Mikel Zubimendi
Elkarrizketa
Tamara Muruetagoiena
Hija de Esteban Muruetagoiena, médico de Oiartzun fallecido tras ser torturado

«A mis amigos la historia de aita les deja de piedra, que un médico haga su labor y acabe así…»

«Non dago Tamara?», fueron las primeras palabras de Esteban Muruetagoiena, el médico de Oiartzun. Lo destrozaron físicamente, murió dos días después. 7K ha entrevistado a su hija Tamara, actualmente afincada en Connecticut (EEUU), donde es directora ejecutiva de Great Mountain Forest.

Tamara Muruetagoiena. (Noel RODRÍGUEZ)
Tamara Muruetagoiena. (Noel RODRÍGUEZ)

Tamara Muruetagoiena (Oiartzun, 1974) nunca pudo despedirse de su aita. Nunca tuvo la oportunidad de decirle lo mucho que había significado para ella. Durante años, no le dijeron ni el cómo y ni el porqué de su muerte. Un ataque al corazón, decía. Aquella niña oiartzuarra se fue a vivir con su ama a Madrid, y desde allí la vida le llevó por el mundo. Construyó una vida llena de significados y compromisos, desde la distancia, lejos del conflicto vasco.

25 años después, Tamara Muruetagoiena decidió contar la historia de su aita en ‘The Doctor’, un conmovedor documental. Una aportación muy personal e íntima que, además, le sirvió para decirle lo que no pudo, para demostrarle su amor y su compromiso para buscar reparación a la atrocidad que sufrió. Víctima del conflicto y en conflicto con la palabra «víctima», siempre ha sido activa a su manera, siempre atenta al dolor propio y ajeno, siempre aportando.

Sus inquietudes le llevaron hasta la ciencia de la ecología, a trabajar en la gestión de equipos medioambientales, en políticas contra el cambio climático. Hoy es la directora ejecutiva del Great Mountain Forest de Connecticut, pero para ella Aiako Harria sigue siendo «el lugar más bonito del mundo». Atiende a 7K con atención y mucho gusto, responde suelta y libre, sobre temas personales, de la tortura, de la reparación y el conflicto, sobre inquietudes sociales, desde la situación en EEUU a la emergencia climática. Siempre con la historia de su padre presente, con sus recuerdos, con el reto vital de que «me ayuden a crecer y no me consuman por dentro».

Tenía ocho años cuando murió su aita. ¿Qué recuerdos guarda? ¿Siguen ahí, como ropa de la que no se puede desvestir?
Mi vida empieza de una forma totalmente bucólica, en Oiartzun, un pueblo precioso en las montañas. Mi aita es el médico, todo el mundo le conoce y tengo recuerdos maravillosos de las visitas a sus pacientes en los caseríos. Pero de repente nuestra vida cambió para siempre. Un día llega un comando de ETA a la consulta de mi aita, después de un altercado con la Policía, y pide a mi padre que les cure. Yo tengo cinco años, y hay unos hombres ensangrentados en mi casa (donde estaba su consulta) y están llenos de armas y mis padres están en estado de pánico. Ese episodio duró varios días, el tiempo que se tardó en curarles. Al poco tiempo mi padre va a juicio y queda absuelto. Es médico, es su obligación. Mis padres ya no fueron los mismos desde entonces, su relación cayó en picado y acabó en separación. Mi madre rehízo su vida, con su actual marido, y nos fuimos a vivir a Madrid. Ahí se acaba Oiartzun para mí. A los pocos meses de llegar a Madrid, a mi padre le detienen. A mi ama también le detienen mientras estábamos solas en casa. Mi padre salió a los nueve días sin cargos; mi madre en dos, también sin cargos. Dos días después, mi padre muere. Tenía casi ocho años y me quedé sin padre y nunca tuve la oportunidad de despedirme de él.

Todo eso es parte de mi vida, y no puedo desprenderme de esos recuerdos. Mi reto vital es vivir con ellos, que me ayuden a crecer y que no me consuman.

