Karlos ZURUTUZA

Los últimos de Serekaniye

El combinado kurdo-árabe evacúa a sus últimos combatientes en Serekaniye antes de que la ciudad sitiada caiga en manos de las fuerzas islamistas respaldadas por Ankara.

Un telón de humo negro sobre el horizonte antes de llegar a Tel Tamer. No es la resaca de un último bombardeo, sino piras de neumáticos ardiendo. Como en días anteriores, el aire también resultaba irrespirable el viernes, pero se trata de que esa cortina que todo lo cubre impida a los drones señalar objetivos. Y es que la pequeña Tel Tamer se ha convertido en un enclave altamente estratégico en este nuevo episodio en las guerras kurdas desde que Turquía lanzara su ofensiva sobre la ciudad de Serekaniye el 9 de octubre: desde aquí se mandan los suministros –comida, armas, combatientes– a la ciudad sitiada, y hasta aquí se intenta evacuar a heridos y muertos. «Si cae Tel Tamer, cae Serekaniye», ha sido una frase recurrente desde el comienzo de la ofensiva. No ha sido exactamente así.

Padres e hijos circulan sobre una única moto en la que aún queda sitio para una maleta, una muestra más de que el miedo es capaz de desafiar a la física.

«Llegan ahora desde el norte, de las aldeas ocupadas por los islamistas que respalda Turquía», explica Adnan, miliciano kurdo a la entrada del hospital. Luego señala unas banderas sobre un silo a dos kilómetros. «Son sirias, el régimen también está por aquí», añade. Dice que llegaron, las pusieron allí arriba, sacaron fotos y vídeos y se fueron, «aunque no muy lejos». En cualquier caso, las prioridades en Tel Tamer son otras. Hay que evacuar a los heridos de Serekaniye.

«Estos días atrás hemos tenido que usar coches civiles para entrar porque los turcos bombardean las ambulancias, pero desde ayer no hemos podido sacar a nadie», asegura un médico de la Media Luna Roja Kurda desde un hospital lleno de camas vacías. El tedio también puede ser una muy mala señal en una zona de guerra, pero a eso de las tres de la tarde una inesperada visita saca al personal del letargo. Media docena de líderes tribales árabes del noreste de Siria se han acercado para conocer de primera mano la situación de la crisis. El jeque Tabit al-Juhar es el primero en romper el hielo.

«Kurdos y árabes hemos derrotado juntos al Estado Islámico y nuestros hijos en las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) siguen combatiendo a los islamistas en Serekaniye. Hemos venido a expresarles nuestro apoyo», dice este portavoz de las tribus de Hassaka.

«Piratas del Caribe»

El alto el fuego entre kurdos y turcos en vigor sobre el papel desde el jueves no se ha respetado en Serekaniye; los combates no han cesado desde entonces. Lo que sí ha llamado la atención de todos en Tel Tamer es que hoy no se han oído drones sobre la ciudad. Las razones se destapan súbitamente en una frase que salta de boca en boca en el hospital.

«Han permitido la entrada de un convoy humanitario», dice un miembro de los Burma Free Rangers, una ONG con sede en Tailandia pero de personal mayoritariamente estadounidense, la mayoría exmilitares. Un acuerdo entre Damasco y Ankara permitía que un convoy de siete vehículos liderados por la Media Luna Roja Siria pudiera acceder a la zona. Dos kilómetros antes de llegar se convierte en una caravana de 25 unidades entre a las ambulancias kurdas, las dos de los Rangers y un número de vehículos en los que viaja personal no sanitario. Hay un momento de tensión en el que los sirios acusan al resto de poner en peligro la operación, y luego otro aún más crítico.

«A un kilómetro de Serekaniye el convoy se detiene y se empiezan a cambiar las posiciones porque nadie quiere ir primero», explica a GARA John –nombre falso-, el único fotógrafo en el convoy. Una vez reorganizada la comitiva, esta acaba entrando en la ciudad.

«Era surrealista. Todos esos combatientes del Ejército Libre Sirio –la milicia islamista respaldada por Turquía– vestidos de uniforme pero sucios y desgarbados, con unas barba y unas greñas como de Piratas del Caribe», recuerda. Hay más. «Dos hombres en moto siguieron a la comitiva por una carretera que cruzó un niño en bicicleta, y luego estaba aquel tipo sujetando dos perros enormes, uno con cada brazo. Los islamistas saludaban a los coches, grababan vídeos e incluso se hacían selfies con nosotros detrás», añade.

Una vez llegados al hospital de Serekaniye, los sanitarios buscan a los heridos. «La enfermeras estaban increíblemente contentas y felices de vernos a pesar del intenso olor a muerto. Había un puñado de combatientes internacionales en el sótano, entre ellos un chaval de Carolina del Norte que había llegado hacía tres días y no tenía experiencia en combate. Me sorprendió que ninguno tuviera la intención de salir de allí porque están totalmente rodeados», señala.

La caravana atravesó Tel Tamer pasadas las nueve de la noche para repartirse después entre los hospitales de Hassaka y Qamishli. Fue sin duda la noticia del día, pero era demasiado pronto para cantar victoria por un alto el fuego que no acaba de ser tal. Fuentes oficiales kurdas aseguraban ayer que Turquía estaba reagrupándose en Serekaniye mientras los drones volvían a sobrevolar la ciudad. Entre el caos, un nuevo convoy recibía luz verde para acceder ayer a la ciudad mártir el sábado. Poco después de que los heridos llegaran a los hospitales, un escueto comunicado oficial desde las FDS aseguraba que el combinado kurdo-árabe había evacuado a todas sus unidades en la zona. La última frase del comunicado era la más contundente: «No tenemos más combatientes en Serekaniye».