Arnaitz Gorriti
Kirol-erredaktorea, saskibaloian espezializatua / redactor deportivo, especialista de Baloncesto
Elkarrizketa
Unai Morán Recio
Autor del libro «Leyendas del Baloncesto Vasco»

«Tenemos una gran base de jugadores, ahora hace falta que se trabaje con ellos para que salgan»

Un proyecto nacido del «desencanto» producido al no ver a casi ningún jugador vasco entre Saski Baskonia, Bilbao Basket y GBC, se ha convertido en un destilado tras de cuatro años, que concluye que el basket vasco precisa que los clubes crean en sus jugadores y trabajen para que florezcan en casa.

Unai Morán Recio, con su «Leyendas del Baloncesto Vasco» bajo el brazo. (Raúl BOGAJO / FOKU)
Unai Morán Recio, con su «Leyendas del Baloncesto Vasco» bajo el brazo. (Raúl BOGAJO / FOKU)

Antes de empezar, no sé si ha seguido la Copa, ni si considera los 33 puntos de Darío Brizuela al Barça un refrendo a su libro.

Sí, lo he seguido. Iba escuchando por la radio y además empezó tremendo, con 12 o 14 puntos sin fallo. Además, la Copa es un escaparate ideal para ojeadores y yo me iba diciendo «¡no puede ser!». Tú escribes de alguien y luego hace una actuación así, es como un refrendo. Darío Brizuela tiene mucho futuro porque es una persona que da lo mejor de sí sobre todo en los grandes momentos, aunque no pudo llegar hasta la final, como sí pudo en la Copa de 2020.

Ha invertido cuatro años en escribir este libro sin trabajar ligado al baloncesto. Es decir, un encargo no es.

No, no es un encargo. Este libro nace de la necesidad mía de contar algo y de una necesidad de algo que tiene que ser contado. Como periodista, entendía que las historias de estos 13 jugadores tenían que ser contadas y como autor y persona, necesitaba darle una utilidad a todas las horas que he dedicado yo a ver, escuchar, a seguir… el baloncesto en directo.

Ajeno por profesión a los contactos con el basket, ¿cómo hilvanó esas 13 historias en todo este tiempo?

Ante todo, a partir del desencanto que me producen las plantillas de nuestros equipos. No veo nada propio en ellas, nada que me atraiga más allá de los nombres de los propios equipos. La esfera que están creando los clubes de baloncesto, sobre todo Baskonia y Bilbao Basket, no me gusta ese mundo artificial; esos jugadores que llegan, que van, que vienen… cada vez de más lejos y por menos tiempo, que no tienen ningún vínculo con nuestros equipos. Digamos que fue el punto de partida de la reflexión.

Me planteé desde cuándo eso estaba siendo así, y una vez visto que no era cosa de los últimos años, sino que la trayectoria era larga, me dije «¿qué pasa con los jugadores vascos? ¿No tenemos? ¿No salen?» A partir de ahí empecé a investigar cuáles podían haber sido, desde mi punto de vista, los jugadores más importantes de nuestra historia, y cuál había sido su trayectoria. Y confirmé que la inmensa mayoría de ellos, lamentablemente, habían llegado a lo más alto por el apoyo que les brindaron fuera de Euskadi.

Este libro nace por el desencanto al observar las plantillas actuales de nuestros equipos

El baloncesto cuenta con 45.000 fichas en Hego Euskal Herria; en número, solo por detrás del fútbol y el montañismo. ¿No peca el baloncesto de ser un deporte «de instituto»? A diferencia del niño o la niña que da patadas a un balón y sueña con ser futbolista, es difícil ver a los 8 años a alguien que suele con ser profesional del basket.

Los vizcainos del libro sueñan con jugar en el Athletic, por ejemplo, y quizá ahí esté la diferencia. El Athletic, al menos en Bizkaia, se siente como algo propio y no ocurre lo mismo con el baloncesto. En este herrialde no ha habido equipo de élite durante bastantes años y ahora que lo hay, no tienen esas raíces con la tierra. Se puede ver el baloncesto, y es un riego que tenemos con la filosofía de los clubes, como algo ajeno. Como un espectáculo; un equipo NBA que traemos, una fase inicial de un Mundial… y no como un deporte tan propio y arraigado en nuestro territorio en nuestro territorio como demuestran esas 45.000 licencias.