Le cogió en Madrid la noticia. Durante un tiempo su familia no le dijo las razones de su muerte. ¿Qué supuso saber que fue la tortura? ¿Cómo se acostumbra una a eso, a imaginar el tormento que pasó su padre en aquellos fatídicos días?
Durante años no supe que en esos nueve días de su detención mi padre fue brutalmente torturado y murió a consecuencia de las torturas. Lo supe cuando estaba a punto de empezar en la universidad. La pérdida de un padre es desolador a cualquier edad, y en la niñez, más. Si a eso le añadimos las causas de su muerte, el trauma es aún mayor. Pensar que tu padre ha muerto con un sufrimiento máximo es absolutamente horroroso. Nunca te puedes acostumbrar a ello, porque es una absoluta aberración. Y si encima añadimos que fue en manos de las fuerzas de seguridad del Estado, en teoría, tus protectores, hace que pierdas totalmente la fe en la benevolencia del Estado y te vuelves muy crítica con la labor estatal y policial.

Y después se va a vivir a Bélgica, y de allí a EEUU. ¿Circunstancias, avatares de la vida o necesidad de vivir en otro lado, de construir, por así decirlo, una nueva identidad?
Una parte de mí siempre ha querido vivir experiencias nuevas. Es cierto que tengo una naturaleza aventurera y curiosa, pero también es cierto que hay otra parte de mí que se ha beneficiado de vivir lejos del conflicto vasco, en lugares que no saben nada de tu pasado y donde puedes empezar de cero y construir tu propio camino de una manera independiente. Allí donde iba no existía ETA, o la Guardia Civil, ni los constantes controles con policías armados en todas partes. El conflicto que destrozó mi vida estaba lejos y yo necesitaba ponerle distancia.

Veinticinco años después, decide contar su historia. Hasta entonces, decía que había muerto de ataque al corazón, ¿quizá para no tener que dar explicaciones y volver a recordarlo todo?
Un día me llega una invitación para los actos del 25º aniversario de la muerte de mi padre en Euskal Herria. Ese fue un antes y un después en mi vida y un paso importante hacia mi reconciliación personal. Hasta entonces solo había visitado Oiartzun tres o cuatro veces después de morir aita. Fue el absoluto calor y cariño de las personas que participaron en aquellos actos, además de mis amigos en EEUU que me dieron el empujón necesario para dar el paso a contar la historia de mi aita. El resultado no pudo ser más positivo, primero para mí, pero también sé que muchas personas se beneficiaron de oír mi historia. Es sanador para todos entender el dolor propio y el ajeno. Es el primer paso hacia la reconciliación en cualquier conflicto.

La vimos en el documental ‘The Doctor’, un conmovedor trabajo en el que cuenta la historia de su aita. ¿Qué supuso ese trabajo, poder hablar con él?
‘The Doctor’ fue un ejercicio de catarsis personal a través de un medio como el documental. Yo soy una apasionada del cine y del documental como medios para contar historias. A pesar de que no tengo aptitudes artísticas, tomé una clase de documental en la Facultad de Cine de la Universidad de Yale y aprendí lo suficiente como para poder contar mi historia con el material que tenía de los homenajes del 25º aniversario. Ese era el objetivo principal, pero el resultado fue otro, fue decirle a mi aita todo lo que no he tenido oportunidad de decirle, lo mucho que él había significado para mí y demostrarle mi profundo amor y compromiso personal para contar su historia y buscar la reparación a tal atrocidad. Fue un viaje precioso.

Es una víctima del conflicto vasco, pero dice que odia la palabra «víctima». ¿Alguna razón en especial? No obstante, ha sido activa, ha participado en diferentes iniciativas. ¿Sintió alguna vez que, por haber vivido lo que vivió, su responsabilidad era mayor?
Tuve muchos conflictos con esa palabra porque siento que se utilizaba, no para buscar el dialogo, la resolución y reparación del conflicto, sino para crear más conflicto y enfrentar a distintos grupos. Yo decidí entonces hacer mi propio recorrido y encontrar la verdad que funcionaba para mí. Empecé con Elkarri, donde conocí la metodología de resolución de conflictos mediante el diálogo. Después vino Bidea Helburu, que me enseñó lo que era la no-violencia activa, viajé a Sudáfrica y conocí a los líderes de la resolución del conflicto en aquel país, a personas de Irlanda del Norte, víctimas del conflicto vasco de distintos lados. Conocí el amplio y profundo mundo de la tortura con Torturaren Aurkako Taldea. Luego llegaron dos documentales en los que participé: ‘Mariposas en el Hierro’ y ‘Parlem els Ulls’. En todo este trayecto ha habido tantas personas increíbles que me han enseñado tanto, que han sido esenciales en mi recorrido y a las que estaré eternamente agradecida.

