Dabid LAZKANOITURBURU

Bombardeos y «errores» como epílogo de la crónica de un final de tregua anunciado

EI bombardeo aéreo de un convoy humanitario de Cruz Roja en una localidad rebelde de la provincia de Alepo es el colofón de la crónica de un fracaso del alto el fuego anunciado en estas páginas desde su inicio.

Tanto Damasco como Moscú, las únicas fuerzas con capacidad aérea en esa región, insisten en negar responsabilidad alguna y llegan a imputar el ataque, que no habría sido aéreo, a grupos rebeldes, incluida la sección de Al Qaeda.

El Frente Al-Nosra (rebautizado Frente Fatah al-Sham) y algunos de sus aliados han demostrado sobradas veces que son capaces de cualquier cosa.

Pero imputarles, siquiera por error, un ataque a un convoy de ayuda a sus propias filas raya el sarcasmo. Y recuerda al ataque químico de agosto de 2013 en el barrio rebelde de Guta, tras el que Damasco y sus corifeos se defendieron primero negando que las víctimas fueran familiares de los rebeldes y acusando luego a los mismos rebeldes de asfixiar a los suyos para forzar una intervención de EEUU.

Ya puestos, las fuerzas lealistas podrían siquiera reconocer el bombardeo por «error», como cínicamente tiene por costumbre Washington.

Es lo que hizo el sábado al bombardear posiciones del Ejército sirio en el estratégico monte Zarda, sobre el aeropuerto de Deir Ezzor, lo que permitió que el Estado Islámico lanzara una ofensiva para tomar la zona bajo control.

Toda técnica, incluido el bombardeo desde el aire, está expuesta a errores. Pero resulta muy casual que el «error» tuviera lugar después de que Obama reuniera a la cúpula del Departamento de Estado y de Defensa después de el Pentágono criticara la tregua pactada con Rusia.

Más allá de versiones –hay quien apunta incluso a un golpe de mano del Pentágono–, lo cierto es que ese ataque hirió de muerte a un alto el fuego que todas las partes sabotearon desde el principio: los rebeldes al no cesar en el hostigamiento al régimen y este último al impedir la llegada de ayuda humanitaria.

El ataque al convoy que había llegado a la localidad de Orum al Kubra –una de las tres a la que llegó algo de ayuda– y el «error» de EEUU confirman no solo que la primera víctima de la guerra es la verdad sino que es imposible cimentar una tregua si ninguna de las partes ve beneficios de su cumplimiento o teme mayores costes que los calculados cuando salta por los aires.