R.Sola-I.Salgado
Donostia

La silla de Uribetxebarria, icono de una lucha que no paran los vetos

El Juzgado podría decidir hoy al fin sobre la excarcelación de Iosu Uribetxarria, pero la mayoría social vasca no se queda ni mirando ni parada. El veto a la marcha a pie tuvo réplica doble. La silla con su nombre viaja de mano en mano como símbolo de libertad y de derechos humanos. Y este sábado hay una nueva cita en Donostia.

Paulo Agirrebalzategi, en el momento que inició la marcha desde el Hospital Donostia. (Jon URBE/ARGAZKI PRESS)
Paulo Agirrebalzategi, en el momento que inició la marcha desde el Hospital Donostia. (Jon URBE/ARGAZKI PRESS)

En una mano, la silla con el nombre de Iosu Uribetxebarria. En la otra, la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La imagen del franciscano Paulo Agirrebalzategi pasando ayer por delante del ertzaina que hacía guardia ante el «campamento» del Hospital Donostia se ha convertido ya en uno de esos pequeños iconos que simbolizan una lucha. Obviamente no se trataba ni de la Larga Marcha de Mao, ni de la Marcha de la Sal de Ghandi, ni de la Marcha a Washington de Luther King. Ni siquiera de la Marcha por la Libertad liderada por Telesforo de Monzón hace 35 años. Pero, en su modestia, el gesto del franciscano sí tuvo algo de todo eso: fue el símbolo de una reivindicación social creciente que no paran las prohibiciones de la Audiencia Nacional y que va pasando de mano en mano, al igual que ocurrió con la silla y la declaración.

La iniciativa nació espontáneamente después de que los catorce referentes de la sociedad vasca que la convocaron suspendieran la marcha a pie de Donostia a Arrasate. Había sido prohibida en la noche del martes por la Audiencia Nacional. Antes de que Agirrebalzategi comenzara su caminata, el bertsolari Andoni Egaña y la ex directora de Emakunde Txaro Arteaga anunciaron también el paso adelante de estos catorce destacados ciudadanos vascos. Este sábado convocan una manifestación silenciosa en Donostia, a las 17.30 desde el túnel del Antiguo. Sobra decir que el delegado del Gobierno español en Gasteiz, Carlos Urquijo, ya ha pedido que se prohíba.

Egaña y Arteaga -rodeados por Iñaxio Kortabarria, Xabier Morras, Julio Soto, Josu Juaristi, Martxelo Otamendi, Ramón Labayen...- no pusieron paños calientes a su indignación. «Al parecer, en el Estado español no se puede pedir ni que se cumpla la ley», apuntaron. El veto a la marcha a pie les parece «un atropello político», «un escándalo judicial» y «una terrible burla a los derechos humanos». Y no descartan denunciarla ante los tribunales. Esta prohibición -la cuarta ya contra actos relacionados por la libertad de Uribetxebarria tras dos anteriores en Bilbo y otra en Iruñea- fue censurada en notas de prensa por LAB, Aralar, Alternatiba...

Aiete y la Subdelegación

En Donostia la silla y la declaración fueron pasando de mano en mano por toda la ciudad, tras solventar un primer escollo de la Ertzaintza. Nada más comenzar la bajada desde hospitales hasta Anoeta, un agente decidió identificar a Agirrezabalzategi, que en realidad ya había dado su nombre a los medios sin problema alguno, e incluso grabar imágenes de la Carta de los Derechos Humanos, convertida para él en material sospechoso.

La iniciativa atrajo rápidamente el interés de las redes sociales, donde fue bautizada como la Marcha de la Silla. Una hora después de partir del Hospital, sus protagonistas eran saludados por el alcalde de Donostia, Juan Karlos Izagirre, en Alderdi Eder. Más tarde pasaba por La Concha, entre aplausos de los transeúntes que reconocieron inmediatamente la demanda de la libertad de Uribetxebarria, convertida en gran tema informativo este mes.

Ya por la tarde, quienes llevaban el testigo por la libertad del preso enfermo pasaron por otros dos sitios significativos, pero por motivos radicalmente distintos. Por un lado, el Palacio de Aiete, sede de la Conferencia de Paz de hace diez meses; por otro, la Subdelegación del Gobierno español, donde se entregó una carta alusiva a la situación de los presos enfermos.

Ya al final de la jornada, la marcha retornó al Hospital Donostia y la silla volvió a reunirse con las otras trece que desde hace tres semanas reivindican allí la libertad de los presos políticos vascos enfermos, cada una con su nombre y con la dolencia que padecen.