Ingo NIEBEL

El civismo catalán convence a la opinión pública alemana

La Policía alemana ha proporcionado al unionismo español la foto (no vista aún) que tanto deseaba: Puigdemont en prisión. Pero ya ayer quedó en evidencia que la opinión pública no compra esa versión y marca distancia con un episodio históricamente incómodo.

Ll domingo la Policía alemana proporcionó a Madrid la noticia que buscaba: la detención primero y encarcelamiento después del president Carles Puigdemont. A primera vista parecía que los alemanes cumplían con su tradicional papel del fiel «Kamerad» que saca al españolismo de los problemas creados por el mismo. Repasemos: la Legión Cóndor apoyando militarmente la conquista de Euskal Herria y Catalunya; el servicio secreto militar, la Abwehr, entregando al president Lluis Companys y a destacados dirigentes republicanos al régimen franquista, y las SS con su Gestapo asesinando a miles y miles de «rotspanier» (rojoespañoles) en los campos de exterminio.

Sin embargo, la opinión pública alemana no repite este pasado y tampoco ha entonado la triste canción «antinacionalista» que tanto le gustaba entonar sobre el conflicto político vasco. En buena parte, el independentismo catalán de nuevo cuño se ha librado de este prejuicio porque no lastra el peso de la violencia política, vulgo «terrorismo». Además, ha sabido promocionar sus ideas de modo tal que rompe los típicos clichés «antinacionalistas» y «universalistas». Es más bien el Estado español quien muestra rostro autoritario y antidemocrático.

Así se explica por qué el diario ‘‘Süddeutsche Zeitung’’, de tendencia centroliberal, tituló ayer en relación a Puigdemont: «Alemania tiene a su primer preso político». Ni a los presos del PKK kurdo ni a los integrantes de la Fracción del Ejército Rojo (RAF) les concedió jamás este estatus; eran «terroristas».

Es más. Crecen las voces que piden asilo político para el president. El domingo, los activistas del grupo PixelHELPER proyectaron este mensaje junto con un “Puigdemont welcome” en la fachada de la Cancillería de Angela Merkel. Y ayer lunes, el columnista Jakob Augstein, del seminario ‘‘Der Spiegel’’, tituló su comentario «¡Asilo para Puigdemont!». Argumenta que con la detención Alemania se ha involucrado en la «lucha por la independencia de los catalanes». «Ahora nos tenemos que posicionar, Alemania no debe apoyar la justicia política de España», concluye. Su compañero Claus Hecking opina que se debería extraditar a Puigdemont pero no por rebelión ni sedición porque no hay base legal para ello, sino en todo caso por un delito de malversación. Y matiza que si la extradición fuera por ese delito, Madrid no le podría juzgar por los otros dos.

La prensa liberal subraya que los dos artículos del Código Penal alemán que más podrían parecerse a los de rebelión y sedición no son aplicables al president porque requieren como condición sine qua non el uso de la violencia. «Rebelión democrática mediante un referéndum no es delito en Alemania», sentencia el veterano político de los Verdes, abogado y defensor de los derechos civiles Christian Ströbele.

El antecedente vasco

Aunque la mayoría de estas personas no es favorable a la independencia de Catalunya, sí son voces que no se ubican lejos de los ministros socialdemócratas de Justicia y Exterior, Katarina Barley y Heiko Maas respectivamente. Tal vez, el CNI no previera el alcance que podría tener en la opinión pública alemana el arresto de Puigdemont. Y quizás ha olvidado también la debacle que sufrieron las FSE españolas ante un tribunal alemán que hace 20 años no condenó a dos ciudadanos germanos por colaboración con ETA, a pesar de la presión mediática hispana, porque no había base legal para ello. Entonces el juez les dio a los corresponsales españoles una lección en Derecho Penal y otra en independencia del poder judicial.

En cambio, los Comités de Defensa de la República catalana en Alemania conocen bien el terreno por el que se mueven. Han llamado a no comparar el caso de Puigdemont con el de Companys por las obvias diferencias y también hacen hincapié en no ejercer presión sobre la Justicia alemana. Eso sí, se manifestarán en solidaridad con su president y en defensa de sus derechos colectivos, pero preservando el habitual civismo pacífico con el que han sabido convencer a muchos alemanes, aunque aún no a la canciller Angela Merkel.