y angustioso empate de Sabadell.

De aquellas vivencias amargas fueron emergiendo brotes verdes y un bloque capitaneado por el lizartarra que acabaría protagonizando hasta dos ascensos a Primera, el segundo de ellos coincidiendo con el primer año de Jagoba Arrasate en el banquillo y de más grato recuerdo por la forma en la que se logró y su continuidad en la máxima categoría. La exigencia del deporte de élite no entiende de éxitos pasados y, tras la campaña 2021-22, a Oier no le fue renovado su contrato, una decisión que buena parte de la hinchada no entendió, ni tampoco en aquel momento el interesado, aunque ahora reconoz- ca que resultó lo mejor para todos.

Tras un breve paso de apenas un curso por el AEK Larnaca, una experiencia enriquecedora, en palabras del propio futbolista, tomó la decisión de colgar las botas y dedicar su tiempo a partir de entonces a sus seres más queridos y también a digerir ese cambio drástico en su vida diaria. Sin descartar que pueda seguir ligado al fútbol, de la conversación mantenida con 7K no se desprende que ahora mismo sea una de sus prioridades. Prefiere tomárselo con cierta calma, ordenar sus ideas y después elegir con acierto el camino que va a emprender en su nueva etapa vital.

A finales de mayo anunció que colgaba las botas. ¿Por qué tomó esa decisión? Entre otras cosas, sentía que era el momento de cerrar una etapa de mi vida, que ha sido apasionante y vibrante, en la que he podido disfrutar de experiencias de todo tipo. Además, cuando finalizó la temporada, cumplí 37 años y entendía que había llegado la hora de frenar un poco, tomar aire y descansar.

¿Ya lo había decidido con antelación o primaron las circunstancias del momento? Se trató de un proceso interno que fui viviendo a lo largo del año pasado, durante mi estancia en Chipre. La temporada fue larga, con 60 partidos, 16 de ellos en competiciones europeas, y hasta diciembre me mantuve fuerte, con energía, pero a partir de enero empecé a notar que las fuerzas iban a menos y también la mente me pedía un descanso, cerrar un ciclo que ha sido bonito, pero que notaba que ya era suficiente. Como se dice en euskara, ‘onena emanda’, habiéndolo dado todo y orgulloso de ello.

Pese a ello, ¿tuvo ofertas sobre la mesa para seguir? No, ni siquiera me planteé esa posibilidad. Sabía que la experiencia en Chipre iba a ser por un periodo corto de tiempo. Mi contrato era por un año, más otro opcional, en función de un número determinado de partidos pero, como he dicho, desde enero ya estaba madurando la decisión y se la transmití al director deportivo y presidente del Larnaca. Mi idea desde el principio era disfrutar del que podía ser mi último año de carrera, jugué 24 encuentros como titular y participé en 40, pero ya no estaba por la labor de continuar.

¿Cómo fue esa vivencia en un país y fútbol diferentes? Muy enriquecedora, un regalo que me brindó este deporte. Pude disfrutar de una cultura e idiomas diferentes, además de otro tipo de fútbol lejos de mi casa, con jugadores que se tienen que buscar la vida. Es muy interesante compartir vestuario con gente de tan diferentes nacionalidades, de ahí que Chipre haya sido un año precioso, tanto desde el plano personal como familiar, una experiencia que vamos a guardar entre nuestros recuerdos.

Y salir de la zona de confort. Me considero una persona afortunada por haber tenido siempre muy cerca mi círculo familiar y de amistades, la aventura de Chipre significaba aterrizar en un sitio donde no estás acostumbrado a vivir con toda una serie de circunstancias diferentes. Había que estar abierto a todo: conocer el idioma, gente nueva… Eso supone una apertura mental y también sacarte las castañas fuera de tu casa, lo que te hace sentirte realizado a todos los niveles.

15 años como profesional y 400 partidos oficiales, no habrá muchos futbolistas que puedan alardear de semejante trayectoria. No me puedo quejar, ese es mi recorrido y por eso tomar la decisión de dejarlo ha sido de una forma muy consciente y con la sensación de plenitud de que he corrido mucho y he disfrutado del fútbol. He de reconocer que en todo ese tiempo ha habido momentos de diverso tipo en mi carrera a nivel emocional, en algunos he estado más bajo, en otros más fuerte, más equilibrado o no, pero sí que es verdad que son unos grandes números que, cuando empecé, no pensé que llegaría a conseguirlos, siendo además muchos de ellos en Primera División.

