Iñaki Zaratiegi
Elkarrizketa
Juan Carlos García
Promotor musical

«Hoy solo se hacen conciertos sueltos y bajo la amenaza de cancelación»

Entusiasta mayor del rock and roll, Juan Carlos García se fogueó como guitarrista, abrió el establecimiento Bloody Mary, especializado en vinilo, y es organizador de conciertos y promotor discográfico. Su apuesta por la independencia de criterio y negocio cumple tres décadas, un aniversario que celebra mañana en Bastero.

Juan Carlos García. (Andoni CANELLADA/FOKU)
Juan Carlos García. (Andoni CANELLADA/FOKU)

No hay manera de relacionarse con Juan Carlos García Alberca (Irun, 1964) sin que te contagie su entusiasmo vital y su particular amor por el rock en directo y en disco. En comandita con Mikel Insausti –crítico cinematográfico de GARA– pisó docenas de escenarios como guitarrista con The Covers, Lusty Men, Big Crunch o Los Extras y alguna banda montada para citas festivas. Su modus vivendi es desde hace treinta años gestionar Bloody Mary, tienda en su ciudad especializada en vinilo. En paralelo, es promotor de conciertos y gestiona un pequeño sello discográfico. Contra el viento y la marea de la pandemia, celebra este viernes su redondo aniversario en el espacio Bastero de Andoain, con un cartel doblemente navarro (Melenas, Petti) y con horario pandémico: a las 19.00.

García, que se confiesa feliz de haber mantenido un negocio que ama, con una clientela amiga y con la propia familia alrededor como apoyo, empezó en su día por comprarse una guitarra sin tener ni idea de tocarla. «Era cuando el punk. Me puse a aprender dos acordes, un día conocí a Mikel, Dani Ulazia y compañía, montamos los Covers y desde entonces fue un no parar de conciertos, grupos, grabar discos…».

Una década después llegó el gran salto: trabajaba en la aduana de Irun, sector que fue desmantelado, y abrió su comercio disquero. «Lo monté con mi mujer Idoia, con cuatro duros, y hasta hoy. Era el boom de las tiendas de discos: aquí Fermin Muguruza abrió Bertso-Hop, en Donostia ya estaba Xaribari y abrió Beltza Records; en Durango, Subrock… Vimos desde el primer momento que seríamos un establecimiento especializado y viajábamos a Londres a surtirnos de vinilos. Los grupos euskaldunes vendían un montón, pero estábamos en otro rollo con discos de bandas independientes de todo el mundo. Sacábamos el catálogo y sonaba el teléfono cada segundo. Íbamos a ferias discográficas, aunque era muy sacrificado. Sabíamos que Irun no da para vivir de esto y apostamos siempre por la venta a catálogo por correo».

La revolución tecnológica ayudó bastante: «La implantación de las redes nos favoreció mucho: tenemos clientes de cualquier sitio, podemos vender con la tienda cerrada, hemos renovado tres veces la web… Y seguimos viviendo del mundo del rock, del garage… aunque ha bajado bastante. No hay tantas bandas, los grupos jóvenes no tiran tanto por ahí, se ha perdido mucho la curiosidad por buscar cosas distintas...».

La rueda rodó hasta convertirse también en iniciativa discográfica con vinilos de los labortanos The Lookers o los guipuzcoanos Lie Detectors. Y en asociación con Gaztelupeko Hotsak, de Soraluze, sacaron los encuentros Petti & Barry Withfield, Señor No & Roy Loney o Cápsula con Iván Julián. Una actividad paralela que apuntala el pequeño milagro de que Bloody sea, con la bilbaina Power Records, las únicas tiendas de LPs abiertas ahora mismo en Euskal Herria, junto a establecimientos coleccionistas como Beltza, en Donostia, y Dientes Largos, en Iruñea, más algunos comercios de segunda mano.

Dicen que a la gran industria nunca le ha interesado tanto la música o los discos sino vender electrodomésticos que la reproduzcan: fonógrafo, gramófono, radios y transistores, pick-up y tocadiscos, casete-radiocasete-walkman, lector HDV, lector CD-discman, mini Disk, reproductor mp3, ipod, mp4, smartphones… «La industria se está renovando siempre», coincide Juancar. «Te hace comprar lo nuevo porque es lo que se lleva y hay que estar al día. Nosotros vivimos el momento en el que las multinacionales quisieron sustituir el vinilo por el CD. Fue su gran negocio: el CD era más barato de fabricar y lo vendían tres veces más caro que el LP. Pero los sellos independientes los siguieron haciendo y nosotros seguíamos importando. Ahora ha dado vuelta la tortilla y un vinilo vale el triple de salida. El nuevo de Bruce Springsteen vale 33 euros y el CD, 12 o 15».

La vieja polémica es en qué formato escucha un disco un buen musiquero. «El CD suena bien, pero el vinilo tiene otro cuerpo que se nota con un equipo normal de reproducción. Si escuchas algo por el mejor ordenador no le llega ni al tobillo a un equipo corriente. Es que pones la aguja y es otra canción; yo me emociono. El sonido es primordial en la música, hay que saberlo apreciar y exigir. La música que se escucha en un móvil está devaluada, no se sabe ya diferenciar algo bien hecho de un sonido cochambroso. Quizás es que los más viejos somos unos exigentes… Pero es como cuando vas a un concierto y suena mal, no disfrutas. He llegado a irme a París a ver de nuevo a Nick Cave tras escucharlo horrorosamente en el polideportivo de aquí. O a Baiona a ver a Chuck Berry, porque no se oía su guitarra en el Velódromo. Ya tiene narices».

