Aritz Intxusta
Redactor de actualidad

Camino a una vacunación en masa como la de Glasgow en 1950

La campaña de vacunación va acumulando retrasos de cara al objetivo de tener a un 70% de la población inmunizada en el primer semestre. Aun con todo, si hubiera vacunas suficientes la meta se puede cumplir, pues ya ha sucedido en otras ocasiones, como en Glasgow en 1950.

Un sanitario transporta neveras que se usan para transportar viales  de Pfizer en Iruñea. (Iñigo URIZ/FOKU)
Un sanitario transporta neveras que se usan para transportar viales de Pfizer en Iruñea. (Iñigo URIZ/FOKU)

El ya exministro español de Sanidad Salvador Illa apuntó que se rozaría el 70% de población vacunada para antes del verano, pero los problemas de  abastecimiento de vacunas hacen que, hoy por hoy, parezca imposible. Ha pasado ya el primer mes y las personas que han recibido las dos dosis no llegan al 0,3% en Hegoalde, mientras que en Ipar Euskal Herria el avance resulta todavía más lento. Pese a todo, su sucesora en el Ministerio, Carolina Darias, no se baja del carro y mantiene la meta de acariciar la inmunidad de rebaño en este primer semestre. Y es que, si se tiene todo en cuenta, quizá sea posible.

La historia demuestra que las cosas pueden ir muchísimo más deprisa si se soluciona la escasez de vacunas. Un ejemplo extremo lo encontramos en Glasgow, Escocia, hace 71 años, cuando se abordó un reto similar a este con medios mucho más precarios que los actuales.

El marinero Mussa Ali había llegado en el barco ‘ISS Chitral’ a Tilbury y, desde allí, se había desplazado a la ciudad escocesa, donde empezó a desarrollar pústulas y otros síntomas que le abocarían a la muerte. También falleció la médico que lo trataba, Janet Fleming, en la cercana localidad de Hamilton.

Esto ocurrió el 2 de abril de 1950. El resto de la tripulación del mercante había enfermado a su vez. Inmediatamente se sospechó que se trataba de viruela, enfermedad que en aquel año todavía no estaba erradicada aún en India, punto de partida de la singladura del ‘ISS Chitral’. Aquello desató el pánico.

Las autoridades británicas actuaron con celeridad y comenzaron a vacunar sin parar durante las tres semanas siguientes, a la par que rastreaban a todos los posibles contactos de Ali y el resto de la tripulación proveniente de India.

La gente tuvo que acudir a seis hospitales de campaña a recibir la inyección. Algunos vídeos documentales de la productora British Pathé muestran cómo se apelotonaban en la puerta de los puntos de vacunación, guardando disciplinadamente la fila mientras las enfermeras esterilizaban las agujas con llamas de quinqués.

Antes de que  acabara ese mes de abril, la campaña de vacunación en Glasgow y Hamilton habían logrado inmunizar a unas 300.000 personas, casi un tercio del millón de habitantes que sumaban ambas localidades. El ritmo fue de un 10% de la población por semana. Ni que decir tiene que el brote de viruela se atajó de raíz. Hubo solo 19 contagios, de los que seis murieron (incluidos Ali y Fleming).

Evidentemente, hay diferencias notables entre aquella situación y la actual. A ellos les bastaba con una única dosis y tenían el preparado vacunal listo casi desde el primer día. Tampoco parece que fuera necesario gran control de quién se inmunizaba y quién no.

Más allá del apartado logístico, para vencer al brote de viruela se insertaron anuncios en la prensa informando de dónde estaban los puntos de vacunación –en los que se resaltaba que la vacuna era, lógicamente, gratuita– y el miedo se ocupó de todo lo demás.

El arranque de la vacunación contra el covid

El modelo de vacunación que ha iniciado Europa poco se parece a aquel de Glasgow, pero todo apunta a que, progresivamente, irá adquiriendo más y más similitudes. La vacunación contra el covid está condicionada por una escasez de vacunas que obliga a dirigirlas a colectivos muy concretos. Por esto mismo, se ha establecido orden de prioridad tan claro que ha permitido, afortunadamente, cazar a quienes han querido saltarse la cola.

A día de hoy, la vacunación europea depende casi en exclusiva de Pfizer, que tiene un producto de manejo con un punto de complejidad mayor que una vacuna ordinaria debido a la ultracongelación. En menor grado, se vacuna con el preparado de Moderna, que es tan difícil de emplear que su validez para inmunizar a gran cantidad de población queda en entredicho, pues el tiempo desde la descongelación de la vacuna y el momento en el que se inyecta es sumamente corto.

Frente a esta limitación, la vacuna de Pfizer tiene una vida de seis horas desde que sale del ultracongelador, lo que permite a los sanitarios moverse con ella en unidades móviles. De ahí que la UE haya acabado doblando el pedido de vacunas esta compañía (hasta 500 millones de dosis, ampliables hasta 600).

No obstante, esas seis horas de vida siguen siendo un problema, porque o se lleva un control milimétrico de las dosis que se van a emplear o las vacunas se pierden, detalle este que ha sido la gran excusa que esgrimen los que se han vacunado sin que les tocara.

Desde el viernes pasado, Europa cuenta con una tercera vacuna, la de AstraZeneca, que se conserva en el frigorífico durante días. Esta vacuna sí que permite un modelo donde la gente haga fila para vacunarse como hicieron en Glasgow, sin que esto suponga que vayan a estropearse los viales. Las dosis de AstraZeneca que no se usen se quedan en el frigo y ya está.

