Nerea GOTI

Han desaparecido el humo y las cenizas pero no las necesidades de quienes lo perdieron todo

Las necesidades han cambiado pero no han desaparecido. Es el mensaje que lanzan Ayuntamiento y afectados por el incendio que hoy hace un año les cambió la vida. Se ofrecen a buscar soluciones, conscientes de que el dinero escasea pero subrayando que «debe haber prioridades». En Kafe Antzokia, entre imágenes del desastre, habrá esta tarde un sorteo solidario.

Un año después, dentro y fuera de Bermeo perviven imborrables las imágenes de los bomberos intentando controlar aquellas llamas que amenazaban con cobrarse, uno a uno, todos los edificios del Casco Viejo en un incendio desatado de madrugada, en un bloque abandonado, que las fuertes rachas de viento extendieron en la estrecha calle Juan Nardiz por edificios convertidos en presa fácil por sus estructuras de madera.

Fue «el más grave sufrido en Bizkaia en los últimos treinta años», destacaron entonces responsables de la Diputación vizcaina, y sus efectos, más allá de los bienes inmuebles, son aún hoy muy difíciles de cuantificar porque decenas de familias no solo lo perdieron «todo», sino que también han visto cómo su vida dio un vuelco y un año después, con las indemnizaciones de los seguros, es imposible volver a la normalidad.

Once edificios resultaron afectados, entre ellos el propio ayuntamiento de Bermeo, y cuatro se derrumbaron o fueron derruidos. El drama humano llegó, en distinta medida, a 46 familias, de las que 24 siguen sin poder volver a sus casas y 20 residen en viviendas cedidas por la Diputación en régimen de alquiler social. Otras han encontrado acogida en casa de sus familiares.

«Ha sido un año muy duro. De un día para otro, sin tener ninguna culpa ni responsabilidad, la vida se te pone patas arriba, sin casa, económicamente hecha polvo y toda una vida arrasada por el fuego». Con estas palabras resumía, para GAUR8, Arantza Pérez Basterretxea, una de las vecinas afectadas y portavoz de la asociación de afectados Bermeo Suten 2013, el balance de un año en el que, en el lado positivo, sitúa la unidad y la solidaridad.

Pasado el shock de encontrase en la calle sin absolutamente nada, durante los meses siguientes llegaron los trámites, la búsqueda de soluciones para empezar a encaminar su vuelta al Casco Viejo.

«Las necesidades con el tiempo han ido cambiando pero no han desaparecido», explica a GARA la alcaldesa, Idurre Bideguren. «Nuestra primera preocupación la noche del fuego fue `hemos sacado a mucha gente de sus casas y necesitan atención, estar con ellos, escucharles, tranquilizarles...'. Enseguida llegaron las necesidades más básicas (ropa y medicamentos) porque había gente mayor que los necesitaba, ayuda sicológica... y la preparación de un local que teníamos de BBK para escucharles y responder a sus necesidades de una forma más rápida y eficaz». En la medida que fueron ocupando las viviendas de alquiler foral, aparecieron otras carencias, «empezando por cuestiones tan básicas como una sartén», recuerda Bideguren, destacando que Lakua, Ayuntamiento y asociación de afectados acordaron una ordenanza para baremar necesidades muy diversas, «porque no es igual perderlo rodo, ser propietario, estar en alquiler...».

Un proyecto entre manos

El ayuntamiento es uno de los edificios afectados. Las llamas llegaron hasta el tejado y la última planta del edificio consistorial. El agua empleada en su extinción y el precario estado que ya presentaba antes del fuego obligaron después a vaciarlo. Ya tienen un proyecto de reforma, pero su financiación está aún por atar con la Diputación.

Las oficinas municipales tuvieron que trasladarse a Kultur Etxea. «Menos mal que teníamos esto; si no, no sé que hubiéramos hecho», comenta la alcaldesa de Bildu. «Tuvimos claro que a los afectados no les podíamos tener de un departamento a otro, así que hicimos una nueva reordenación municipal para atenderles y ese fue nuestro trabajo en gran medida durante los primeros tres meses, dejando lo cotidiano a un lado», indica.

Solucionadas las necesidades elementales, «lo importante era que tuvieran un proyecto entre manos», resalta Bideguren. Se pidió financiación para ello y Lakua respondió ofreciendo los servicios de Visesa, que han servido para encauzar proyectos, analizar problemas urbanísticos... y han dado paso al inicio de las reparaciones.

«Los que mayor necesidad tienen son quienes tienen que levantar de nuevo todo un edificio, y para ellos tiene que haber ayudas de organismos públicos», destaca la primera edil, incidiendo en una demanda que hizo pública días atrás. «Soy consciente de la situación económica en la que se encuentran las instituciones, pero creo que también se deben considerar prioridades», sostiene.

A su juicio, hay diferentes fórmulas que se deben explorar para ayudar y facilitar las cosas. Se sabe ya que en uno de los números afectados no volverán a levantar un edificio sobre el solar que puede verse desde la fachada principal, que lucharon por conservar de cara a una nueva reedificación. Mantener esa parte de la estructura supuso unos gastos. Ahora no hay acuerdo entre los vecinos para volver a edificar. Este es un caso concreto, que a juicio del Gobierno municipal se podría estudiar, salvando decretos que no cuentan con estas situaciones o suavizando sus condiciones para poder atenderlas.

Volver a levantar inmuebles en esos solares es también fundamental para el Ayuntamiento, porque Jon Nardiz era una de las calles con más vida del Casco Viejo. De disponer de los recursos adecuados, Bideguren cree que sería posible remozar la calle para animar su actividad comercial y hostelera.

Al transitar por la calle, nadie se detiene ante los solares que se adivinan desde algún portal y escaparate que quedan en pie. Y no creen que a corto plazo las grúas vuelvan a levantar lo que derribó el fuego. En un local hostelero muy próximo, Iris señala a GARA que calcula cinco años para que ahí se mueva algo y reconoce que, tras el incendio, la calle está más triste. A su juicio, el problema es que ni el Ayuntamiento ni los propietarios tienen dinero para construir y «los que tienen dinero no quieren construir aquí». «Esa gente necesita un dineral» y algunos «están pagando una hipoteca y meterse en una nueva vivienda supone meterte en otra, si es que te la dan», advierte.

El Ayuntamiento contaba, por otra parte, con la ayuda del Gobierno del PP para hacer frente a gastos de emergencia como limpiezas y desescombros, que alcanzaron los 100.000 euros. Después de que la Delegación del Gobierno español llegara a facilitarles los formularios, la respuesta ha sido negativa «porque esos gastos no llegan al 3% del presupuesto municipal». «Cuando fuimos a hablar con ellos sabían de qué gasto estábamos hablando», resalta Bideguren sobre este jarro de agua fría. Solo nueve familias siguen en trámites en esta vía.