Ion SALGADO
GASTEIZ

Fallece la madre de Unai Bilbao sin poder despedirse del hijo preso

La madre de Unai Bilbao falleció ayer a consecuencia de una enfermedad degenerativa. Este preso vasco había solicitado en dos ocasiones permiso para poder visitarla por última vez, pero los responsables del penal granadino de Albolote hicieron caso omiso a estas peticiones. Solo aceptaron trasladarle el martes a la localidad jarrillera. Como se temía, demasiado tarde para su madre, que solo había visto en dos ocasiones a su hijo en los últimos cuatro años.

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El preso Unai Bilbao no se pudo despedir de su madre, que falleció ayer a consecuencia de una enfermedad degenerativa. Iba a ser trasladado este próximo martes a Portugalete para poder verla antes de morir, pero recibió la noticia de boca de un allegado en la prisión granadina de Alborote. El prisionero había solicitado en dos ocasiones su traslado a la localidad vizcaina, pero las peticiones fueron rechazadas con el argumento que la salud de su madre no revestía tanta gravedad.

El desenlace era temido en la localidad, y de hecho el Movimiento en favor de los Represaliados Políticos de Portugalete ya alertó el viernes de la situación, pero una vez más nada sirvió para que la cárcel accediera a esta cuestión humanitaria tan básica. En un comunicado, el citado colectivo indicó que en los últimos cuatro años Bilbao solo ha podido estar junto a su madre dos veces, tras hacer frente a una «costosa burocracia».

En las últimas semanas el preso y su familia habían realizado todos los tramites necesarios para agilizar el traslado, previsto para la próxima semana. «La familia se puso en contacto con la dirección de la prisión para intentar cambiar esa decisión, y, además de no querer entrar en razón, el trato dispensado fue arrogante, chulo y agresivo», subraya el movimiento solidario. Lo toma como un botón de muestra de la «criminal política penitenciaria que el Estado aplica» a los represaliados vascos.

Tras ser detenido en 2002, Unai Bilbao ha pasado por las cárceles de Soto del Real, Valdemoro, Alicante, Puerto de Santa María –donde fue agredido–, Málaga y Albolote, donde ha estado preso los últimos cinco años. La prisión granadina se encuentra a 813 kilómetros de Portugalete. Una distancia que su madre no podía recorrer debido a su enfermedad.

En este sentido, Etxerat denunció que «nos encontramos ante un ejemplo sangrante de cómo la dispersión y el alejamiento sobre el que se fundamente esta política sí atentan fragantemente contra el derecho a la vida familiar».

Muchos antecedentes

En los últimos años se han registrado otros casos similares. Por dar algunos ejemplos conocidos, en 2007 falleció la madre de Iñaki de Juana, que llevaba año y medio sin poder visitarle. El preso donostiarra, que debía haber sido puesto en libertad en el año 2000 –cuando cumplió tres cuartas partes de su condena– conoció la noticia en el Hospital 12 de Octubre, donde mantenía una huelga de hambre.

Tampoco pudo despedirse de su esposa Pablo Gorostiaga. Judith Uriarte falleció en setiembre de 2013, tras una larga enfermedad. Al igual que ha ocurrido en el caso de Unai Bilbao, el exalcalde de Laudio contaba con la autorización del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria para poder visitar a su pareja, pero no fue trasladado a tiempo. Para entonces llevaba más de un año sin poder visitar a su mujer.

Iñaki Erro (ya en libertad) pudo despedirse de su madre, pero tuvo que ser en una fulminante visita al hospital tras un viaje de casi un día desde la prisión de Almería, y después fue inmediatamente devuelto al otro lado de la Península pese a las peticiones de sus allegados.

El preso Mikel Izpura, también de Iruñea, es uno de los últimos símbolos de este maltrato. En verano fue alejado de nuevo a Murcia pese al cáncer terminal de su hermano y a sus propios problemas de salud.