Dabid LAZKANOITURBURU

El emperador del Sol Naciente se va vivo y sin ser forzado a abdicar

El emperador Akihito renunció en favor de su hijo Naruhito. Es la primera abdicación de un emperador en 200 años y aún más excepcional por ser no forzada y buscada por el propio abdicante en la historia del imperio del Sol Naciente. Su reinado, además de por romper moldes tanto en relación con el histórico aislamiento de esta figura semidivina y en política internacional, ha estado marcado por cierto freno de Japón como potencia económica y demográfica.

El emperador Akihito puso punto final a sus 30 años y 5 meses al frente del trono de Japón, que abandona oficialmente por su edad (85 años) y problemas de salud, para dejarlo en manos de su hijo Naruhito, que se convertirá hoy en el 126º soberano del trono del Crisantemo.

Es la primera vez en dos siglos (7 de mayo de 1817) en que un emperador japonés abdica en favor de su hijo, en virtud de una ley excepcional aprobada el 1 de diciembre de 2017 y que impulsó el propio Akihito al anunciar el 8 de agosto de 2016 su intención de pasar a convertirse en emperador «emérito».

La población nipona encaró, no sin críticas por el dispendio temporal, 10 días de festividades inéditas ya que, esta vez, el país no está en duelo como en los casos precedentes en 1989 (muerte de Hirohito, conocido como emperador Showa), en 1926 (muerte del emperador Taisho) o en 1912 (muerte del emperador Meiji).

Cada llegada de un nuevo emperador da nombre a una era. La que terminó ayer («Reiwa», o bella armonía), dejará paso hoy a la era «Heisei» ( consolidación de la paz).

Akihito nació el 23 de diciembre de 1933, en plena guerra de conquista en Asia en nombre de su padre, el emperador Hirohito. Tenía 11 años cuando, forzado por una contraofensiva en el Pacífico y tras sufrir sendos ataques con bombas nucleares (Hiroshima y Nagasaki), el emperador del Sol Naciente tuvo que reconocer su derrota en la II Guerra Mundial y capitular sin condiciones el 15 de agosto de 1945. Los japoneses escucharon por primera vez la voz de un emperador cuando anunció por radio la rendición.

La Constitución impuesta en 1946 por EEUU como potencia ocupante despojó oficialmente al emperador de su status semidivino y le otorgó el papel de «símbolo del Estado y de la unidad del pueblo».

Akihito heredó el trono del Crisantemo en enero de 1989 a la muerte de su padre. Lo hizo rompiendo moldes. Casado en 1959 con una plebeya, la emperatriz Michiko, se prodigó en su mandato en visitar escenarios de catástrofes naturales y nucleares e incluso en reconocer las exanciones japonesas en una visita a China y en reivindicar ancestros coreanos.

Pero lo que más ha marcado su reinado ha sido el freno de Japón, tanto en términos de potencia económica regional como en clave demográfica.