@zalduariz
BARCELONA

1-O: Sortear el estado de excepción para decidir el futuro en las urnas

Un intenso mes, colofón de un largo proceso, llega hoy a lo que debería ser su culminación: el día en que 5,3 millones de catalanes están llamados a decidir en las urnas el futuro de su país. La jornada, sin embargo, llega con innumerables incógnitas, derivadas todas ellas del estado de excepción instaurado por el Estado español. El 1-O ya está aquí.

Varias personas trataron de arrancar la pancarta que colgaba de la fachada del Ayuntamiento de Barcelona tras una marcha unionista. (Josep LAGO/AFP)
Varias personas trataron de arrancar la pancarta que colgaba de la fachada del Ayuntamiento de Barcelona tras una marcha unionista. (Josep LAGO/AFP)

Ya estamos aquí. El intenso setiembre catalán da paso al 1-O, jornada marcada en rojo con un signo de interrogación en los calendarios. La casilla del día siguiente, la del 2 de octubre, está vacía. Todo dependerá de lo que ocurra hoy. Por ello, esta es una de las previas más complicadas de escribir. La principal incógnita de la jornada es si podrán abrirse o no los 2.315 colegios electorales previstos por la Generalitat, y para cuando la mayoría de lectores tengan esta página ante sí la duda ya habrá sido resuelta. Pero en el momento de escribir estas líneas resulta imposible saberlo. Literalmente imposible. El grado de incertidumbre sobre la jornada de hoy recomienda guardarse para uno mismo cualquier tipo de pronóstico.

La cantidad de gente movilizada para hacer posible la votación, la cantidad de gente organizada en barrios y ciudades para pasar la noche y defender los colegios electorales para poder ejercer hoy su derecho a voto es espectacular –tienen la crónica de la jornada en las próximas páginas, a cargo de Iraia Oiarzabal–. La iniciativa surgida para asegurar la apertura de los colegios, Escoles Obertes, que sigue funcionando por Twitter y Telegram –la web fue clausurada– cambió ayer su plan para hoy, y llamó a pasar la noche en los centros de votación o, en caso contrario, a concentrarse delante desde las 5 de la mañana. Nunca tantos catalanes habrán estado despiertos a esas intempestivas horas.

El ambiente ayer era a ratos eléctrico, para lo bueno y para lo malo. Se puede pasar de la euforia al temor a la velocidad de la luz, siempre con la ayuda de la rumorología, que acostumbra a avanzar mucho más rápido que cualquier hecho confirmado. Todas las virtudes y los peligros de las tecnologías de la información, en especial de las redes sociales, están desfilando en pasarela durante las últimas horas en Barcelona.

Rozar el milagro

En momentos de incertidumbre es tendencia refugiarse en las certezas. La primera de ellas es que el Estado está haciendo lo posible porque mañana no haya urnas, de lo que cabe deducir que celebrar hoy el referéndum en circunstancias relativamente normales será un milagro. Es más, llegar al 1-O con las urnas bajo custodia catalana es ya un milagro en sí mismo. Aunque las operaciones del Estado contra el referéndum no han vuelto al extremo de las vividas el 20 de setiembre, la jornada de hoy se celebra en un estado de excepción de facto, con las cuentas de la Generalitat intervenidas, con 10.000 guardias civiles y policías españoles desplegados en todo el territorio catalán y con más de un millar de cargos públicos amenazados por la justicia española.

Ayer la Guardia Civil se instaló en el Centro de Telecomunicaciones y Tecnologías de la Información (CTTI) de la Generalitat, donde se quedará hasta el lunes para evitar que se utilicen 29 bases de datos que podrían utilizarse para el censo del referéndum, ya sea para el recuento de los resultados o para el voto telemático que, aunque nadie ha explicado, el vicepresidente, Oriol Junqueras, dio a entender que tenían a punto. Como si de una organización violenta se tratase, el portavoz del Gobierno español, Iñigo Méndez de Vigo, calificó la operación como «un golpe más a la organización de la convocatoria ilegal» del referéndum. Su homólogo catalán, Jordi Turull, respondió que la entrada en el CTTI «es una muestra más de la desproporción por parte del Estado en su intento de reprimir el referéndum». «Todo lo que piden no tiene nada que ver con el 1-O, los ciudadanos pueden estar bien tranquilos, mañana se votará, contarán los votos y, si es necesario, se recontarán», añadió Turull.

Entidades ambivalentes

La claridad de Turull contrastó con la rueda de prensa ofrecida por los presidentes de Òmnium Cultural y la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Jordi Cuixart y Jordi Sánchez, respectivamente. Las palabras de este último, especialmente, dieron que hablar. No fue, desde luego, su rueda de prensa más lúcida.

Después de que el independentismo haya aguantado todo el mes de setiembre sin dar una cifra mínima de participación, Sànchez aseguró ayer que, si el Estado impedía la constitución de numerosas mesas electorales, conseguir que un millón de personas votasen sería un éxito. Es evidente que lo sería, pero Sànchez fue un paso más allá y aseguró que sería suficiente para declarar la independencia.

No está hablado que así sea; de hecho, es un debate que, acertada o erróneamente, el independentismo ha pospuesto a la jornada de mañana. Sacarlo ayer dejó entrever el temor –razonable– a que hoy sea imposible constituir las mesas electorales o, logrado eso, sea imposible realizar un recuento de los votos en condiciones.

Si todo fuese normal...

Todas las previsiones para la jornada de hoy son provisionales, a la fuerza. Pero si el Estado decidiese finalmente no actuar y dejar para el día después las medidas represivas, la jornada se parecería mucho a la de unas elecciones cualquiera. Las mesas deberían constituirse a las 9.00 y, una hora más tarde, el Govern tiene previsto, si los datos acompañan, dar las primeras informaciones sobre la constitución de las mesas. Una comparecencia a la que seguirían otras para dar cuenta de la participación, pieza clave en un referéndum como este, en el que una de las opciones llama abiertamente al boicot de la convocatoria.

Al atardecer, la cita festiva de las entidades soberanistas está programada en la plaza Catalunya, a la que se sumarán los partidos independentistas. Pero todo esto solo será verdad si una mayoría de catalanes consigue finalmente votar.