Iker Fidalgo
Crítico de arte

Desbordar las líneas

La creación artística se compone de varias capas. Entre ellas se relacionan para dar cabida a lenguajes, disciplinas y modos de hacer. El proceso creativo es ese lugar en el que se concibe, se transforma, se lucha y se compone una pieza. Un espacio que cada artista no es capaz de abandonar, pues nunca hay una meta que alcanzar. Es más bien un hábitat, una forma de vida. En el arte contemporáneo, todo es un punto y seguido. Todo forma parte de una etapa previa y asienta las raíces de aquello que vendrá en el futuro. Como en la vida, es un camino que se vislumbra con cada nuevo paso, aunque no necesariamente con un destino fijo. En muchas ocasiones existe por la mera razón de existir y porque es inherente a nuestro desarrollo cultural como sociedad.

Es por eso que los temas, los conceptos y las técnicas se desbordan a veces sin un orden o razón aparente. Nos corresponde a otros elementos del engranaje poner palabras, contexto y análisis. Y al público, ponerlo a prueba, como otro de esos espacios de diálogo entre partes diferentes de un mismo mundo. El arte contemporáneo se desprende de estos corsés, de la justificación o de la composición del relato. Aunque no sepamos por qué, sabemos que es imprescindible para seguir avanzando en las etapas de la vida.

La galería Espacio Marzana de Bilbo, inauguró a mediados del mes pasado ‘Here comes the sun’ en lo que supone la tercera exposición de la artista Arancha Goyeneche (Santander, 1967) en la sala. La muestra entra en su recta final y estará disponible hasta el día 26 de este mes. Goyeneche se desenvuelve principalmente entre los códigos de la pintura, en una trayectoria que se remonta a los años 90. La pintura no es solo un resultado sino que es una manera de componer plásticamente, teniendo en cuenta muchos de los pasos que el propio material requiere para la ejecución de una técnica concreta. La artista juega en esta ocasión con una idea de residuo. Encontramos obras que parecieran ser el resultado de un brochazo que se sale del lienzo o las cintas de carrocero que protegen los márgenes y acaban teñidas de pigmento.

El desecho adquiere relevancia y estatus. Se convierte en una obra plagada de gestualidad en la que se refleja la presencia de una práctica, de un desempeño. Desde este lugar, surge una línea que se trabaja y se dota de una estética particular, cuidando las gamas e impostando el resultado. La pintura asume entonces un lenguaje de escultura y salta a la tridimensionalidad del pedestal y lo volumétrico. Son varias las series que se presentan en el espacio expositivo en un diálogo cromático que equilibra la puesta en escena.

Por su parte, la galería Aldama Fabre también situada en la capital vizcaina, abrió las puertas a finales de enero de ‘Airbag’ de la artista lisboeta Teresa Murta (Lisboa, 1993). Esta exposición es la primera de una colaboración entre la galería bilbaina y el proyecto NAVE con sede en la capital lusa. Murta nos ofrece más de una docena de cuadros entre el mediano y el gran formato. La madera sustituye a la tela del lienzo y la fortaleza de una paleta de notable personalidad dota de unidad a todas las piezas. En ellas navegamos entre lo abstracto y una figuración que nos permite intuir formas reconocibles, elementos y partes de cuerpos.

A pesar de una pincelada marcada y ruda, nada se pierde y todo parece adquirir presencia y sensación táctil. Los fondos, prácticamente planos o con un punto de luz muy visible, preparan la escenografía para los motivos que nos presenta. Un trabajo de gran proyección que es capaz de hablar con voz propia y que podrá visitarse hasta el próximo 13 de marzo.