Pablo GONZÁLEZ

Los jóvenes acaban con la luna de miel entre la sociedad y las autoridades rusas

Rusia ha vivido esta semana las mayores protestas desde 2012 que apuntan a una nueva frontera en las relaciones entre una sociedad cansada de la corrupción y una élite con claros problemas de credibilidad. El punto de inflexión ha sido un vídeo divulgado por el principal opositor, Aleksei Navalny.

El pasado domingo, miles de personas salieron a las calles en 60 ciudades rusas para protestar contra la corrupción. Son las primeras protestas importantes desde 2012 y marcan el fin de la luna de miel entre la sociedad y las autoridades tras la anexión de Crimea hace tres años. Estas nuevas protestas se han producido tras la publicación de una investigación realizada por el equipo del líder opositor Aleksei Navalny sobre la presunta corrupción del primer ministro, Dmitri Medvedev.

Los actos contaron con la asistencia de unas decenas de personas en las capitales provinciales más remotas y los aproximadamente 10.000 manifestantes en Moscú. Las consignas no iban más allá de una denuncia genérica contra la corrupción. La mayoría de las movilizaciones no estaban autorizadas y más de un millar de personas fueron detenidas en todo el país.

Según Amnistía Internacional, la Policía rusa batió su propio récord de detenciones en un solo día. Entre los arrestados estaba el propio Navalny, condenado en un juicio rápido a una multa y a 15 días de detención. Sin embargo, lo más llamativo fueron los motivos que empujaron a la gente a salir a las calles, así como la gran presencia de jóvenes de entre 16 y 18 años.

El opositor Navalny, el promotor

El propio Navalny no se esperaba tal éxito. Todo empezó el 2 de marzo, cuando el equipo del opositor publicó un vídeo de 49 minutos en el que se explicaba con bastante detalle las supuestas corruptelas del primer ministro ruso, Dmitri Medvedev, a quien en el vídeo se refieren peyorativamente como «Dimon». El vídeo no presenta pruebas sólidas y se basa en suposiciones que el propio Navalny hace a cámara. Así, menciona a varios excompañeros de estudios de Medvedev, ahora hombres de negocios o banqueros, que poseen inmuebles de lujo y han sido visitados en más de una ocasión por el primer ministro. Lo que sí constata es que los amigos de Medvedev desde la universidad son gente a la que le ha ido extremadamente bien, algo que, según Navalny, es prueba irrefutable de corrupción.

Pese a esa falta de contenido real, la grabación ya lleva más de 14 millones de visualizaciones. Una eficaz campaña de promoción en las redes sociales, en las que el Estado tiene, de momento, dificultades para impedir la propagación de materiales, ha hecho que entre los jóvenes rusos haya calado algo más que entre los adultos. Las insinuaciones de Navalny han convencido a los estudiantes universitarios, y sobre todo, a los escolares.

El propio Navalny ha calentado aún más las ansias de protesta de la juventud «prometiendo» varios miles de euros de compensación a quienes fueran detenidos de manera ilegal. Su «promesa» tomaba como precedente sentencias de indemnización del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en contra del Estado ruso. Sin embargo, Aleksei Navalny no mencionó que es un proceso largo y difícil, y que aun con una sentencia firme, Rusia solo cumple el 25% de esas resoluciones y lo hace de manera totalmente aleatoria. Así que es más que probable que ningún detenido, aunque lo fuera de manera incorrecta, vea un rublo o un euro de compensación.

Empezar a combatir la corrupción

¿Significa ello que el opositor ha manipulado hábilmente a la juventud rusa para animarla a una protesta que no tiene un fundamento firme? No exactamente. Es muy poco probable que su objetivo fuera ese grupo social, y menos que deseara la detención de cientos de jóvenes, aunque hay que reconocer que eso le ha dado buenos dividendos mediáticos. Simplemente el mensaje ha calado en los jóvenes. Y eso no significa que el hartazgo del resto de los rusos con la corrupción de las clases altas sea menor.

Según el Centro Levada, una institución independiente que se encarga de estudios sociales en Rusia, el 89% de los rusos ven intolerable la corrupción estatal. Ello significa que la luna de miel entre las autoridades rusas y la sociedad está llegando a su fin. El sentimiento patriótico ayudó a los ciudadanos rusos a encajar los peores momentos tras las sanciones, con pérdida de poder adquisitivo y un empeoramiento de la situación económica general. Ahora los rusos de a pie empiezan a ser cada vez más duros incluso con los indicios de corrupción.

Las autoridades, muy amigas de los multimillonarios hombres de negocios, deberán adaptarse a las nuevas circunstancias y empezar a combatir la corrupción. Las promesas vacías ya no les van a servir demasiado para contentar a la sociedad. Si no hacen algo, la próxima vez pueden ser muchas más las manifestaciones, y protagonizadas por gente adulta, con mayor poder adquisitivo, poder de voto y, en consecuencia, mucha mayor influencia que los adolescentes de ahora. De momento, parece que el camino es el del medio, blindar más al Estado policialmente y prometer que, poco a poco, intentarán limpiar la arraigada cultura de la corrupción dentro de ese mismo Estado