Su vida no ha dejado de dar vueltas. Repasemos el viaje. Tras el Bachillerato llegaron las Ciencias Políticas y un máster en Administración de Empresas. Luego, asesora en el Parlamento Europeo de política medioambiental. ¡Qué tiempos los años jóvenes! ¿Creyó quizá poder cambiar el mundo a través de la política?
Siempre he sido una ecologista convencida y comprometida con nuestra sociedad y con el medioambiente. Y, por supuesto, con cambiar el mundo. En la universidad pensé que eso se conseguía a través de la política (¡qué ingenua!) y estudié Ciencias Políticas y luego cursé un máster en Administración de Empresas y acabé trabajando en el Parlamento Europeo para el Grupo Verde europeo durante cinco anos. Trabajé con personas estupendas con las que compartía ideología y mi visión del mundo. Sentí que la política se quedaba muy en la superficie de los temas medioambientales y decidí estudiar, hacerme «experta» en el tema. Con el tiempo mi visión de la política ha empeorado, el sistema tal y como esta diseñado promueve la hipocresía, el oportunismo, el eterno enfrentamiento. Nada de eso está alineado con quien quiero ser yo.

Apostó por la ciencia de la ecología. ¿Por qué? ¿La llamada de la naturaleza era tan fuerte? ¿Siempre tuvo claro que el trabajo sobre el terreno era lo suyo?
Sí, aposté por la ciencia de la ecología y de allí hice un programa de Biología Medioambiental en la Universidad de Columbia, y un máster en Ciencia Forestal en la Universidad de Yale sobre biodiversidad en las plantaciones forestales. Me fascina la ciencia, que debería ser la base para tomar cualquier decisión, y también los números me gustan, nunca engañan.

Me encantó el trabajo en el terreno y estudié, y luego trabajé en universidades líderes en materia medioambiental. Fue en la Universidad de Yale donde llevé a un grupo de estudiantes a hacer un estudio en Aiako Harria y luego publicamos un libro con los resultados.

Trabajó también en un área remota de la República Dominicana, en la que fue su primera experiencia de gestión, de plantilla y voluntarios. ¿Ya tenía claro que su aportación al medioambiente pasaba por ser gestora de personas y de recursos?
Fue trabajando para la Universidad de Columbia cuando gestioné un centro de investigación medioambiental en la República Dominicana. Fue mi primera experiencia en gestionar personas y recursos y tuve claro que esa era mi fortaleza. Mis mayores logros profesionales han sido los equipos que he creado y las personas que he contratado.

También conoció el mundo de las multinacionales, trabajó en la californiana Driscoll's, el mayor productor y comercializador del mundo de frutos del bosque, en su departamento de sostenibilidad. ¿Qué tal la experiencia?
Dirigir un departamento de sostenibilidad dentro de una multinacional es como ser un activista dentro del sistema capitalista. Se aprende mucho y es realmente fascinante pero también agotador porque siempre se rema a contra corriente. Mi etapa en Driscoll’s fue absolutamente enriquecedora. Mi trabajo se centró principalmente en los plásticos y también en los pesticidas. Tuvimos grandes logros mejorando la gestión de los plásticos y buscando alternativas y también grandes avances en agricultura biológica. Una vez más, lo mejor, mis equipos; nada hubiera sido posible sin su dedicación.

Hoy es la nueva directora ejecutiva de Great Mountain Forest. ¿Se cierra el círculo? ¿Cómo se siente trabajando en la gestión de un bosque tan salvaje y majestuoso, en ese mundo tan mágico? ¿Encontró el lugar que da sentido a su vida, el hechizo que atrapa?
Ser la directora ejecutiva de Great Mountain Forest (GMF) es un gran paso profesional: pasas de dirigir un equipo a dirigir toda una organización. GMF es una organización sin ánimo de lucro, uno de los bosques mas grandes del estado de Connecticut, que se dedica a la investigación, educación y trabajo forestal enfocado en el cambio climático.

