Agustín GOIKOETXEA BILBO

«Ugaitz no se va a quedar el próximo mes sin vis ni yo sin visita»

Tres décadas de viajes para estar con sus seres queridos. Muchas veces le tocó hablar, denunciar las consecuencias de la política penitenciaria sobre sus familiares y otras personas, pero hasta la madrugada del domingo no vivió en primera persona lo que es un accidente. Regresaban de visitar al preso Ugaitz Pérez. El siniestro se produjo en Tutera y tuvo graves consecuencias, con la muerte de una mujer embarazada, contra cuyo vehículo chocaron después de un primer accidente.

Postrada en una cama, en el Hospital de Basurto, Jone Artola se recupera de las heridas que sufrió en un grave accidente. Hoy, a la mañana, será intervenida en el brazo derecho para recomponer el húmero fracturado. En un mes, espera volver a visitar a Ugaitz Pérez en Castelló, de donde retornaba en la madrugada del domingo cuando todo se desencadenó. Lo puede contar y es un testimonio de otra víctima de la dispersión.

¿Cómo se encuentra?

Anímicamente muy bien y físicamente estoy bastante bien. Espero que esta experiencia forme parte de mi vida y que sea enriquecedora después de la situación dura que he vivido junto a mi compañero e hijo.

¿Recuerda lo que sucedió en la autopista?

Sí, perfectamente. Fuimos conscientes en todo momento. Íbamos por la autopista, acabábamos de parar en la cafetería de Tutera, que siempre hacemos eso. Llevamos de casa algo de comida y fruta para cenar. No nos gusta comer mucho cuando vamos de viaje, para conducir mejor. Terminamos y dijimos, bueno, ahora hacemos la otra txanda hasta Logroño y luego a Gasteiz, donde se iba a quedar mi hijo el mayor, y de ahí para casa. Eran sobre las 00.40, la hora no me acuerdo muy bien, conducíamos tan tranquilos.

Tenemos una kangoo, bueno creo que tengo que decir que teníamos. Yo solía viajar siempre en el asiento de atrás, en el medio, para ir viendo la carretera e ir hablando con el conductor y el copiloto. Íbamos charlando, no me acuerdo exactamente de qué, animadamente, y de repente, levanté la cabeza y vi que había algo en la vía, como una pared, como un container. Oí a mi compañero que le decía al chaval: kontuz, kontuz!! Fue decir eso y el golpe seco, y entonces fui consciente de que habíamos chocado contra algo, no sabía todavía contra qué.

Y a partir de ahí.

Entonces, mi compañero quiso abrir la puerta de delante, no pudo, y salió por la ventana. Luego, le dijo al chaval que saliera por allí y que me ayudara mientras trataba de cortar la circulación para que no nos empotraran contra lo que habíamos colisionado, que no sabíamos aún lo que era. El cinturón no se abría y mi hijo me auxilió. Me preguntó si estaba bien y le dije que sí, aunque noté que tenía algo en el brazo, pero no sabía qué. Me ayudó y nos pusimos en el arcen.

Un motorista y un coche fueron testigos del accidente anterior, una furgoneta que había saltado desde los carriles de Zaragoza al nuestro, dando varias vueltas de campana y produciendo un gran estruendo. Estaba volcada y no había ninguna luz, al no podernos advertir y no verla nosotros, nos empotramos. Ellos nos preguntaron cómo estábamos y nos dijeron que habían avisado a los forales.

¿Momentos duros, no?

El motorista nos dijo que en el interior de la furgoneta había dos personas, que no se movían, que parecía que una estaba muy malherida. Desgraciadamente, era la chica, que estaba embarazada y que falleció. No paraban de darles ánimos. Apareció un camión y un turismo, que venían despacio, porque les había advertido mi marido. Poco después, llegó la Policía Foral y los bomberos, que tuvieron que sacar a la otra pareja. A ellos les llevaron en una ambulancia y a nosotros tres, en otra a Tutera.

¿En los casi 28 años que su hermano estuvo en prisión había sufrido algún accidente?

No, ninguno de la familia. Cuando Joseba salió, después de 28 años metiéndonos cada semana en un coche para verle, lo primero que comentamos fue: ¡Qué suerte hemos tenido! Hemos sido unos privilegiados, porque nunca en la vida hemos tenido un accidente, ni grave ni leve. Ahora, viendo lo que nos ha pasado, soy todavía más consciente del riesgo que nos acecha porque hemos ido de visita, o de vis, con total normalidad, sin temer nada. Si nos pusiéramos a pensar el que igual este fin de semana voy y no vuelvo, iríamos igual por supuesto, aunque sicológicamente sería muy duro.

¿Han podido hablar con Ugaitz en Albocàsser?