La previsión era que AstraZeneca entregara 80 millones de vacunas a la UE en los tres primeros meses, que se repartirían en función de la población. Esto supondría la llegada de unas 550.000 dosis a Euskal Herria (que inmunizarían a entre un 8% y un 9% de la población vasca, ya que se requieren de dos pinchazos). La multinacional, sin embargo, anunció un recorte de sus envíos a 31 millones, lo que provocó un fuerte enfado por parte de la UE, y que finalmente se cerró con una ampliación a 40 millones. En consecuencia, la cantidad de personas que podrán inmunizarse con este preparado este trimestre queda reducido a la mitad.

Los acuerdos secretos
Lo más difícil para predecir si se llegará a tiempo o no es que la ciudadanía desconoce el ritmo al que irán llegando las dosis. Los contratos de la UE con las farmacéuticas tienen partes confidenciales –lo cual, por otro lado, es un escándalo en toda regla– y, precisamente, uno de los puntos oscuros es el flujo de llegada de vacunas. Salvo excepciones, se sabe cuántas vacunas van a llegar a lo largo de todo el año, pero no si estas van a llegar de forma uniforme o si llegarán con retraso y de golpe.

Si AstraZeneca entregara los 40 millones de vacunas comprometidos a una velocidad constante a lo largo de febrero y marzo, Hegoalde recibiría 26.700 dosis de su vacuna cada semana. Este ritmo es equivalente al que se recibió conjuntamente de Pfizer y Moderna durante el mes de enero. Dicho de otro modo, la velocidad de vacunación podrá doblarse en cuestión de días, si Osasunbidea y Osakidetza se acompasan a este ritmo de llegada. Fernando Simón, el portavoz del CCAES, señaló el lunes que la capacidad de vacunación se multiplicará por dos en cuanto los envíos de AstraZeneca sean una realidad.

De hecho, estimar que la velocidad de vacunación se doble a partir de ahora probablemente sea quedarse corto. La UE aumentó la cantidad total del pedido a Pfizer después de que llegaran las primeras remesas por lo que la compañía debe aumentar el ritmo de entrega, aunque no sea público si pisarán el acelerador antes de marzo o lo dejarán para después.

La semana pasada se ató un acuerdo comercial que permitirá a Pfizer fabricar más rápido. La vacuna por la que apostaba Sanofi-GSK ha pinchado y no ha logrado un nivel de efectividad suficiente, por lo que esta vacuna se retrasará hasta finales de año. Para que sus plantas no estén paradas hasta entonces, Sanofi firmó un acuerdo para fabricar el producto de su rival. Producirá 125 millones de dosis y todas irán destinadas a la Unión Europea.

Acelerón el segundo trimestre
Indudablemente, la UE a finales de marzo acumulará un retraso considerable para alcanzar esta meta de inmunizar al 70% de la población para el verano. A pesar de ello, a lo largo del segundo semestre se esperan una serie de cambios que dan pie a la esperanza. El principal de ellos es la llegada de al menos una vacuna más: la de Johnson & Johnson, dado que hoy por hoy no parece que la UE se abra a adquirir la Sputnik V rusa. Y están por concretar las fechas de llegada de Novavax (cuyos resultados han sido un poco contradictorios, pues parece que no funciona del todo bien contra las nuevas cepas) y Curevac que, en principio, aspira a unos niveles de efectividad similares a los de Moderna o Pfizer, pues usa la misma tecnología del ARN mensajero, con la salvedad de que no requiere de ultracongelación, lo que la hace apta para modelos de vacunación más agresivos.

De forma paralela, Pfizer y Moderna deberán aumentar sus envíos para poder vender todas las vacunas que la UE pretende adquirir. La última noticia al respecto es que Pfizer se había comprometido a entregar 275 millones de vacunas en el segundo trimestre, que bastarían para inmunizar a un 30% de la población entre abril y junio, lo cual deja el objetivo marcado el 70% bastante más cerca.

La vacuna de Johnson & Johnson también se conserva en el frigorífico, como la de AstraZeneca. En principio, tiene la ventaja de que inmuniza con un sola dosis (no es descartable que al final sean dos, pues ha logrado una eficiencia algo justa, del 66%). 

Todo ello la convierte en la mejor para un modelo de vacunación masivo. Las primeras remesas de J&J se esperan para abril, aunque quizá se adelante alguna semana. No se sabe nada del ritmo de los envíos.

Como la gripe no, más aprisa
Si se quiere alcanzar la cota del 70% de la población vacunada y, teniendo en cuenta el retraso que se está acumulando, la vacunación del covid no podrá ser como la de la gripe, basada exclusivamente en los centros de salud, sino hará falta una organización más robusta. En la pasada campaña gripal, a nivel estatal, se vacunó a 14 millones de personas en tres meses. Y hacía falta una única dosis, mientras que, en general, para inmunizarse frente al covid se necesitan dos pinchazos.

Aun consiguiendo llegar a un 10% o 15% de la población vacunada a finales de marzo, haría falta inmunizar a otro 50% de la población en 12 semanas. Esto supone que habrá que ser entre seis y siete veces más rápido que con la gripe. Habrá que pinchar a un 10% de la población cada semana si se quieren dar las dosis. Y ese no es el ritmo de una campaña de vacunación al uso, sino el mismo que se consiguió en Glasgow en 1950. Europa está abocada a intentarlo.