Pablo GONZÁLEZ

Una alta participación, una prioridad y preocupación para el Kremlin

Las autoridades están haciendo un gran esfuerzo para conseguir una alta participación en las elecciones presidenciales. Por ello la campaña electoral también tiene su porción de populismo, maleducado y de utilidad discutible en el panorama político del país.

Una de las mayores preocupaciones de las autoridades rusas de cara a las elecciones presidenciales del domingo es la participación. En unos comicios donde el ganador está claro desde que el actual presidente Vladimir Putin decidió presentarse a la reelección, todo lo que concierne a la organización de la votación y sus resultados técnicos tienen más importancia. En los últimos años, la presión sobre las autoridades rusas ha aumentado, tanto desde dentro como desde fuera. Por ello, quiere entrar en la que seguramente será su última etapa al frente del país sin ninguna sombra de duda sobre la legitimidad del presidente. En 2011, las autoridades rusas utilizaron todas las herramientas administrativas para que la oposición real no entrara en el Parlamento. Ello provocó importantes protestas. En 2012, Putin fue reelegido sin un oponente con posibilidades reales. Todo ello ha permitido a los críticos con el sistema, tanto dentro, como fuera de Rusia, poner en duda la legitimidad del presidente y todo el aparato gubernamental que preside. De todo ello han tomado nota en el Kremlin y, en esta ocasión, ha adoptado una serie de medidas para mejorar la imagen de unas elecciones sin elección real.

Votar, un trámite más fácil que nunca

Las encuestas hechas por organismos oficiales prevén una alta participación en los comicios, desde un 62% hasta un 80% del electorado. Sin embargo, encuestas alternativas vaticinan que en las ciudades de al menos un millón de habitantes la intención de participación en las elecciones no supera el 45%. Con aproximadamente un 75% de los ciudadanos rusos viviendo en las ciudades, el Kremlin tiene razones para preocuparse.

Casualidad o no, pero la Comisión Electoral Central, el organismo encargado de organizar las elecciones, ha facilitado más que nunca la votación. Se puede votar en cualquier parte del país con tal de solicitarlo unos días de antelación. La solicitud se puede hacer online e incluso desde un teléfono móvil. Para que esto se conozca, se ha lanzado una amplia campaña electoral, la cual llega incluso a las cuentas de Instagram de populares cómicos monologuistas rusos. Con su toque de humor habitual animan a sus suscriptores ir a votar.

No olvidan una agresiva campaña por los medios de alcance nacional. Todos los candidatos llaman a ir a votar, incluso Sobchak que se posiciona como la más opositora. El único que llama en contra de ir a votar es Aleksei Navalniy, el líder opositor más popular, el cual no puede participar por decisión de las autoridades, que además de intentar mejorar la participación, han empezado a trabajar para blindar los comicios rusos de cualquier atisbo de «influencia extranjera».

El diputado y jefe de una de las comisiones del Parlamento para asuntos internacionales ha propuesto una pena de 25 años para los extranjeros que intenten influir en las elecciones rusas. Lo justifica con el ejemplo de 1996, cuando Estados Unidos apoyó, incluso con dinero, la campaña de reelección de Boris Yeltsin.

El populismo siempre dispuesto

Otro punto que debe aportar varios millones de personas que vayan a votar son los populistas. Su principal representante en el panorama político ruso es Vladimir Volfovich Zhirinovskiy (Alma-Ata, 1946) el líder del partido Partido Liberal Demócrata de Rusia. En las últimas elecciones votaron por él más de cuatro millones de personas, es decir el 6,22% del electorado. Su discurso promete viviendas gratis para todos los ciudadanos, acabar con la corrupción y, en general, hacer de Rusia un país mejor para los rusos y temido para los enemigos.

Son sus quintas elecciones. Se presentó por primera vez en 1991 y desde entonces solo faltó a las de 2004 por que no quería ir contra Putin. A sus 71 años, Zhirinovskiy suele exponer todo lo que se le pasa por la mente, y por ello ha protagonizado el acto más desagradable de toda la campaña cuando durante un debate de la cadena de televisión estatal insultó a Kseniya Sobchak en términos muy despectivos. Se espera de él que repita el resultado de 2012.

Un candidato similar, al menos teóricamente en lo que respecta a las ideas políticas, es Serguei Nikolaevich Baburin (Semipalatinsk, 1959). Representa al partido Unión de todos los Rusos, una formación conservadora y nacionalista con escasa historia y poder en la sociedad. No parece que vaya a llegar ni al 1% de los votos.

A pesar de que sean sus quintas elecciones, Zhirinovskiy nunca ha ocupado puesto alguno y ha apoyado la mayoría de iniciativas de Rusia Unida y Vladimir Putin. Toda su oposición se ha limitado a criticar de vez en cuando a las autoridades, sin retirarles nunca el apoyo parlamentario.

Aún así, tiene un electorado fijo que lo apoya. De estos dos populistas se espera que muevan a varios millones de electores, los cuales deben ayudar al Kremlin a subir la participación a al menos un 60% del censo. La victoria de Putin no está en juego, pero sí el sentimiento de legitimidad para los próximos seis años de mandato.