Ainara LERTXUNDI

La escritura, una vía para romper el aislamiento de Gaza

Más que una web, We Are Not Numbers brinda a los jóvenes gazatíes la oportunidad de relatar en primera persona sus vivencias e historias, y traspasar con sus reflexiones muros físicos y otros menos visibles pero igual de letales. Porque no son meros números, han encontrado en la escritura la mejor herramienta para darse a conocer y reivindicarse como cualquier joven en cualquier parte del mundo con sueños, ilusiones y proyectos llenos de vida.

Se calcula que 2.300 palestinos murieron en la ofensiva militar del Gobierno de Netanyahu contra la Franja de Gaza en julio de 2014. Detrás de cada número hay una historia personal, familiar, de amistad, de amor o desamor, de miedo, de tristeza pero también de alegría. Las heridas dejadas por más de un mes de intensos bombardeos aún siguen abiertas en lo personal y colectivo. Rescatar el testimonio de quienes sobrevivieron es uno de los objetivos del proyecto We Are Not Numbers –«No Somos Números»–, impulsado por la activista y periodista freelance estadounidense Pam Bailey, quien vivió y trabajó en la Franja de Gaza inmediatamente después de la operación «Plomo Fundido» de 2008-2009. Actualmente es asesora especial del director del Observatorio para los Derechos Humanos Euro-Mid.

«We Are Not Numbers persigue varios objetivos. Por una parte, ayudar a los jóvenes palestinos que viven en campos de refugiados o bajo la ocupación a mejorar su escritura en inglés y su comunicación en esta lengua, lo que, al mismo tiempo, les aporta mejores oportunidades educativas y les abre un abanico mayor en el ámbito laboral. Por otra, posibilitarles una conexión con el exterior para mitigar su sentimiento de aislamiento y educar a las audiencias en Occidente sobre las historias humanas que se esconden detrás de cada número que escuchan en las noticias», explica en entrevista con GARA Pam Bailey.

Capacidad de sobreponerse

Su fuente de inspiración para crear esta plataforma en 2015 fue la tragedia familiar de Ahmed Al-Naouq, cuyo hermano murió durante la guerra de 2014. Ambos eran inseparables. A través de conversaciones vía Facebook, Bailey le animó a transformar aquel inmenso dolor en palabras y a «hacer honor a su hermano contando su historia».

Hoy en día, son ya cerca de 90 los escritores gazatíes que se han sumado a esta iniciativa. Cada uno además cuenta con la asistencia y asesoría de un periodista o escritor profesional de un país de habla inglesa.

«La Franja de Gaza es probablemente el peor lugar para vivir que existe ahora mismo. Viajar dentro y fuera de Gaza está extremadamente limitado; son muy pocos quienes pueden salir para estudiar o por motivos médicos. La tasa de desempleo entre los jóvenes es del 65% y solo disponen de tres horas al día de electricidad. La sombra de una nueva guerra está omnipresente en cada momento de la vida diaria y lo triste es que no avizoran otro destino en el horizonte. La consecuencia de todo ello es una depresión colectiva y que en cada conversación impere el humor negro. Se sienten olvidados por el resto del mundo; incluso cuando las potencias internacionales discuten sobre la cuestión palestina, Gaza suele desaparecer de la agenda. Podríamos decir lo mismo en cuanto a los palestinos que viven en Líbano y que también participan en este proyecto», subraya Bailey preguntada sobre el día a día de estas jóvenes promesas.

Denuncia los efectos «acumulativos» de tres guerras y el férreo bloqueo israelí. «Lo más doloroso es la destrucción de la esperanza y del potencial de estos jóvenes. Aunque sus reflexiones están impregnadas de amor, de humor y creatividad, la resiliencia de toda persona tiene un límite. La buena noticia, paradójicamente, es su capacidad de sobreponerse. Una vez en libertad, florecen como una planta privada de agua. Así lo he experimentado cuando los he visto llegar a otros países».

Lamenta que «muchos occidentales tienen una visión estereotipada de los palestinos en Gaza; los ven como personas sin ilusiones, como víctimas patéticas o como militantes incivilizados que se comportan de un modo enajenado. No asumen que los palestinos viven bajo un régimen de ocupación y, por tanto, tienen derecho a la resistencia, un derecho reconocido a nivel internacional. A eso hay que sumarle que los occidentales tienen escaso contacto directo con los gazatíes, lo que les impide mirar más allá de los símbolos culturales que los separan, como el hijab , y reconocer que comparten los mismos anhelos y que los gazatíes ríen, lloran, sueñan como cualquier otro ser humano». Es por esas razones que Bailey puso en marcha We Are Not Numbers. El nombre no es casual, subraya. «Con demasiada frecuencia, las únicas informaciones que recibimos de Palestina se traducen en meras cifras; de muertos, heridos, desplazados, etc. Se echan en falta historias humanas con todos sus matices y complejidades».