¿Y cuál es el secreto para un recorrido tan longevo? Me atrevería a decir que es una mezcla entre el aspecto físico, consecuencia de la genética, y el equilibrio mental, saber soportar el estrés que genera la competición y el día a día del fútbol, que no te permite bajar el pistón, pues siempre tienes que estar al cien por cien. A mi manera, he sabido llevar ambos aspectos y, como he comentado, con momentos más estables y otros no tanto, lo que me ha servido para hacer dicho recorrido.

¿Hasta qué punto le ha ayudado ser un jugador polivalente? Pues no sabría responder con certeza si ha sido positivo o no. Ahora, viéndolo con perspectiva, está claro que quizás no hubiese podido disputar tantos partidos sin esa condición polivalente. Se requiere de una capacidad de adaptación importante porque no es fácil estar entrenando entre semana en una determinada posición y que el domingo juegues en otra, o que dos partidos seguidos ocupes una demarcación y luego los tres siguientes lo hagas en otra. Quizás también si me hubiese manejado siempre en el mismo puesto, se podría haber obtenido un mejor rendimiento por mi parte. Siempre he tenido dudas al respecto y me resulta difícil contestar en un sentido u otro.

¿Cómo recuerda los primeros minutos en los que se estrenó con el primer equipo rojillo? Mi debut con el primer equipo fue en Copa, un 12 de diciembre de 2007, luego me estrené en Liga en septiembre de 2008 frente al Deportivo, sustituyendo a Natxo Monreal, que se había lesionado en el minuto siete. Lo cierto es que, con la tensión del momento y que tuve que entrar prácticamente sin calentar, pues no me dio tiempo ni a ponerme nervioso. Kuko Ziganda me dijo: «venga, chaval, para adentro». Y así empecé, sin ser consciente de que aquello era el inicio de una larga etapa, en aquel momento solo me centré en hacerlo lo mejor posible en lo que me tocó, ocupar el lateral izquierdo y realizar mis labores como futbolista lo mejor posible en dicha demarcación. Sí que es verdad que mi estreno en Copa lo supe con dos días de antelación y durante ese tiempo le di muchas vueltas, me asaltaban muchas dudas y preguntas en torno a si daría la talla ante semejante oportunidad, si estaría a la altura de lo que se me pedía, si tendría críticas mi actuación… Lo cierto es que la calidad del sueño no fue la mejor durante esos días.

¿Y cómo se asume al cabo de un tiempo que no se dispone de los suficientes minutos y que igual hay que cambiar de aires? Es algo de lo que te vas dando cuenta tú mismo cuando ves que tu participación es reducida, con lo cual hay que explorar otros caminos e ideas. En ese momento, asumí la realidad que tenía dentro de la plantilla y tomé la decisión de buscar otra alternativa, en la que tanto el entrenador como el director deportivo de entonces estaban de acuerdo. Obviamente, ellos también querían ver si yo era capaz de progresar como futbolista y vieron con buenos ojos que podía ser fuera de aquí, aunque la iniciativa partió más de mí. Estoy muy orgulloso de aquella decisión que tomé.

Y salió a pedir de boca, con ascenso incluido del Celta. ¿Maduró futbolística y personalmente en Vigo? Entiendo que sí. Muchas veces nos cuesta salir de nuestro rincón de seguridad, por respeto y miedo a lo desconocido, pero eso es la vida, explorar, conocerse a sí mismo. Creo que crecí, primero, como persona y, después, como futbolista. Tenía mis dudas sobre si iba a poder dar un buen rendimiento y mantenerlo en el tiempo. La realidad es que incorporé más argumentos a mi capacidad futbolística y eso entiendo que me ayudó para que luego pudiese estar tantos años seguidos en Osasuna como un jugador polivalente e importante para el club.

En su vuelta, y ya con José Luis Mendilibar en el banquillo, se convirtió en un imprescindible. Regresé muy preparado mentalmente, con mucha confianza y autoestima. Además, con 25 años, me encontraba en mi plenitud física. Esa combinación hizo que tuviese mucha fuerza en el campo y que también la transmitiese con mi forma de correr y presionar, intentando abarcar el mayor espacio posible. Y Mendilibar utilizó mi polivalencia en diferentes facetas, una de ellas jugar de media punta para empezar desde esa primera línea la fase defensiva y la presión sobre el contrario. Fue un año en el que definitivamente encontré mi hueco en Osasuna.

