Juanjo BASTERRA

«Vamos a continuar todos los días para conseguir la readmisión en Ormazabal»

Martín Fernández es uno de los despedidos de Ormazabal, de Igorre. Se mantiene desde enero frente a la sede del Grupo Velatia en el Parque Tecnológico Bizkaia para exigir su readmisión. El grupo lo preside Javier Ormazabal, que ocupa la 47ª posición de las 100 mayores fortunas del Estado español.

Este soldador está casado y tiene dos hijos. Se considera «una hormiga frente a un elefante» ante la lucha que lleva desde enero, días después de que le despidieran de Ormazabal en Igorre, que pertenece al grupo Velatia, tras dieciséis años de antigüedad.

Esa compañía factura más de 575 millones al año y repartió 41 millones en dividendos. Fernando López, otro despedido, tras catorce años de antigüedad, se ha incorporado hace unos días a la protesta para defender su puesto. Martín Fernández y su esposa Pilar García de la Torre decidieron en enero dar el paso «porque no es normal que después de tener una vida más o menos segura, te la arranquen de esta manera».

¿Va a continuar en la protesta contra este gigante eléctrico?

La lucha merece la pena. Si no luchamos por mantener el puesto, ¿por qué vamos a luchar? Es nuestro puesto de trabajo, nuestra forma de vida y de una manera injustificada me lo ha quitado.

¿Cuál es el motivo del despido?

Nos dicen que la empresa va mal, que no tienen capacidad de financiación. Pedían la salida de la empresa de más de 15 personas. Se fueron de forma voluntaria unos días. Al final, echa a cinco trabajadores. Pero dos no hemos aceptado los despidos y estamos plantando cara allí. Nos apoyan los del LAB y ELA del comité de empresa que acuden con nosotros al Parque Tecnológico Bizkaia.

¿Tienen sentido los argumentos de la empresa ante una plantilla de 300 trabajadores en Igorre de Ormazabal o 3.000 en todo el mundo de Velatia?

No. Es un capricho de alguno. Tras los despidos de diciembre, en enero metió un expediente de regulación. La empresa no va mal económicamente. Han tenido 41 millones de dividendos. Quieren una flexibilidad de trabajo absoluta. Es una manera de imponer a los trabajadores su actuaciones. Hace dos años o tres paramos esas intenciones, pero con el expediente de regulación busca esa flexibilidad. Les amenazó a los trabajadores que si no aceptaban el expediente hacía una escabechina laboral.

Ormazabal está considerada entre las empresas más punteras a nivel tecnológico y va por el mundo propagando sus buenas relaciones laborales.

Estará bien vista. Es fachada. Estos instrumentos como los expedientes de regulación están para que las empresas que lo necesiten tomen ese camino, pero una empresa como Ormazabal no puede acogerse a la reforma laboral para despedir a cinco trabajadores sabiendo que los despidos son improcedentes. Hacen la ley para ellos, para que nos puedan despedir, porque nos dijeron que es improcedente, pero su intención no es reintegrarnos a nuestros puestos, sino pagarnos la indemnización y a la calle. Se da la circunstancia que en Semana Santa hemos llevado a nuestros hijos, menores de edad, a la protesta y la Ertzaintza les protegía para que no tocaran las pancartas. Pero ¿cómo puede ser que haya esa protección y no nos protejan a los trabajadores de estos despidos de desalmados?

O sea, que utilizan la reforma laboral para despedir.

Efectivamente. Es así, por desgracia.

¿Van a continuar ante la sede del grupo Velatia con la protesta? ¿Qué les dicen quienes pasan por allí?

Vamos a continuar hasta el juicio en julio. Es como muy elitista ese parque. Pasan algunos y te preguntan, pero los de la compañía Velatia nada. Algunos, incluso lo hacen con rapidez para que no nos fijemos en ellos, salen como atemorizados por nuestra presencia. Hay ardillas y todo por los árboles. No se oye nada.

¿Cree que estos despidos fueron para atemorizar al resto?

Sí, eso parece. Mi sitio está aquí. Voy a luchar por este puesto de soldador. Vamos a seguir con nuestra pancarta, empezamos con un «sandwinch» que comparamos en Ikea. No es fácil dar el paso. Es un palo. Al final, me han echado y parece que quienes hemos hecho algo malo somos nosotros, y no es así.