Hay un gran potencial de base y lo que falta es una estructura para desarrollarlo. Es cierto que el basket ha estado siempre muy vinculado a los estados educativos: a los colegios, a los institutos, las universidades… y con la suerte que tenemos de contar con equipos profesionales en la máxima categoría, pero falta ese apoyo, esa estructura de ellos para dar ese salto de jugadores que hay en la base a, digamos, estadios superiores.

Siento discrepar sobre la «falta de identificación» hacia nuestros clubes de baloncesto. Un ejemplo: en verano de 2014 Bilbao Basket fue expulsado de la Liga ACB a cuenta de sus problemas económicos y fue, en gran medida, el impulso de la afición lo que consiguió que volviera a ser admitido.

Lo que existe es una grandísima afición al baloncesto, que no es lo mismo. En Bizkaia en concreto, esos aficionados han echado de menos durante largo tiempo un equipo en la élite, y muchos de ellos que se desplazaban a Gasteiz en viajes organizados a ver al Baskonia.

Es decir, hay una grandísima afición al baloncesto y gente dispuesta a tirar adelante porque quiere baloncesto del máximo nivel. Pero eso no quiere decir que la gente reivindique una mayor identidad de ese equipo; esa ha sido una de las quejas de muchos aficionados en los últimos años, de sacar jugadores de la casa que puedan despuntar o disputar sus minutos en el primer equipo.

Por eso diría que hay muchísimos aficionados al baloncesto en Bizkaia que no son de Bilbao Basket, ni ningún otro de nuestros equipos, sino que son aficionados al baloncesto, porque no ha habido ningún proyecto capaz de atraerlos. Yo he jugado a nivel de calle, no federado, durante muchos años, y puedo asegurar que la inmensa mayoría de esa gente –vizcaina en este caso–, no era de Bilbao Basket. Sabían lo que ocurría todos los días en la NBA, en la ACB o en la Euroliga; hablaban de este u otro jugador… Lógicamente, querían que ganara Bilbao Basket por tenerlo cerca de casa, pero les faltaba ese sentimiento de identidad. Y por eso hay una gran afición pero no significa que la gente esté contenta de lo que nuestros clubes están haciendo hacia nuestros jugadores.

Sin embargo, insisto, Miribilla se ha seguido llenando cuando han venido mal dadas; el Buesa Arena tiene un público leal –cuando al público se le permitía ir a las canchas– de más de 10.000 espectadores por partido de media. ¿La identificación con el club y el formar y darles cancha a los jugadores locales no son dos cuestiones diferentes?

Baskonia es una cuestión diferente a Bilbao Basket. Bilbao Basket es un proyecto más reciente, y el Baskonia arrastra una historia tras de sí, y comienza con jugadores, entrenadores y figuras de la casa. Figuras como Laso, como Kerejeta… que crean ese sentimiento de unidad y pertenencia.

Una vez que tú has echado raíces, es muy fácil que ese sentimiento de identidad o pertenencia se vaya extendiendo a las nuevas generaciones y que los nuevos aficionados que llegan al baloncesto tengan ese «sentimiento Baskonia» aunque, desde mi punto de vista, a día de hoy no haya demasiados motivos de orgullo para tenerlo, más allá de los éxitos deportivos. Pero los éxitos deportivos pueden ser iguales en cualquier equipo. Bilbao Basket no tiene esa historia detrás, ni esas raíces tan firmes. Y el principal sustento que tiene, desde mi punto de vista, es esa grandísima afición que hay en el herrialde.

Bueno, no se olvide del Águilas, del KAS que se traslada de Gasteiz a Bilbo y del Cajabilbao de los años 80 que usted conoció. Bilbao Basket nace y se nutre también de esas experiencias, porque si no, Bilbao Basket jamás hubiera existido.

Más que una tradición, ha habido una sucesión de proyectos y equipos que han ido fracasando uno tras otro. Eso demuestra que hay algo latente, que es una afición por el baloncesto y un alto número de practicantes, y de seguidores dispuestos a ir a un pabellón y dispuestos a pagar por una cuota. Pero eso no quiere decir que el proyecto que actualmente abandera el basket vizcaino tenga unas raíces suficientes y no corra el riesgo de que le ocurra lo que ha ocurrido con proyectos precedentes.

