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Emilio Mola, el ‘Director’ que diseñó el horror del 36

Emilio Mola fue el cerebro que desencadenó la Guerra del 36, ya que como ‘Director’ de los sublevados, fue el militar que se encargó de diseñar y ejecutar el golpe militar que debía acabar con el gobierno de la Segunda República española, pero que terminó degenerando en una contienda que se prolongaría durante tres años.

Retrato de Emilio Mola.
Retrato de Emilio Mola.

Mola nació el 9 de julio de 1887 en Cuba, cuando la isla todavía era una colonia española. Con 17 años ingresó en la Academía de Infantería de Toledo y tres años después fue destinado en Marruecos, donde el Estado español libraba una guerra con los marroquíes por el control de ese territorio africano, una contienda en la que alcanzó el grado de comandante con 27 años.

Al cumplir los 40, se convertía en general, rango desde el que se convirtió en una figura destacada de la dictadura de Primo de Rivera. Tras la proclamación la Segunda República española, se le puso al frente de la Dirección General de Seguridad, aunque tras la victoria electoral del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, el nuevo Ejecutivo decidió alejar de los puestos neurálgicos del Ejército a aquellos generales que consideraba más peligrosos, como era el caso de Mola y de Franco.

En un tremendo error, el Gobierno de Casares Quiroga destinó a Mola al Gobierno Militar de Iruñea. Desde su puesto en el Palacio de Capitanía (actual Archivo General de Nafarroa), Mola podía contactar en persona con el carlismo navarro, que se venía preparando desde hacía cuatro años para intervenir en cualquier momento contra el poder republicano.

Mola y la dirección carlista no terminaban de ponerse de acuerdo y entonces el director de “Diario de Navarra”, Raimundo García ‘Garcilaso’, y Tomás Domínguez Arévalo, conde de Rodezno y uno de los históricos del carlismo navarro, intervinieron decisivamente para que ambas partes se coordinaran y decidieran sublevarse de manera conjunta contra la República el domingo 19 de julio.

Una día antes, comenzaba la sublevación de la Legión Extranjera en Melilla, con la que se iniciaba el golpe diseñado por Mola desde Iruñea. Con el apoyo de carlistas, falangistas, Ejército y Guardia Civil (el comandante José Rodríguez Medel fue abatido por la espalda por sus propios hombres por resistirse a los planes del ‘Director’), Mola se hizo con la situación en Nafarroa y empezó el encarcelamiento e incluso la eliminación física de los partidarios del Frente Popular. Una represión que se terminaría saldando en el herrialde con más de 3.000 ejecuciones y miles de personas en prisión por sus ideas políticas.

En vista de que el fracaso parcial del golpe de Estado había terminado derivando en una auténtica guerra, Mola se hizo con las riendas del Ejército del Norte y envió sus tropas hacia Madrid y Donostia. Tras hacerse con el control de Gipuzkoa a sangre y fuego, centró su siguiente objetivo en Bizkaia.

El 7 de abril lanzó su famoso ultimátum: «Ultima advertencia: Estoy resuelto a terminar la guerra en el norte de España tan pronto como sea posible. Respetaré las vidas y las propiedades de todos los habitantes de ciudades y aldeas que entreguen sus armas voluntariamente y a quienes no se acuse de ningún delito. Si vuestra rendición no es inmediata, destruiré toda la provincia de Bizkaia, comenzando con las industrias de guerra. Cuento con los medios necesarios para cumplir con mi propósito».

No era una amenaza lanzada al viento, como habían podido comprobar tragicamente en Durango con el bombardeo sobre la población del 31 de marzo y poco después ocurriría en Gernika. El 26 de abril tuvo lugar el bombardeo de la villa por parte de la aviación alemana e italiana al servicio de Franco, dejando a su paso la población arrasada y centenares de víctimas civiles.

Poco tiempo después fallecía el ‘Director’. Mola murió el 3 de junio de 1937 en un accidente de avión en el municipio de Alcocero, en Burgos, cuando viajaba a Segovia para supervisar sus tropas. Con su fallecimiento, ningún otro general era capaz de rivalizar con Franco como líder indiscutible de los sublevados. Tras ser enterrado provisionalmente en el cementerio de Beritxitos, fue inhumado en la cripta del Monumento a los Caídos.