Pero también le tocó vivir la cara amarga del fútbol, las lesiones. Se rompió ambas rodillas en 2009 y 2014. ¿Sintió que ese podía ser el final de su carrera? La primera, la de 2009, fue algo totalmente desconocido para mí, nunca me había ocurrido y sabía que en unos casos la operación era todo un éxito y, en otros, pues que la cosa no terminaba bien. Tocaba asumir el trago y tirar para adelante, al final la intervención salió perfecta. Con la segunda, la de 2014, ya sabía lo que era aquello y estuve más tranquilo, la medicina también había avanzado en el apartado de traumatología y todo era, en principio, más favorable. Sin embargo, resulta que se complicó por una infección y ahí sí que se me pasó por la cabeza la idea de que quizás estaba más fuera del fútbol que dentro.

¿En qué temporada o momento de su trayectoria deportiva considera que ha disfrutado más del fútbol? La primera campaña de Jagoba (Arrasate), en la que conseguimos el ascenso a Primera y también volver a conectar con la afición. Fue una temporada llena de satisfacciones porque no solo conseguimos muy buenos resultados y un récord de puntos, sino porque también practicamos un muy buen fútbol. Ganábamos y convencíamos. Eso la grada lo percibió y recuperamos la comunión con ella, que nos hacía falta. Todo fue rodado y resurgió de nuevo ese osasunismo, esas ganas que había de volver a conectarnos todos.

De todos los que ha tenido, ¿qué técnico le ha dejado más huella? Difícil elección, porque de todos he recibido importantes lecciones futbolísticas y también han creído en mí, en mayor o menor medida. La mayor parte de lo que he sido en mi carrera se lo debo a ellos. Pero, si tuviera que quedarme con alguno, lo haría con Kuko Ziganda. Fue el primer técnico que tuve cuando aterricé en Osasuna con 17 años en el División de Honor juvenil y también el que me dio la oportunidad de subir arriba.

Después de tantos años dedicándose por completo a una misma profesión, ¿cómo reenfoca uno su vida de cara al futuro? Ya estaba avisado de que, cuando un futbolista decide acabar con su carrera, hay un periodo de transición que puede resultar un tanto traumático, después de tanto tiempo ligado a un estilo y forma de vida. Por eso, he ido haciendo un trabajo interno de mentalización y preparación para que eso no ocurra. Ahora se abren otros caminos, otra forma de ver la vida y de emplear el tiempo de que dispongo. Me encuentro en un proceso de encontrarme y ubicarme, ahora mismo estoy contento y feliz, con ganas de abrirme y explorar diferentes vías. Si van llegando estas, quiero darles una oportunidad para ver qué es lo que más me convence o no.

¿Le gustaría seguir vinculado al mundo del fútbol? Obviamente, sí, porque creo que cierta experiencia y conocimientos tengo en la materia. Ha sido mi vida y creo que puedo aportar cosas, eso es innegable. Ahora mismo, estoy abierto a todo, nadie sabe por dónde nos llevará la vida, ni por dónde puede salir la oportunidad.

¿Considera que tiene capacidad para ser entrenador? Como capitán que he sido, me ha tocado desempeñar esa labor de liderazgo y de transmisión a los demás, por lo que entiendo que podría desenvolverme como entrenador. Otra cosa es que me llene estar en ese otro lado del fútbol, ya que requiere no solo dar lecciones tácticas, también transmitir una visión de juego concreta y más cuestiones, y en eso quizás no me veo tanto.

Y, si algún día llega a sentarse en un banquillo, ¿qué idea futbolística le gustaría trasladar al terreno de juego? Necesitaría un proceso de reflexión para elaborarla, pero por mis características siempre he sido un jugador de apretar al rival, de no dejarle pensar, de robar en campo contrario, de ser intenso, y son aspectos que me gustaría que mi equipo tuviese sobre el verde.

¿Tiene alguna oferta? ¿De Osasuna? No, todavía es pronto y, como decía, ahora vivo un momento de tranquilidad y estoy abierto a cualquier cosa que pueda surgir.

¿Le pasa por su cabeza acometer algún otro tipo de objetivo que sea ajeno al mundo del fútbol? Ahora mismo no tengo ningún proyecto en mente, sí que estoy haciendo algún curso, aunque académicamente nada relevante. Estoy centrado en dedicar el tiempo que ahora tengo a mi familia, amigos y también a mí mismo, desde una posición más contemplativa.