Por no hablar del Águilas y del basket de aquella época, en los años 80 era distinto. En un baloncesto menos profesionalizado y menos internacional, había más jugadores de la casa y mayor sentimiento de pertenencia. Algunos de aquellos protagonistas del libro son de aquel Cajabilbao: Xabier Jon Davalillo, Román Carbajo…

Ya, pero los que permanecen en la memoria popular son Darrell Lockhart y Joe Kopicki.

Está claro. Aquí no hablamos de ideas radicales… Lo que reivindico es una mayor implicación local de nuestros clubes. ¿Quiere eso decir que la plantilla tenga que estar integrada por jugadores de la cantera en su totalidad? ¡En absoluto! Quiere decir que tienes que trabajar esa cantera para que pueda salir gente de la casa. Si luego tienes cuatro jugadores de «kilómetro cero», cuatro jugadores de «kilómetro cien», y cuatro de «kilómetro mil», o dos de «kilómetro mil» y tienes la fortuna y el presupuesto para fichar a dos estrellas internacionales que sean los referentes del equipo, como ocurría con aquel Cajabilbao, fantástico. Son el complemento ideal, pero eso tienen que ser: el complemento, y aportar realmente algo significativo.

Y ese complemento no tienen por qué ser dos jugadores, sino que pueden ser seis u ocho si no te da para más. Pero tú tienes que trabajar y reforzar esa identidad, y fichar a la gente de fuera que realmente necesitas y realmente te va a aportar. Le dedicamos demasiados esfuerzos para ver qué diamantes en bruto hay por ahí fuera, y no dedicamos ese mismo esfuerzo para pulir nuestros diamantes en bruto. No digo que deba haber doce jugadores de Bilboo, aunque el Joventut está compitiendo con cuatro jugadores de Badalona en la Liga ACB –y la Eurocup–.

«Aquel Cajabilbao de los 80 tenía más jugadores de casa y creaba mayor sensación de pertenencia»

Y uno de Getxo –Xabi López Arostegi–, de Holanda, de Croacia, Hungría, de la República Dominicana, de Brasil… Txus Vidorreta, quien prologa su libro, siempre ha abogado por crear «aficionados de Bilbao Basket en todo el mundo», y reivindica a, por ejemplo, Marko Banic como bilbaino de pro, como Kostas Vasileiadis, por ejemplo. O en Gasteiz, pocos son más apreciados como jugadores de casa como Splitter, Scola o Sergi Vidal.

Hay casos puntuales. Pero en contraposición con esos, podríamos hablar de 50 o 100 que en los últimos años han pasado por aquí sin pena ni gloria, algo que nunca te va a ocurrir si apuestas por alguien de la casa. Por eso digo que hay que tratar de sacar gente de casa y cuando no puedas, gente que se sienta lo más vinculada posible con tu proyecto.

Lo que no puedes convertir esto es en un mercadeo. A la larga, creo que eso es contraproducente, tanto en resultados deportivos y en sentimiento de vinculación de los aficionados hacia ese proyecto. No quiere eso decir que Marko Banic o Axel Hervelle no se puedan sentir identificados, pero cuántos han pasado completamente desapercibidos o sin pena ni gloria a cambio de los que se cuentan con los dedos de una mano.

Los Sergio Sánchez o Unai Calbarro, o Jon Santamaría en Donostia… son de la casa, pero por su trascendencia en cuanto que jugador en la élite, nadie se acuerda de ellos.

Correcto. El «figurinismo», el hecho de tener a un jugador número 12 de la casa tampoco creo que sea positivo. Por eso digo que el trabajo tiene que ser anterior para poder pulir a jugadores que luego realmente puedan disputar minutos contigo, no que lo metas al final de un partido que ganas o pierdes por 30. Se trata de que saques gente válida; de que a López-Arostegi o a Brizuela los saques tú, no de que tenga que venir el Joventut o Estudiantes a decir «este chico vale y me lo llevo yo a formarlo». ¿Por qué no lo hemos visto nosotros? Pero es que no son solo esos dos jugadores. Ha sido así a lo largo de las últimas décadas. Nuestros equipos no ponen el foco en esos jugadores nuestros que pueden progresar, y lamentablemente, sí lo hacen otros equipos que sí les dan la oportunidad –Kortaberria, los hermanos Urtasun, Salgado en León antes de volver a Bilbo…–

Cada vez hay más convenios para formar ese talento y no se escape.