Treinta años después, ¿ha cambiado el público disquero? «Hay cambios, claro. Antes, cuando salía un superventas las grandes superficies ajustaban los precios y no había nada que hacer. No teníamos más camino que la independencia, traer discos que no estarían en otros lugares. Ahora eso ha cambiado y podemos vender bien los clásicos. Aunque tengamos el cliente de siempre, ahora hay gente que entra a comprar discos más generales: Dylan, los Beatles… Me parece bien porque abarcas a otro público en un momento en que hay menos producción independiente».

Pero no hay nada como estar atento. «Hay que buscar, claro. De Inglaterra, por ejemplo, hacía tiempo que no encontraba nada apasionante y me recomendaron a Paul Orwell. Nos encantó y hemos vendido un montón de discos, simplemente porque lo tenemos puesto y a la gente le encanta». ¿Hay una fiabilidad hacia al experto veterano, figura que hoy se ha perdido en la impersonal y virtual marabunta de las redes? «La hay. Recomendamos discos y la gente nos sigue y nos pregunta qué puede comprar. Hay clientes fieles que me dicen: ‘Mándame lo que te dé la gana’. La competencia más fuerte es la venta on line, aunque tengo muchos discos más baratos que Amazon».

¿Y cómo envejece un viejo rockero? «Hay que saberlo hacer bien como Johnny Cash, Bob Dylan… Con ideas, criterios, seguridad en ti y en lo que te rodea. Cuando viene alguien joven por la tienda me veo reflejado en su curiosidad, en su deseo de descubrir cosas nuevas, aunque nos separe la edad biológica. Que se digan: ‘Me fío de este señor mayor. Voy a dejar que me asesore’». Y si algo tiene el rock es dinamismo, ¿hay renovación de grupos? «La escena puede estar más parada que hace unos años, pero ha dado toda una hornada en los últimos tiempos, que recomendamos y vendemos: el comentado británico Paul Orwell, los franceses Limiñanas o L’Épée, el portugués Legendary Tigerman, los metálicos americanos Kill Devil Hills, el italiano Teho Teardo… De España, Guadalupe Plata-Pelomono… De aquí, Muskulo, The Lookers, Petti, Lie Detectors, Mursego, Juárez, Melenas… Y muchos grupos y solistas que hemos programado en concierto: Nikki Sudden, Barrence Whitfiel, Roy Loney, Ty Segall, JD McPherson, Eilen Jewell, John Paul Keith, Hi-Risers, Thurston Moore, Gallon Drunk, Andre Williams, Roy Loney, Bevis Frond, Mick Harvey revisando a Serge Gainsbourg...».

Que no pare

Con la pandemia, ha tenido que renunciar a programar grupos foráneos y ha debido suspender este año, y seguramente el próximo, su amado Andoaingo Rock Jaialdia («un festival de calle y gratis que se inició hace 13 años el día que tocaban los Rolling en Anoeta…») o las Bastero Gauak. Y ha elegido ese espacio andoaindarra para la fiesta 30º aniversario de mañana. Casi una excepción en el actual momento de cerrojazo, con medidas sanitarias contundentes: aforo al 50%, máximo de 400 personas, público sentado y separado, finalización a las 21.00, imposibilidad de asistencia de gente de fuera de la localidad... Un esquema mortal para el rock, que es celebración colectiva, nocturna y de mucha movilidad en carretera. «Es un tema muy duro. Hoy solo se hacen conciertos sueltos y bajo la amenaza de cancelación. Y con mucha menos gente, hay mucho menos negocio para todos (grupos, técnicos, transporte, locales, promotores, cartelería…), incluso con los discos que se vendían en concierto. Las expectativas son malas porque no es un bache temporal, como en primavera, que los artistas pudieron aprovechar para componer, grabar, reorganizarse… Ahora no hay horizonte. La cultura del directo es el sector más dañado. Las salas lo tienen muy difícil. Se ha permitido agruparse más a la gente en bares y otros entornos que en un auditorio o un teatro. Y, mientras tanto, fíjate las declaraciones que hizo el consejero de Cultura sobre el sector…».

Pero alguna vez oímos decir a García que el rock no tiene fecha de caducidad. Así que mientras el rock no pare, ¿no parará Bloody Mary? «El lado positivo de esta crisis es que mucha gente ha tenido que sustituir los directos por componer y grabar, y hay una remesa importante de novedades como Nick Cave, Calexico, Lambchop… entre los más reconocibles y docenas de bandas menos conocidas. Los grupos tendrán que afinar para intentar sacar beneficio económico del disco porque en los últimos años, al caer la venta, se han sacado LPs para sentirse vivos, con poca rentabilidad material, y el sueldo real del artista ha sido el directo; girar y girar».

¿Hay futuro, entonces? «Desde luego. Me asusté mucho al principio. Luego, y teniendo siempre en cuenta a la gente que lo está pasando realmente mal, me he ido resituando y pensando que quizás no me viene mal parar un tiempo el ritmo agotador de organizar giras. Sin conciertos en casi todo este año, y ahora sin bares, la gente aficionada al rock puede estar animándose a comprar más discos. He renovado la web, muevo más la recomendación de selecciones de discos en Twiter, Facebook… Sigo feliz, vivo, activo y a mi ritmo».