Un libro, una agencia de noticias...

«Quieren ser vistos y escuchados, hablar por sí mismos. Sin embargo, es extremadamente difícil romper la agenda dominante en los medios», añade. Pese a ello, el proyecto, que «les permite reencontrarse en Gaza y establecer lazos de amor por la escritura, formando así un equipo y una segunda familia», va creciendo y ya tiene en mente la publicación de un libro recopilatorio de estos relatos y los comentarios de cada mentor. «Queremos también poner en marcha una agencia de noticias para que nuestros mejores escritores se hagan eco de aquellas historias que no suelen ser contadas, al tiempo que les ofrecemos una oportunidad de trabajo por primera vez en su vida profesional. Adicionalmente, queremos traducir todas estas historias a otros idiomas, introducir vídeos y formar a estos jóvenes en el mundo audiovisual. Como verás, tenemos muchos planes y ambiciones», exclama.

A los potenciales lectores les anima a entrar en la web, a leer los textos y dejar sus comentarios al respecto y que, en la medida de lo posible, hagan donaciones. «Les invito también a que compartan nuestro enlace con sus amistades, compañeros de trabajo y familiares. Y si algún voluntario está dispuesto a traducir las historias a su lengua local, bienvenido sea, porque el objetivo es romper los muros de su aislamiento».

 

«¿Alguna vez has tenido que esperar a tener electricidad para lavar la ropa?»

Ghada Ahmed, de 25 años, estudió inglés en la Universidad Islámica de Gaza. Ha trabajado como bibliotecaria y traductora para el Centro de Estudios Políticos y como profesora de inglés. La lectura es su fuente de inspiración y la escritura su pasión, afirma.

«La condición de ser humano significa poder vivir como cualquier otra persona y disfrutar de los mismos derechos. Pero en Gaza todo es diferente; es experimentar lo que para el resto del mundo es ajeno o tan siquiera imaginable. Vivir bajo la ocupación, el bloqueo y la opresión te hace sentir como si estuvieras encerrada en una prisión a cielo abierto que no tiene fin. ¿Alguna vez has tenido que esperar a tener electricidad, la cual solo disponemos entre dos y cuatro horas al día, para lavar la ropa, hornear el pan o cargar la batería del móvil o del portátil? Y por esa misma falta de electricidad, la comida se pone en mal estado en el frigorífico, los niños tienen que dormir sobre el suelo por el terrible calor que hace, no tenemos suficiente agua potable en casa, ni batería para trabajar en el ordenador… son algunos ejemplos de las complicaciones que padecemos en nuestro día a día», relata Ahmed a GARA vía Facebook.

Otro de los innumerables efectos del bloqueo es la imposibilidad de realizar estudios superiores fuera de la Franja. «Aunque trabajes muy duro y lo logres, los trámites burocráticos para que te den el permiso de salida son muy estrictos y, en ocasiones, pese a obtenerlo, tampoco puedes salir porque con frecuencia cierran el paso fronterizo. Entonces, ves tus sueños frustrados sin que puedas hacer nada. Si eres tremendamente afortunada, podrás salir después de pasar por un proceso agotador; de lo contrario, estarás condenada a quedarte en el mismo infierno hasta el último de tus días y a deprimirte por tener que renunciar a tus sueños. Yo misma estoy a punto de perder mi beca porque no he logrado el permiso para salir de Gaza», manifiesta esta joven gazatí para quien fue «un placer» sumarse a la plantilla de We Are Not Numbers en 2015.

«Ni los occidentales ni el resto tiene información suficiente de lo que acontece en Gaza y de nuestro día a día aquí. Por eso, escribir cobra otra dimensión; lo que no se cuenta no existe y así sus protagonistas nunca tendrán derecho a ser escuchados. Ha aumentado mi percepción de lo importante que es ser la voz de los refugiados palestinos, y describir las dificultades que padecemos los gazatíes en particular y los palestinos en general. Escribir es una sensación refrescante que no solo nos ayuda a dar a conocer al resto del mundo nuestras inquietudes, sino que nos abre una puerta para estar en contacto con personas de otras latitudes y conocerlas», subraya.A. LERTXUNDI