Eso espero, y sé que hay clubes que trabajan bien ese talento. Pero no son los clubes que están luego arriba en la máxima categoría, que son los que mayor potencial tienen para trabajar esa base. Hay tantas licencias, tantos equipos, tantos entrenadores… hay gente que trabaja bien y jugadores con facultades y lo demuestran cuando les dan la oportunidad.

En los últimos años, por ejemplo, Gipuzkoa Basket está siendo distinto a esa filosofía de Bilbao Basket y Baskonia y está jugando con jugadores guipuzcoanos, y algunos como Xabi Oroz, que no están simplemente para figurar. O gente como Xabi Beraza, que estaba en GBC el año pasado y este año está en el Barcelona B, donde coincide con un Iñaki Ordóñez –nacido en 2003, oro en el Eurobasket sub-16 de 2019–, o tenemos un Aitor Etxeguren –nacido en 2002, que debutó en 2019 en la ACB en las filas de Basket Zaragoza y actualmente está cedido en Cáceres, en la LEB Oro–. La lista es más larga porque gente hay y si se trabaja, saldrá adelante.

Hay clubes que trabajan el talento, pero no son los que están arriba en la máxima categoría. Hay 45.000 licencias, gente que trabaja bien y jugadores que demuestran sus facultades si se les da la oportunidad

Aquí siempre se ha achacado, por otro lado, ausencia de gente alta. Con todo, hay ejemplos como en el balonmano en el que salen jugadores que superan los dos metros. ¿Es ese uno de los espejos que reivindica de cantera por la que se apuesta?

Puede ser. Es que el baloncesto no se concibe como una salida profesional porque cuando miras una plantilla, ¿cómo te vas a sentir identificado? Te dices que tendrá que venir un Joventut, un Estudiantes… para darme una oportunidad, porque aquí será muy complicado. En balonmano no ocurre lo mismo, ya que nuestros clubes siempre han tenido más o menos gente de la casa y un espejo donde mirarse los jóvenes. ¿Que no hay jugadores grandes? Puedes completar las otras cuatro posiciones con gente perfectamente válida y tienes al mencionado Etxeguren –2,06 metros– o Jorge Bilbao –2,05 metros, que juega en Alicante tras haber jugado en Estados Unidos y Polonia–, y más que saldrían en caso de trabajar con ellos. Que salga gente más alta costará, pero de vez en cuando saldrá. Cantera hay, hay una cantera de 45.000 jugadores. Pero hay que trabajarlos.

El baloncesto en Hego Euskal Herria se ha ligado siempre al ámbito educativo. De sus 13 entrevistados, todos ellos tienen estudios y destacan precisamente por su inteligencia.

La comparación se suele hacer siempre con el fútbol, pero el hecho de tener estudios y la cabeza bastante bien amueblada es algo que caracteriza a estos jugadores de baloncesto. El mismo Iker Iturbe –olímpico en Atenas 2004, con carrera profesional en el Real Madrid y Estudiantes– supedita su carrera a los estudios y se marcha a Estados Unidos, ya que él tenía claro que lo primero eran los estudios. Igual hasta hay gente que se queda por el camino porque prioriza sus estudios, algo que, como aficionado al deporte, yo podría hasta recomendar. El propio Darío Brizuela, jugador en activo, estudia psicología.

En el caso concreto de Brizuela, ya en un baloncesto mucho más profesionalizado, ha supeditado muchas de sus decisiones deportivas a cuestiones formativas, tomando sus decisiones tras larga reflexión, fruto de sus seres más queridos y cercanos, sus mejores consejeros posibles.

Por eso, en el libro se aprovecha para hacer un despiece para saber a qué se ha dedicado cada jugador después de la retirada deportiva. Muchos siguen vinculados al baloncesto, otros no, y en general, tienen trabajos que reflejan que son gente con la cabeza amueblada y con los pies siempre en el suelo. Es importante trasladarle a la sociedad a qué se puede dedicar alguien que lo ha sido todo en el mundo deportivo luego de que termine su andadura. Asimismo, al margen de tratar de propiciar una reflexión a nuestros clubes sobre sus políticas de cantera, también me movía cierto sentir de que los jugadores se pueden ver identificados en estos espejos.

