Ainara LERTXUNDI
GASTEIZ
Elkarrizketa
MARYLEN SERNA
PORTAVOZ DEL CONGRESO DE LOS PUEBLOS

«El proceso no puede quedarse en manos del poder, sería fatal»

Marylen Serna es portavoz del Congreso de los Pueblos de Colombia y de la Cumbre Agraria, Étnica, Campesina y Popular. Aboga por abrir un «gran diálogo por la paz» y blindar los acuerdos de La Habana. El próximo 3 de noviembre, se lanzará en Bogotá la mesa social para la paz.

Marylen Serna, portavoz del Congreso de los Pueblos de Colombia y de la Cumbre Agraria Étnica, Campesina y Popular, fue una de las participantes ayer en Gasteiz del lanzamiento de la Mesa Social para la Paz en Euskal Herria, cuyo objetivo es aunar voces y conectar con la Mesa Social de Colombia que se lanzará el 3 de noviembre en Bogotá, coincidiendo con el inicio de las conversaciones entre el ELN y el Gobierno colombiano. Las jornadas desarrolladas en el Palacio Villa Suso fueron un punto de partida para construir un amplio movimiento social por la paz, apoyar los acuerdos con las FARC-EP, exigir su implementación y la construcción de «una agenda de paz que vaya más allá de la agenda con las insurgencias».

En entrevista con GARA, Serna reconoce que «faltó tiempo» y que hubo un «exceso de confianza» en la posible victoria del «sí» en el plebiscito. En este escenario, invita a la sociedad a apropiarse de los acuerdos porque «sería fatal que el proceso quedara en manos del poder».

En su exposición ha afirmado que el movimiento social debe «hacer un ejercicio» de abrirse a otros públicos para evitar un pacto entre élites, porque «cuando se necesiten, Uribe y Santos se van a juntar, mientras nosotros nos distraemos».

El concepto de paz que maneja la oligarquía colombiana es muy distinto al de los movimientos sociales. Ellos hablan de la desmovilización de las insurgencias; su objetivo es parar la confrontación armada para que el capital internacional entre a lo largo y ancho del país. Nosotros, en cambio, concebimos la paz como la superación de las causas que generaron el conflicto armado. Eso hace que ellos actúen de acorde a los intereses de su clase dominante. En cualquier momento podemos ver que se retoma la alianza Uribe-Santos; ellos no están discutiendo por cuestiones de fondo porque ambos comparten el mismo modelo de país. Se dice incluso que puede haber un acuerdo entre ellos pero que aparentan no haberlo. Para nosotros este acuerdo entre las élites es bastante peligroso. El acuerdo entre élites no se ciñe a Santos y Uribe, engloba a los grandes grupos económicos como Ardila Llüle, los grandes poderes políticos y militares. El movimiento social tiene que salirle al paso, defender el acuerdo de paz, pero también darle un giro de tal manera que no toda la definición del proceso quede únicamente en manos de la oligarquía. O sea, que a través del movimiento social el pueblo tenga algo que decir y plantear. El proceso de paz no puede quedarse en manos del poder dominante, porque sería fatal.

¿Qué papel real están jugando el actual senador Alvaro Uribe y el presidente Juan Manuel Santos teniendo en cuenta que Santos fue ministro de Defensa durante el gobierno de Uribe?

Nos han hecho creer que si votas por Santos estás en contra de Alvaro Uribe. Muchos, tanto en las elecciones anteriores como en el plebiscito, votaron por Santos pensando que lo hacían en contra de Uribe, como si el uno fuera el bueno y el otro el malo. Pero, realmente, los dos pertenecen a una misma clase social y el pueblo, incluso el movimiento social, ha sido engañado. Buena parte del mismo en las anteriores presidenciales dio su voto a Santos y dejaron de votar por una alternativa. Como Congreso de los Pueblos siempre estuvimos en contra de eso, porque no se trata de votar por el menos malo de un mismo bando contrario a nosotros, sino de apoyar más una propuesta alternativa que venga del mismo movimiento social. En el plebiscito ha ocurrido algo parecido. Cuando gana el «no» parece que la víctima es el presidente y no la paz; que el que pierde es Santos y no el país. Debemos realizar esa reflexión muy conscientemente.

En 2018 habrá presidenciales. ¿Qué supondría para la implementación de los acuerdos una victoria del uribismo?

Sería fatal. Por eso, le estamos diciendo al Gobierno que la salida debe ser rápida porque dilatar la actual situación es parte de la apuesta de Uribe para jugar con el tema de los acuerdos y el «no» en el plebiscito en 2018. Él es capaz de potenciar la abstención, la negación y el desconocimiento del proceso de paz en una candidatura presidencial. Por eso, le hemos dicho al presidente Santos que esto no se puede prolongar durante mucho tiempo porque sería un terreno abonado para que el uribismo retome el poder en cuanto que se ha recompuesto en las regiones y tiene una gran capacidad mediática de generar impacto en la población.

¿Cómo se sitúa en este contexto el anuncio de la instalación de la mesa de negociaciones entre el ELN y el Gobierno en Quito el día 27?

El ELN entra en una situación de bastante dificultad porque no hay garantías ni por parte de la sociedad ni del Gobierno. Es un momento muy difícil, aunque al mismo tiempo el centro de esta negociación es la participación social. Después del plebiscito la ciudadanía ha salido a manifestarse y a decir que quiere ser protagonista. Yo lo veo como una oportunidad; hay un auge de la participación en relación a temas de paz que se podría canalizar hacia una participación más amplia.

¿No se echó en falta una mayor pedagogía y presencia en las calles antes del plebiscito?

Se trabajó bastante, pero faltó mucho trabajo y tiempo, y hubo un exceso de confianza. Todas las encuestas daban al «sí» como claro vencedor. Hay grandes capas de la sociedad, incluso dentro de las víctimas, a las cuales no hemos sabido llegar. Un sector de las víctimas están organizadas, pero otras muchas viven en los barrios en muy malas condiciones y marginadas. Esas personas se expresaron en contra de los acuerdos porque consideraron que el grupo que generó muchas situaciones de violencia iba a quedar en un estado superior o mejor que ellas, que son las víctimas. Esta población tuvo una gran influencia. Otro factor a tener en cuenta es el conservadurismo de la sociedad; Colombia es un país católico, apostólico y de derechas, lo que jugó un importante papel porque se pensó que lo pactado iba a generar unos cambios muy grandes, cuando no es verdad. También debemos tener en cuenta el viraje a la derecha en Latinoamérica y la situación en Venezuela. Se repitió hasta la saciedad que Colombia iba a ser la nueva Venezuela, que Timochenko iba a ser el presidente…