Oier siempre ha destacado por apoyar diferentes causas sociales y, en especial, el euskara. ¿Le gustaría dedicarse a algo relacionado con nuestra lengua? ¿Por qué no? Siempre he estado comprometido con el euskara, así me lo han transmitido en mi casa, darle cariño a un idioma que hay que cuidar y regar todos los días. Por supuesto que seguiré en esa línea.

En su momento, fue el relevo de Patxi Puñal y Miguel Flaño en el vestuario rojillo. ¿A quién ve ahora como su sucesor? Ambos fueron personas que me enseñaron mucho. Y ahora nadie se extrañaría si digo que David y Unai han dado un paso adelante en ese sentido. Además de su rendimiento futbolístico, ambos siempre han estado interesados por escuchar y conocer cómo era el tema de la gestión del vestuario. Hemos tenido una gran relación con los que vienen de abajo para que haya una continuidad en que la base sea gente de casa y transmitir los valores que anteriormente hemos recibido nosotros, cuando hemos sido capitanes. Por eso, esos chavales, a medida que vayan pasando los años, también tomarán el testigo de David y Unai para seguir por el mismo trayecto.

¿Y qué le enseñaron Patxi Puñal y Miguel Flaño? Pues, entre otras cosas, saber dirigirse a los compañeros en un vestuario, detectar las diferentes situaciones que se pueden dar en él, saber enfocarlas y tratarlas, a ser posible con templanza y seguridad. También el ser coherentes con las palabras que transmitían y lo que hacían en el campo, ambas cosas deben ir unidas, porque los capitanes tienen que ser los primeros en dar ejemplo.

¿Se dan muchas situaciones complicadas en un vestuario? Hay que tener en cuenta que dentro de él deben coexistir 25 personalidades diferentes y cada una tiene su propia opinión sobre diferentes cuestiones. Se trata de que exista una cierta armonía en esa convivencia y que todo el grupo vaya en la misma dirección, sin que haya fuerzas contrapuestas que cada una tire para un lado diferente y ello repercuta de manera negativa en el rendimiento del equipo. Vamos, como sucede en cualquier trabajo u hogar. Lo cierto es que en el vestuario de Osasuna prácticamente siempre se ha remado hacia el mismo sitio.

Como canterano, ¿qué le parece la nueva hornada de jugadores salida de Tajonar? Una excelente noticia. Es algo muy necesario y un síntoma de que va a haber estabilidad deportiva en el club durante unos cuantos años y garantías de una buena base de casa, que es fundamental para el equipo y para Osasuna.

Con la perspectiva de que ya ha pasado más de un año, ¿cómo analiza su salida de Osasuna? Debo reconocer que en el momento escuece un poco, siempre nos agarramos al presente y por aquel entonces estaba cómodo y me sentía con un papel relevante en el vestuario. Además, en un principio se me comentó una cosa, con el paso de los meses fue cambiando esa opinión y, al final, ocurrió lo contrario. Tengo que reconocer que no es tarea sencilla gestionar la salida o el final de ciertos jugadores y ahora, con dicha perspectiva, creo que, tanto para unos como para otros, fue lo mejor. En mi caso, me dio la opción de vivir una experiencia única en Chipre y, por otro lado, permitió que se les ofreciese una oportunidad a jugadores del filial que estaban pidiendo paso y que ahora están haciendo un trabajo espectacular.

Por números, se puede decir que Osasuna firmó el año pasado la mejor temporada de su historia. ¿Sintió desde la distancia algo de envidia sana por no formar parte de esos éxitos? No he tenido envidia, sino satisfacción. Ya viví en primera persona otros momentos muy especiales y, en ese sentido, también los disfruté y me llenaron. Ahora les toca a ellos ser los protagonistas.

¿Cómo ve el futuro deportivo del club? El mundo del fútbol es cíclico y se van produciendo cambios conforme pasa el tiempo, pero a día de hoy Osasuna es un club perfectamente asentado en Primera, en los últimos años ha dado un paso adelante en tal sentido. Y eso se nota también sobre el campo, antes costaba mucho más ganar, había mayores diferencias con los rivales, y ahora sumar una victoria se ve como algo más normal y esperado. Los adversarios también detectan esa mayor consistencia y fiabilidad de Osasuna.