En una ceremonia inusual para un primer ministro fallecido después de haber dejado sus funciones, Ariel Sharon, fallecido el sábado, ha sido homenajeado por las principales autoridades de su país y por excolaboradores y amigos de sus distintas etapas como militar y como político.

El presidente israelí, Simon Peres, rival político de Sharon durante décadas y después su aliado en el partido Kadima, ha subrayado que «su vida está impregnada en la vida del Estado de Israel» y que «su huella está grabada en toda sus colinas y valles».

Por su parte, el actual primer ministro, Benjamin Netanyahu, con el que tuvo amargas luchas políticas al frente del Likud desde 1995 hasta 2005, ha destacado que Sharon fue un «líder pragmático» y que «a pesar de no coincidir siempre con él», no puede sino reconocer que «su pragmatismo está sembrado de amor a Israel y al pueblo judío».

La ceremonia, de dos horas de duración, se ha celebrado ante cientos de invitados en la explanada del Parlamento israelí, donde su féretro ha sido trasladado de un lugar a otro por una guardia de honor y con honores militares.

En la ceremonia han estado presentes representantes de gobiernos de Europa, Norteamérica, Asia y Oceanía, entre ellos EEUU, Gran Bretaña, Alemania, Estado francés, Estado español, Italia, Austria, Noruega, Bélgica, la República Checa, Rumanía, Grecia, Chipre, Polonia, Hungría, Luxemburgo, Bulgaria, Suiza, Rusia, Canadá, Australia, China y Singapur.

No ha habido representantes de América Latina y África.

Después de la ceremonia, sus restos han sido trasladados en convoy militar hacia el Cuartel de Latrún, donde fue herido en 1948, donde el Estado Mayor le ha rendido un último homenaje.

De allí ha sido conducido al Rancho de los Sicomoros –su residencia privada en el desierto del Negev Meridional– para ser enterrado junto a su mujer en un funeral abierto a toda la ciudadanía.