¿Ha sido sencillo el contacto y el trato con estos 13 protagonistas?

Son sencillos y humildes en su mayoría. Son gente que ha peleado su carrera, como en el caso de Davalilo, que tras su primeros partidos en Gasteiz debía coger un autobús y luego hacer autostop antes de ir andando a casa de su padres, o Emiliano Rodríguez –Mejor Jugador de Europa en 1963–, hijo de un empleado del tren de La Robla… Son personas que siguen demostrando esa sencillez y no creerse por encima del bien y del mal, pero además es gente orgullosa de sus méritos deportivos y que, lamentablemente, no han tenido el eco mediático o editorial que sus carreras han merecido. Por ello, siempre agradecen esas entrevistas que puedan surgir para contar su pequeña parcela.

Ha sido una gente completamente abierta a contar todo tipo de intimidades, muchas de ellas que no tenían cabida en el libro. Ha sido gente muy cercana que te da su confianza desde el primer momento y creo que tiene relación con que son personas con la cabeza perfectamente amueblada y saben de lo que están hablando.

¿De haber podido entrevistar a Josean Kerejeta y Pablo Laso, los dos únicos con los que no ha podido hablar, hubiera sido un espaldarazo a su libro?

Kerejeta, desde que dejó las canchas, ha tratado de minimizar su relación con los medios. Es consciente de que haciendo declaraciones públicas, en todo caso, se puede meter en algún problema o no le va a hacer ningún bien, aunque nada tiene que ver lo que hubiera podido declarar para este libro. En todo caso, él sigue una política general y entiendo que en ese caso me he podido ver perjudicado.

De igual modo, la ausencia de Pablo Laso también es perfectamente comprensible. Alguien que está consiguiendo lo que él, tendrá solicitudes de entrevistas desde todos los rincones del mundo, atender al autor de un libro… Tampoco es que me hayan dicho que no, pero no me han dicho que sí.

Estrellas, salvo Emiliano Rodríguez, el mayor de todos, no hay. Pero de esos 13 jugadores, ocho han militado en algún momento en el Real Madrid: Emiliano, Prada, Kerejeta, López Iturriaga, Morales, Iturbe, Laso y Galilea. ¿Han apreciado mejor lo que se ha venido formando por aquí?

Como todo, hay criterios subjetivos a la hora de elegir los jugadores. Hay jugadores con una trayectoria, en cuanto a puntos, bastante grande. Pero todos ellos han conseguido unos logros, por mucho que ser una estrella –Emiliano, a nivel europeo, lo fue– sea difícil. Si tienes el talento, si lo complementas con trabajo, tienes la posibilidad de llegar a donde han llegado. Jugadores como López Iturriaga, Urtasun o Salgado tienen que tener el trabajo detrás para apoyar su talento, porque ese talento ni es descomunal ni viene con unas características físicas que le permitan minimizar ese trabajo necesario. Tiene que juntarse el talento con el trabajo… y que te den la oportunidad.

Por cierto, el prólogo lo ha escrito Txus Vidorreta. ¿Fue difícil contactar con él y que se uniera a su proyecto?

Contactar con Txus ha sido más fácil de lo que imaginaba. Me puse en contacto con él y ha sido reconfortante ver que gente de esa trayectoria se pliega fácilmente a tu deseo y te dice que «claro que sí y te escribo el prólogo». Completamente accesible, fantástico, sin problema y aporta un plus al libro.

Txus incluye en el prólogo a los 13 jugadores del libro, a otros jugadores vascos que no salen en la lista y a otros que hemos formado aquí, como Tiago Splitter, valorando el baloncesto vasco desde el punto de vista de la formación de jugadores, que es a lo que se dedica. Mi libro se refiere a los jugadores de aquí.

Este ha sido un libro enfocado al baloncesto masculino, pero el potencial de nuestro baloncesto femenino es similar al masculino, si no mejor

En este libro se echa de menos la presencia de mujeres, parte muy importante de esas 45.000 licencias federativas.

