Joseba VIVANCO

Aquella primera gira de infausto recuerdo

La invitación a tierras sudamericanas tras el éxito de la selección española en Amberes resultó un fracaso de resultados y de comportamiento del plantel.


La selección española, en la que formaban un buen número de jugadores vascos, dejó una grata huella en los JJOO de Amberes, lo que coincidió con el principio del fin del amateurismo en el balompié y la búsqueda de ingresos a través de amistosos con clubes extranjeros o el nuevo abanico que se abría con las giras más allá de las fronteras estatales. Y ese interín, un grupo de futbolistas vascos se embarcó, nunca mejor dicho, en una aventura que les llevaría al otro lado del charco a medirse con un buen número de cócteles sudamericanos, una travesía que no resultó nada gratificante.

Un empresario de nombre Mariano Hermoso fue el que les puso la zanahoria en este caso a los representantes del fútbol guipuzcoano, que aceptaron una idea que terminó fraguándose hasta reunir con demasiadas prisas una `tripulación' formada por Eizagirre, Mariano y Amador Arrate, Olaizola, Artola, Arbide y Martínez de la Real Sociedad; Gamborena, Egiazabal, Acosta, Patricio, Zabala y Echeveste del Real Unión; Elosegui del Tolosa; Planas del Esperanza; Travieso y Germán Echevarría del Athletic; Careaga del Arenas y José Mari Balaustegigoitia, el héroe de Amberes que se encontraba en Francia como exiliado político y que anunció su incorporación a la expedición en Buenos Aires. Viajaban, además, como nos cuenta Vicente Martínez en un profuso artículo en la revista histórica de CIHEFE, W. Martin Harris -técnico del Real Unión y empedernido jugador de póker y la siesta- como entrenador y Tomás de Ysasi, como periodista. Fue baja imprevista de última hora Antón Arrillaga por sus compromisos militares.

Dicho y hecho, el 23 de junio partió la expedición desde la bilbaina Estación del Norte a Lisboa, donde zarpó en el lujoso trasatlántico `Cap Polonio' hasta arribar en Buenos Aires el 13 de julio de aquel 1922, no sin antes dejar patentes algunos indicios del fracaso que se atisbaba. «Por falta de una persona que velase por los jugadores e impusiese su autoridad en el buque, hubo jugadores que en los contados días de la travesía engordaron de 4 a 5 kilos, algunos de 8 a 9, y uno de ellos, Olaizola si mal no recuerdo, llevó a tierras americanas un suplemento de 12 kilogramos de peso adquiridos durante la corta travesía que separa a la península de la capital argentina. Se bebieron los jugadores, durante el viaje del `Cap Polonio', tres toneladas de cerveza, es decir, que casi se agotaron las reservas que del dorado líquido bavierano llevaba en sus bodegas el lujoso paquebote alemán. En tierra continuó la orgía, únicamente que aumentada con artículos, no sólo de beber, sino de comer, arder y etc, etc», recoge la web Historia del fútbol vasco en palabras de uno de sus integrantes, Belaustegigoitia.

Un regreso anticipado

En la ciudad bonaerense fueron recibidos con todos los honores. «La propaganda en tierras argentinas duró meses, encontrándose noticias de la visita del combinado vasco en las envolturas de los terrones de azúcar de los cafés, en todas las esquinas de Buenos Aires, en los cines, en el hipódromo... El slogan, decía: «Pronto vendrán los vascos»», como recuerda la web Historias del fútbol vasco.

Tres días después de tomar tierra, entre una gran expectación, primer partido contra una selección porteña, que les barrió con un 4-0 y un sinfín de críticas posteriores. Un empate, una victoria fácil ante otro combinado similares, nueva derrota esta vez en Rosario, y todo marcado por una enorme tensión entre la expedición vasca porque ni se cumplían las expectativas, los roces aumentaban y encima un temporal azotó el país. Un 4-0 ante Uruguay, otra derrota ante un conglomerado charrúa, el combinado estaba dispuesto a partir hacia Río de Janeiro cuando el hotel en el que se hospedaban reclamó que el empresario Mariano Hermoso abonase la factura. Y cuando todo parecía arreglado, el mismo instigador del viaje denunció al equipo por incumplimiento de contrato.

El 10 de setiembre, con un lleno absoluto en el estadio del Club Palmeiras de Sao Paulo se ponía fin a la gira con el último partido que les enfrentaba a una potente selección del estado. Nueva derrota, el cónsul español que medió para solucionar los problemas de pagos y vuelta a casa antes de lo previsto, con el plantel divivivido en grupos, alojándose en distintos hoteles e incluso arribando a Donostia en diferentes trenes para increduliddad de quienes les aguardaban, entre ellos una prensa que calificó aquella imagen de «lamentable» y «deplorable» la actitud del plantel en la gira americana. Fue su primera gira a la que seguirían otras, por fortuna, mejor recordadas.