Sí, hablé con el chaval el martes a la mañana con tranquilidad. Ha visto que estoy como siempre, animosa, y me ha dicho que siga así. Le he explicado bien todo, lo que me tienen que hacer, lo que tengo, lo que no y me ha dado muchos ánimos. Me ha mandado todo el cariño del mundo -eutsi goiari!, como decimos en estas situaciones-, que me cuide mucho y que él está bien. Que estemos tranquilos, que no nos preocupemos por él, que nos cuidemos.

¿Cree que va a tardar mucho en volver a ver a Ugaitz?

No, el próximo mes. Ya sé cuando tenemos el siguiente vis a vis -que lo hemos pedido- e iré tranquilamente. Si me duele un poco más, me tomaré algo para hacer el viaje más tranquila. Por supuesto que él no se va a quedar sin vis y yo sin ese momento, que es el único que tenemos para estar a gusto.

Usted se encuentra ingresada, pendiente de ser operada, ¿cómo se encuentra su pareja?

El lunes a la noche le tuvieron que ingresar en Urgencias de Basurto porque se mareó tres veces en el día. Entonces, le tuvieron en observación, sedado y con tratamiento, y el martes a la mañana le dieron el alta. Le han puesto un collarín y un tratamiento, porque claro tiene todo el cuerpo cómo si le hubiese pasado un tren, pero por suerte no tiene ninguna fractura.

¿La operación del brazo es un poco complicada, no?

Tengo el húmero roto por tres sitios y claro, me tienen que poner un clavo que me los sujete. Además, por desgracia, tengo este brazo derecho delicado de antes. Fue el 3 de marzo de 2006, después de una encartelada que hicimos en la Plaza Elíptica para denunciar la muerte en prisión de Fernando Sáiz e Igor Angulo, sufrí una agresión por parte de un ertzaina, porque no hubo ningún tipo de enfrentamiento o incidente. Me tiró al suelo, comenzó a porrazos y me rompió el cúbito y el radio. Estuve mal casi ocho meses con el brazo enyesado y operada dos veces porque no terminaba de ajustarse bien. Espero que esta vez se me ajuste más rápido y me recupere más pronto.

(*)Familiar de preso herida grave en el accidente de Tutera

«Estaré con los que en Miribilla van a decir que hay que acabar con la dispersión»

Su accidente ha tenido más trascendencia por su proyección pública.

Es impresionante la solidaridad que estoy recibiendo, las muestras de cariño, la gente que me llama, que me manda mensajes, que me vienen a visitar al hospital. Estoy abrumada y encantada, la verdad, de ver cómo me quiere la gente, cómo tratan de ayudarme en estos momentos que saben que no son fáciles. Creo que gracias al arrope, estoy tranquila, me encuentro bien, animosa, esperando que me hagan la operación del brazo y que curen el resto de las fracturas que tengo; necesitan tiempo, me han dicho los médicos.

Desde esta habitación en Basurto podrá oír el sábado al gentío en San Mamés pero no acudir a Miribilla.

No tengo duda de que Miribilla estará a rebosar. Tenía el sábado reservado para la convocatoria de Sare, por supuesto que teníamos pensado ir. Físicamente no voy a estar allí pero estaré entre todas aquellas personas que van a decir: ¡Que ya está bien! Que está situación hay que resolverla, que hay que terminar con la dispersión, no porque lo digamos nosotros sino para cumplir sus propias leyes. No se puede tener a tantísimas personas bajo la amenaza de esta ruleta rusa. Hombres, mujeres, niños... yo me acordaba estos días de los pequeños que se ven obligados a hacer estos viajes para simplemente estar hora u hora y media con sus padres. Estas niñas y niños también tienen derechos y se les están vulnerando continuamente.

Sabe lo que es la llamada del domingo, lo que supone para una persona que está tan lejos, la alegría que le da que su familia y sus amigos te vayan a ver, pero la llamada del domingo, esa noche desde el sábado al domingo es una incertidumbre; los presos tienen la cabeza dando vueltas. Cuando te llaman el domingo y les dices que estás bien, para ellos es una tranquilidad.

En esta oportunidad, nuestra llamada telefónica del domingo fue completamente diferente a las que hemos tenido hasta ahora. Tú sabes qué tuvo que suponer para Ugaitz, ¡qué duro! Nosotros estábamos arropados por la gente de casa y otra mucha mientras él, solo en una celda, supo de boca de su padre que habíamos sufrido un grave accidente, que estábamos bien y que no se preocupara.

La situación tiene que ser terrible. Por su cabeza puede pasar la idea de decirnos que no vayamos más, que no pongamos nuestra vida en riesgo, pero eso ni lo pensamos ni lo vamos a hacer. Eso es lo que pretenden con la política de dispersión, que se queden solos y que algunos de nosotros, sus familiares y amigos, nos matemos por las carreteras; a alguno seguro que se le pasa por la cabeza. No lo van a conseguir y vamos a acabar entre todos con ella.A.G.