Los bosques tienen un papel muy importante en las iniciativas locales, estatales y globales sobre el cambio climático y nosotros queremos estar en primer plano. Yo solo llevo ocho meses en mi puesto liderando GMF y casi cuatro han sido durante la pandemia pero, afortunadamente, la organización y mi equipo han apoyado siempre mi visión de futuro. Aquí he encontrado un lugar precioso y un gran reto profesional y me siento muy afortunada por esta oportunidad.

Para ir cerrando el círculo de esta entrevista, ¿Qué piensan sus amigos estadounidenses, tanta gente de tantos países con los que ha trabajado, cuando escuchan su historia, la historia de su aita?
A mis amigos, la historia de mi aita, normalmente les deja de piedra, les parece imposible una historia así en un país europeo, que además no pasó durante la dictadura, sino en democracia. Les parece muy injusto e impensable que un médico haga su labor y acabe así. Su visión, como la de mucha gente, es de buenos y malos sobre el conflicto vasco y se sorprenden de la cantidad de matices que hay y que el tema es mucho más complicado. No entienden que nunca haya habido un juicio y que las cosas hayan quedado así. Siempre me dicen que es una historia para un libro y una película.

¿Cómo es EEUU para aquella niña oiartzuarra? ¿Cuál es su relación con el país que la ha acogido? ¿Es tan «bestia» como nos lo pintan?
Mi relación con este país no puede ser mejor. Siempre me he sentido acogida y he tenido grandes oportunidades en lo académico y profesional. Se valora mucho el trabajo bien hecho y la dedicación, y eso me ha beneficiado. A estas alturas me siento una persona con dos culturas, vasca-americana, y aquí he formado mi pequeña familia con mi hijo y mi marido.

EEUU es un país de grandes contrastes, excepcional, absolutamente loco y apasionante. El presidente que tenemos es horrible, yo pensé que ya habíamos tocado fondo con George W. Bush, pero no, parece que aún nos queda más fondo. Este año tenemos elecciones y ha sido muy ilusionante ver el crecimiento del movimiento progresista liderado por la campaña de Bernie Sanders. Ha sido una campaña excepcional, llena de energía y diversidad. basada en los pilares del cambio climático/salud publica/educación. Pero ha sido muy triste ver cómo todo ese movimiento se ha apagado a base de constantes ataques mediáticos y políticos y la mediocridad política ha vuelto a ganar. Está claro que aún no estamos preparados para un candidato así. Yo siempre he pensado que nací 50 años antes de lo que debiera haberlo hecho, o igual 100, no lo sé.

En materia de cambio climático, uno puede creer en él o no, pero está ahí. Es el gran reto que tiene la humanidad en estos momentos. Nuestro gobierno federal ha dado un gran retroceso en políticas medioambientales y, en respuesta, muchos estados han decidido liderar en esta materia por su cuenta. Por ejemplo, yo soy miembro del Consejo de Cambio Climático del gobernador de Connecticut donde participo, junto a otros científicos y expertos, en la creación de políticas en esta materia. Somos un estado bastante avanzado en materia medioambiental, como California y otros.

¿Cuál es la relación que guarda con Euskal Herria? ¿Cuál es ese txoko de este país al que siempre vuelve y le cautiva?
Euskal Herria es mi hogar, donde están mis seres queridos y la cultura de la que vengo. Voy muy a menudo, todo lo que puedo, y acabaré viviendo allí permanentemente, tiempo al tiempo. Tengo mi txoko en Ziburu y desde allí veo Aiako Harria, que es mi sitio favorito en este mundo y que me recuerda de dónde vengo y hacia dónde quiero ir.

Círculo cerrado. Ya estamos, como nuestros ancestros, en el cromlech. Solo falta formular un deseo, de corazón y entrañas, para nuestro mundo y su futuro, para nuestra esquina en el barrio global, nuestra Euskal Herria.
Nuestro mundo va avanzando y la humanidad va dando pasos hacia adelante, pero son pasos de tortuga. Los retos sociales y medioambientales que tenemos requieren que pisemos el acelerador y creemos un sistema global que maximice nuestro potencial humano y respete nuestro entorno. Es un gran reto, pero como seres humanos somos capaces de hacerlo, estoy convencida. En cuanto a Euskal Herria, es muy bonito ver la calma que está viviendo después de décadas turbulentas, pero nuestro conflicto está sin resolver, todavía faltan el reconocimiento y la reparación, y ahí también es necesario que pisemos el acelerador.