Este ha sido un libro enfocado al baloncesto masculino porque es el baloncesto que más décadas lleva siendo profesional y, en ese sentido, la comparación me resultaba esquiva. Elegir a una jugadora de los años 80 con el nivel de profesionalidad que tenía el basket masculino de entonces y el femenino de aquellos años, me resultaba compleja esa comparación. He preferido centrarme en un marco, que además es el que conozco.

Este es un libro para el que he aprovechado los conocimientos que ya tenía y las horas que le he dedicado al baloncesto, completados luego con una investigación. Lo que yo conozco es, sobre todo, este baloncesto masculino. Si hubiese sido un libro más general, hubieran aparecido figuras del baloncesto femenino, pero este, en ese sentido, es un libro limitado.

De hecho, creo que el potencial de nuestro baloncesto femenino es similar al masculino… si no mejor. Las trayectorias son paralelas y, con independencia de que los entrenadores hayan sido hombres o mujeres, siempre ha existido ese baloncesto femenino vinculado a los centros educativos, más centros concertados y religiosos que públicos, y en el contexto de unas trayectorias paralelas, contamos con tres equipos en la máxima categoría y en segunda categoría, y con más gente de la casa.

Después de las 13 semblanzas, hay un capítulo final a la historia de la Selección de Euskadi de Baloncesto. Su libro requería ese corolario, entiendo.

Es algo que pedía el libro, en efecto. No es algo que me planteé en en un primer momento, ya que el origen era el desencanto de con las plantillas de nuestros equipos y mi primera reflexión fue, «¿cuántos jugadores vascos hemos tenido y hasta dónde han llegado?». Pero luego el libro me fue pidiendo ese complemento con la Selección de Euskadi. Muchos no han tenido la oportunidad de ser internacionales en competición oficial, pero han vestido la elástica de la selección de Euskadi siempre que han podido. Y si estamos haciendo un libro sobre jugadores vascos, ¡qué menos que enfocarlo desde el punto de vista de una selección!

Mi sorpresa fue que descubrí que no se había escrito prácticamente nada de los jugadores vascos de baloncesto, y la sorpresa fue completa cuando el libro me pidió este complemento con la Selección, y me di cuenta que tampoco nadie había contado nada a nivel editorial. Me dirigí a la Federación Vasca, me facilitaron los datos de los partidos, las fechas, y comencé una labor de hemeroteca para conseguir fichas, comentarios… que, sin ser demasiado extenso, sí creo que constituye una base para cualquier aficionado que pueda tener la referencia ahí para que cualquier investigador pueda completarlo en el futuro.

Incluyendo la famosa paliza de 92-28 encajada ante Argentina.

Es importante jugar los partidos, y si juegas partidos, puedes ganar o perder. Para mí no es sonrojante perder 92-28 ante aquella Argentina. ¡Que estamos hablando, junto con la selección española, la principal alternativa a los Estados Unidos en ese momento! Y llegando con una de las selecciones más flojas en aquella gira por Argentina, con un enfoque más folklórico y mediático. El mero hecho de jugar y afrontar esos partidos creo que es positivo. Lo que tienes que hacer es un trabajo detrás para tratar de evitar esos resultados. Los resultados de la Selección de Euskadi, con las dificultades para realizar convocatorias y demás, no deja de ser un reflejo del nivel de los jugadores que tenemos, que no deja de ser un reflejo del trabajo que se hace con ellos. Esto no es un deporte en el que tengamos 10 o 20 fichas y que, por mucho que se trabaje, no sale nadie. ¡Hay 45.000! Si se trabaja, salen.

¿Que los jugadores de baloncesto vascos hayan tenido que ir fuera para ganar su espacio en el basket profesional tiene la analogía perfecta en que haya sido la editorial Sargantana, de Valencia, la que haya publicado su libro?

(Ríe) Llevo pensándolo desde que la editorial mostrara interés por este proyecto. Vengo con un proyecto de jugadores de la tierra, que se han tenido que ganar la vida fuera; vengo con un proyecto que, humildemente, considero interesante desde el punto de vista periodístico, al menos como paso inicial, y cuál es mi sorpresa cuando veo que los que más se interesaron en publicarlo fue de una editorial de Valencia. Sorprendente, sí, pero agradable también. En otros sitios valoran lo que muchas veces no sabemos valorar en casa, como a nuestros jugadores. (Ríe)