Ekai Group
Donostia

China ya está aquí

Los autores del análisis destacan el temor que la supremacía china causa en Occidente, entre otros factores, porque paralelamente se está produciendo la irrupción de otros países emergentes, si bien destacan que éstos no optarán por la ruptura del orden internacional.

Los datos sobre evolución del PIB en distintos países difundidos el 30 de abril por el International Comparison Program del World Bank han revuelto los medios de comunicación occidentales en los últimos días. En particular, han tenido un gran eco los artículos de «Financial Times» y Bloomberg interpretando los datos anteriores y anunciando que «China supera a USA como la mayor economía en términos PPP» (Bloomberg) o «China sobrepasará a USA como el poder económico líder mundial este año».

Estas estimaciones confirman las previsiones de EKAI Center en diciembre de 2012. Decíamos entonces que «no resulta nada improbable la hipótesis de que el diferencial de crecimiento entre China y Occidente que se ha registrado durante los 5 primeros años de crisis se mantenga durante los próximos 5 ó 10 años. Si esta hipótesis se confirmara, en 3 años China alcanzaría a la Unión Europea y USA en referencia PPP».

Los datos ahora difundidos confirman, por lo tanto, aquella hipótesis de EKAI Center, de forma casi exacta. El cálculo del PIB en base PPP tiene un valor significativo, que hay que contrastar también con el basado en valor nominal, según el cual China puede tardar aún un quinquenio en alcanzar a Estados Unidos. Estos datos tienen un extraordinario valor fundamentalmente a efectos de la dinámica de la economía internacional. Estamos hablando de la dimensión total de las economías china y norteamericana, no de la renta per capita respectiva, que puede ser lo más significativo desde un punto de vista de política interna.

Sin embargo, el hecho de que China esté sobrepasando a USA como primera potencia es de una relevancia extraordinaria a efectos de las relaciones internacionales y de la economía internacional en general. Muy especialmente si tenemos en cuenta que, aunque con un ritmo menos acelerado, el posicionamiento de liderazgo de China es acompañado por el del conjunto de los países emergentes. Esta evolución nos conduce rápidamente a cambios estructurales que afectan a las instituciones económicas internacio- nales (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial) y al sistema monetario internacional.

La velocidad de este cambio va a depender de dos factores. Por un lado, de la evolución a la que se decante este proceso de adquisición de un mayor peso económico de los países emergentes. Por otro lado, de en qué medida las variables políticas de la geoestrategia impulsen a los países emergentes a acelerar o retrasar el proceso de reestructuración de las instituciones económicas internacionales.

En particular, estas variables políticas están relacionadas con la evolución de la estrategia puesta en marcha hace quince años por el poder financiero central precisamente con el objetivo de hacer frente al desarrollo independiente de los países emergentes y que tuvo como consecuencia la invasión de Afganistán, de Irak, de Libia, la guerra en Siria y, en conjunto, la estrategia cada vez más agresiva de aislamiento de China y Rusia.

Durante estas semanas, hemos visto claramente reflejada esta relación cada vez más directa entre movimientos geopolíticos y equilibrio económico internacional. Tras el nuevo intento de Wall Street de aislar a Rusia mediante el golpe de Estado en Ucrania, una nueva luz roja se ha encendido en Moscú y Pekín, y China y Rusia han dado nuevos pasos más decididos en las dos direcciones indicadas. Por un lado, en la puesta en marcha de la «Fundación de las Reservas de Divisas de los BRICS» y del «Banco de Desarrollo de los BRICS», ambos previstos para 2015. Por otro lado, a través de los sucesivos acuerdos de los países emergentes -entre sí y con varios estados de la Unión Europea- para acelerar la sustitución del dólar como divisa internacional de referencia.

Estos pasos de los países emergentes tienen la capacidad de transformar lo que hasta ahora era una evolución progresiva del cambio de la estructura de poder internacional en un salto cualitativo, como consecuencia del riesgo de derrumbe del dólar y de una buena parte de los grandes bancos occidentales si se empieza a cuestionar de forma abierta el papel internacional del dólar.

En el fondo, los países emergentes no están interesados en ningún tipo de estrategia rupturista. El tiempo corre a favor de ellos. Y ésta es precisamente la razón de que sea la élite financiera occidental la que venga demostrando una creciente agresividad política y militar. Las agencias de noticias occidentales ya no tienen el monopolio de la información. Y apenas pueden ahora ocultar que la obligada actuación de Rusia en Ucrania tiene un mero carácter defensivo. Ni Rusia ni China tienen ningún interés en un conflicto abierto con Occidente. Pero un importante sector del poder financiero occidental está cada vez más nervioso ante el riesgo de perder el tradicional control global del que han disfrutado. Estos sectores occidentales tienen cada vez menos peso económico pero mantienen un gran poder político y, sobre todo, un gran poder militar.

China -y los países emergentes- ya están aquí. Y, con ellos, la esperanza de una economía internacional abierta y multipolar. Pero también el riesgo de un conflicto que Occidente está intentando provocar y que nadie sabe dónde puede terminar.